El arte del sexo
Capítulo 36

Capítulo 36:

– En la junta -dice estirando los brazos para sujetar su cuerpo de ambos bolsillos de su falda y jalarla hacia su cuerpo-. Sentí que estabas muy tensa, me estuve preguntando porque-finaliza metiéndola entre el medio de sus prominentes muslos.

Daviana contenía el aliento al sentir la respiración de su jefe sobre su mentón, ella solo conseguía mirar sus ojos verdes y esos labios de infarto. Intenta tragar saliva disimuladamente, pero sabe que eso era imposible.

– Me contaras porque estabas tan nerviosa, no era tu primera junta-sonríe un poco lo que causa una gran revolución en su interior, podía ser una estúpida virgen, pero ese hombre la hacía enloquecer.

– Señor Gershon, ¿Qué hace? -entrecierra los ojos al percibir que él se aproxima un poco a sus labios.

– Deseo morderte, Daviana, ¿está mal querer hacerlo?

– Por favor, no lo haga… -suplica con un hilo de Voz.

– Por supuesto que sí lo haré -musita con voz ronca.

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La castaña suelta el aliento como rindiéndose y es cuando recibe los labios de su jefe los cuales se encontraban bastante tibios y húmedos. Ella saborea su sabor a menta y se pregunta cómo es que siempre sabía a menta.

Daviana se derrite con tan solo un beso, todas sus fuerzas estaban por el suelo y lo que se propuso hacer con él no sirvió de nada puesto que allí estaba dejándose envolver por su voz y sus palabras.

Michele ciñe sus caderas contra su cuerpo, mientras él permanecía sentado sobre su escritorio la sujetaba con fuerza al mismo tiempo que afianzaba aquel beso que estuvo deseando todo el maldito día.

Posteriormente en un ágil movimiento la ataja por la curva de su culo y termina por sentarla sobre su regazo. Daviana abre sus piernas y con la ayuda de él le sube un poco más arriba la falda descubriendo sus muslos.

Sintió las manos de Michele colarse entre la tela de su falta para subir hasta sus bragas, sabía que estaba haciendo mal permitirle todo eso, pero es que no podía detenerlo puesto que le gustaba como él la hacía sentir.

Tenía que haber perdido la cabeza…

Él libera sus labios de sus besos dejando un vacío en ellos que pronto fue recompensado por suaves caricias en la curva de su cuello con su lengua. Ella sintió esa lengua viperina apoderarse de su piel como si fuese suya desde hace mucho tiempo.

Era una locura lo que estaba sintiendo, todas esas emociones eran absurdas. No era posible que una mujer se obsesionara con un hombre que recién conocía, y menos cuando esta era una virgen.

Lo cierto del caso era que cuando Michele lamia su cuello a la misma vez introdujo una de sus manos por debajo por debajo su pantaleta con aquel habilidoso movimiento consiguió sujetarla de la nalga y apretársela con fuerza.

– ¡Ahhh! -gime muy bajo -. Por favor, no podemos…

– Si podemos -insiste -. Quiero hacerte mía, Daviana.

Sus palabras eran sinceras, no existía dudas que ese sujeto era capaz de follársela allí mismo en su oficina. Y lo confirmo cuando hizo a un lado sus bragas para abrirle paso a uno de sus dedos e introducirlo en su cuerpo.

– ¡Ahhhhh! -jadea con un poco más de fuerza -.

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