El arte del sexo -
Capítulo 39
Capítulo 39:
Se sentía curioso de saber hacia donde ella iba, esa llamada le pareció muy extraña. La alteró bastante, se preguntó si se iba a encontrar con alguien. Quizás la razón por la que lo rechazaba constantemente.
Al cabo de varios minutos de conducción, el CEO detiene su coche en el hospital central de la ciudad. Frunce la mirada cuando divisa que Daviana se baja del taxi a toda prisa, desde luego que él busca la manera de estacionar su auto para ir a seguirla.
Dándole su espacio a la castaña, la sigue hacia el interior del abarrotado hospital. Ella parecía saber exactamente hacia dónde ir, más él estaba completamente perdido de dar tantas vueltas. Y por cada pasillo que se metían había más personas.
Todo el mundo se le quedaba mirando, pero Daviana parecía ser la única que no se percataba de su presencia… hasta que ella dejo de caminar, se detiene ante una puerta llevándolo a retroceder un poco.
Por esta puerta sale un sujeto vestido de doctor, quien al mirar a Daviana le sonríe con cariño. Y aquel gesto no le gusto a Michele, el pelinegro aprieta la mandíbula al ver a esos dos muy juntos.
Luego el médico posiciona una mano sobre el brazo de ella como tratando de palmarlo, y ese momento el CEO se preguntó si ella había hecho esa trayectoria solo para ver a ese sujeto.
Como no lograba escuchar lo que decían, se acerca un poco más, camuflado por la cantidad de personas en el corredor.
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– ¿Cómo está?
– Tienes que estar tranquila, no ganas nada con alterarte Daviana -y encima la llamaba por su nombre.
– ¿Puedo verlo?
– Claro, puedes entrar…
En ese instante Michele sintió más curiosidad que antes, ¿a quién iba a ver en un hospital? Se aproxima un poco más cuando nota que ellos ingresaron en el cuarto dejando la puerta abierta.
Al asomarse por la misma divisa a un pequeño niño tendido en una cama, estaba dormido, o eso creía. Pero este llevaba una serie de cables los cuales le proporcionaban oxígeno, el pelinegro se queda helado ante aquella visión.
– No está mejorando Daviana, necesita con urgencia esa operación. Ya no podemos retrasarla más y lo sabes.
– ¡Ya lo sé!
-Entiendo que no estás en una buena situación, pero… -el doctor la mira de soslayo, percibiendo lágrimas en sus ojos -. Sabes que si pudiera ayudarte lo haría sin pensarlo, pero es una operación muy costosa.
Ella asiente mientras observa a aquel castaño dormir en esa cama de hospital. Baja la mirada intentando tranquilizarse, necesitaba encontrar una solución para ese problema, y debía ser cuanto antes.
– ¿Cuánto tiempo puede seguir así?
– Una semana es mucho, Daviana, lo digo en serio no puedo posponer más la operación. He hecho mucho por las facturas mensuales, pero la operación es otra cosa.
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