El arte del sexo -
Capítulo 35
Capítulo 35:
– Pero, yo no he incumplido con mi trabajo…
– Me parece que mi secretaria es mucho más competente que tú. Daviana niega cuando ya roza la puerta de su jefe.
– Puedo hacerlo, y en lo que mi padre se marche que sé que será muy pronto tú te irás también si no accedes a mi petición. O también puedo hablar con él y mencionarle ciertas cosas que has estado haciendo mal, seguro que también pensara igual que yo y decide sacarte de la empresa.
– Yo no he hecho nada malo, y usted lo sabe.
– Pero mi padre no lo sabe.
Daviana muerde la carne interna de su boca y cuando nota que Connor estaba más cerca de ella abre la puerta de su jefe e ingresa en la oficina abruptamente, de inmediato se da cuenta de que Michele levanta la vista de su ordenador.
– ¡Daviana! -frunce el ceño al verla -. ¿Qué ocurre? -con el corazón a punto de salir por su boca responde.
– Ya me voy a retirar señor Gershon, era para que estuviera al tanto -él mira su reloj de mano y termina por inclinarse en su silla.
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– Se ha hecho tarde, ¿Por qué te has quedado más de la cuenta? -pestañea al recordar al imbécil de su hijo y sus malditas amenazas.
– Me demore acomodando la sala de juntas.
No podía hacerlo, no lograba como contarle a ese hombre que su hijo la estaba acosando. Se notaba que existía una relación estrecha entre padre e hijo, si una simple empleada llegaba contándole cosas malas de su propia sangre seguramente que las cosas terminarían de empeorar.
– Ah, ¿sí? -sospechaba que esa razón era muy vaga.
Michele se pone en pie para rodear su escritorio, luego termina por sentarse en el borde de este entre tanto se cruza de brazos.
Observa a Daviana y recuerda cuando la noto tensarse en la junta, se preguntó si en esos momentos se encontraba igual.
– Daviana, puede acercarse un momento -la castaña palidece y él lo nota, lo que confirma sus sospechas.
– Debo irme, señor.
– Eso ya lo sé…
El CEO le hace una seña de acercamiento con el dedo índice que la hace temblar, era una mezcla de zozobra con excitación bastante fuerte. Y aunque se hubiera dicho miles de mierdas en la sala de juntas de que sería fuerte para resistir, en ese momento no lo consiguió.
Sus pies comenzaron a andar por si solos yendo directo hacia donde estaba su jefe esperándola con un brillo malicioso en la mirada que la estremeció. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él percibió que sus ojos parecían a los de un león.
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