El arte del sexo
Capítulo 37

Capítulo 37:

No, por favor, no…

– Shhh… Daviana, debes guardar silencio -dice, para luego quitarse la corbata en una movimiento veloz -. Esto ayudara -añade amordazando a la castaña con su corbata, ella abre los ojos del impacto, pero dado que no puede objetar niega -. Sera más divertido.

Él vuelve a meter su dedo en su coño provocando que jadeara con voz apagada.

Cierra los ojos al sentir la sensación de ricura en su vagina al mismo tiempo que se aferra a los hombros de su jefe.

Michele continúa penetrando su coño de manera lenta entre tanto se come su cuello y un poco más. El CEO aprovecha que Daviana se encontraba en un estado de excitación elevado y decide bajar hasta una de sus tetas y por encima de la blusa la muerde.

– ¡AHHH! -Gime con fuerza, sin embargo, la corbata hacia un buen trabajo apagando sus gritos.

Ella seguía negándose a continuar, pero sus movimientos y acciones le decían al CEO que deseaba prolongar aquel acto hasta llegar al final. Michele muerde sus labios al ponerse en pie y caminar con ella en brazos hasta el pequeño sofá que yacía en esa oficina.

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Con ella envuelta en su cadera se sienta en el sofá y concluye por subirle lo que resta de esa falta, la enrolla en su cintura dejando al descubierto sus pantaletas para nada sensuales.

Era curioso que ella no utilizara ropa de encaje o un poco más atrevida.

Masajea la curva de su cadera mientras besa su mentón. Luego toma sus muñecas llevándolas detrás de su cuerpo, con una sola de sus manos la sujeta mientras que la otra retorna a frotar su coño húmedo, estaba tan mojada que su dedo entraba con facilidad empapándose de sus fluidos.

Quizás ella no se diera cuenta de ello, pero estaba realmente excitada y lubricada para recibir su polla con todo gusto, y esperaba que esa vez si se pudiera dar ya que su pene estaba que explotaba.

Con esa noche sería la tercera vez que esa castaña lo ponía duro y si no lograba concretar follársela ese mismo día iba a morir.

– Daviana -susurra-. ¿Vas a hacer mía? -pregunta penetrando su coño con algo de impaciencia a lo que ella gime dando un respingo -. Solo necesito que asientas.

Ella no ejerce ningún tipo de respuesta ya que no estaba lista para nada de eso, y menos cuando era virgen; no tenía idea de qué diablos hacer. Encima de eso no deseaba ser el revolcón de una noche con su jefe.

Y aquel pensamiento la hizo entrar en razón y recordar esas malditas pantaletas rojas que encontró en esa puta oficina. Se tensó abruptamente puesto que hasta pudo follar con la estúpida de la pelirroja en ese mismo sofá.

La libido de Daviana se cortó y lo primero que hizo fue alejarse de su jefe para mirarlo incrédula, como pudo permitir dejar pasar por eso una vez más, ese desgraciado cogió con la pelirroja la noche anterior y ahora quería ligar con ella.

Se quita la maldita corbata de la boca para lanzársela en el pecho de su jefe.

– ¡Ni muerta!

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