El arte del sexo
Capítulo 48

Capítulo 48:

– ¿Me quieres preguntar algo? -su pregunta la sacó de su estupefacción.

– No -vuelve la vista al frente.

– No me estas mirando por un nada.

– ¿Cuánto tiempo durara este convenio que hemos hecho?

La pregunta provoco que frunciera el ceño y apretara el control del volante. La verdad es que Michele no tenía una respuesta para esa pregunta ya que él no estaba seguro de cuánto tiempo podría seguir obsesionado con ella.

– No lo sé… -ella lo ve con mirada de asombro.

– ¿Qué clase de respuesta es esa?

– No hay apuro con tener una respuesta, ¿o sí?, hasta los momentos no he notado que te moleste lo que te he hecho -Daviana abre la boca por mera incredulidad.

Vuelve la vista al frente mientras niega…

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Media hora después el coche de Michele ingresa en el estacionamiento de una enorme casa… una vez en el aparcamiento su jefe se baja del auto y se le queda mirando seriamente.

– ¿No piensas bajarte?

– Sí, sí, claro…

Su jefe le abre la puerta de su mansión y queda totalmente impresionada por la magnitud de aquel lugar.

– Ven… -Michele sube los escalones con la maleta de Daviana en las manos-. Te mostrare donde vas a dormir.

Ella ve como que él se detiene ante una habitación e ingresa en el cuarto, Daviana suelta la respiración contenida, muerde sus labios y avanza detrás de él.

– Aquí es…

Daviana se queda parada viendo aquella enorme cama, parecía tan cómoda, no como la suya que era muy pequeña. Niega mentalmente, luego echa el vistazo hacia su derecha y frunce el ceño al visualizar a su jefe quitarse la ropa.

La joven abre los labios cuando él se quita el saco seguidamente de la corbata; segundos después los zapatos siguieron y fue en ese instante que nota que empezaba a aflojar los botones de su camisa.

– ¿Qué está haciendo?

– Me quiero dar un baño…

– ¿Y porque lo está haciendo aquí?

– Porque este es mi cuarto, puedes acomodar tus cosas en ese closet. Está desocupado.

Michele se quita la camisa y ella termina por ensanchar la mirada al mirar aquel cuerpo tan musculoso y bien trabajado. Era como ver un dios nórdico en persona, su espalda era tan ancha y fuerte, y esa piel bronceada y pecosa le producía escalofríos.

– ¿Usted no es casado?

– ¿Vez alguna mujer aquí aparte de ti? -le responde dándole la espalda.

– Pero tiene un hijo, yo creí que…

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