El arte del sexo -
Capítulo 40
Capítulo 40:
La castaña mira al médico a su lado, era cierto, si no hubiera sido por él no sabía que hubiese pasado con ella y Arthur.
– Voy a resolverlo.
– Ya no puedes seguir aquí, te daré unos minutos para que te despidas, ¿de acuerdo?
– Muchas gracias, doctor.
Él palma su hombro para luego dejarla sola, Michele se aleja de la puerta al mismo tiempo que el doctor sale de la habitación, este pasa frente él justo cuando Michele lo observa con expresión poco amistosa.
Luego decide entrar en la habitación quedándose bajo el marco de esta para no perder de vista a Daviana.
– Voy a buscar la manera de sacarte de aquí, te lo prometo.
Él la oye hablar y decide dar por hecho que ese niño a quien le calculaba unos tres años era su hijo. Y si tenía un bebé, significaba que existía un padre de por medio. El que tuviera un niño no afectaba en nada, pero con un marido sí.
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La pilla dejar un beso en la frente del pequeño que se parecía bastante a ella, aunque se le notaba que estaba algo bajo en peso. Y no era para menos, se encontraban en el hospital la atención era muy diferente a una clínica privada.
Cuando la castaña se da la vuelta y lo ve parado bajo el marco de la puerta da un respingo que la hace palidecer en el acto.
Daviana ensancha la mirada al ver a su jefe parado en la puerta del cuarto de Arthur, la joven no daba crédito a lo que estaba viendo. No era posible que fuese él quien estuviera allí parado.
– ¿Qué hace aquí?
– Te he seguido -responde tan tranquilo mientras mete las manos en sus bolsillos.
– ¿Por qué lo ha hecho? -su corazón palpitaba más rápido de lo usual.
– Te seguí cuando te saliste de la oficina, dejaste una conversación inconclusa y quise saber porque no podías estar conmigo, pero ahora veo porque-señala al niño con la mirada.
Ella ve al chico, y luego a él…
– Debe irse y no volver aquí…
Daviana avanza hasta la salida sin siquiera mirar a su jefe, se sentía tan confundida, angustiada y alterada. Su cabeza era un completo caos, y para empeorar la cosa su jefe ya sabía más de ella que cualquier otra persona.
Michele observa al chico un poco más para luego seguir a su secretaria por el corredor atestado.
– Daviana… -la llama, pero esta lo ignora por completo.
Al salir del estacionamiento, el CEO apresura el paso y coge por el brazo a la castaña para detenerla.
– Espera…
– ¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué me ha seguido? Es que no sé qué demonios está haciendo aquí, no tiene derecho a seguirme -le reclama con el dedo, estaba furiosa.
– ¿Es tu hijo? Ese niño que está allí dentro, ¿es tu hijo?
La castaña pestañea varias veces ante su pregunta.
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