El arte del sexo -
Capítulo 33
Capítulo 33:
Michele vuele a inclinarse hacia Daviana percibiendo que ella vuelve a ponerse tiesa.
– Consígueme agua-esa vez le susurra con voz ronca y seductora, en ese instante nota que ella reprime un respingo -. Muero de sed -añade.
Mientras que servía el maldito vaso con agua pensaba que lo estaba haciendo a propósito.
Es que sentía que le pedía esas cosas solo para molestarla y tensarla; y la verdad es que estaba funcionando su puto plan.
Entre sus muslos yacía un maldito océano; tanto el fuerte aroma de su loción y aquella cercanía de muerte de su jefe la mantuvo excitada en toda la puta reunión. No era posible que experimentara tantas sensaciones juntas tan solo con tenerlo cerca.
Los dedos de Daviana se mojan debido a que el agua en el vaso se desborda lo que la hace poner los ojos en blanco. Suelta el aliento y vuelve levantar la mirada, debía resistir y evitar a toda costa demostrar que estaba toda encendida por su maldito jefe.
Regresa a la mesa depositando sobre la mesa de cristal el vaso con agua de Michele, el cual ni siquiera toco. Él estaba muy concentrado en la explicación de unos de sus empleados y ni miró la maldita agua.
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Ella frunce el ceño puesto que sus sospechas eran ciertas, únicamente le estaba jodiendo la paciencia… aplana los labios para luego sentarse renta en la silla, era insólito que estuviera excitada por ese idiota a su lado.
Al terminar la reunión, todos desocuparon la sala, Daviana y la pelirroja se quedaron para organizar la oficina antes de que terminara la jornada de trabajo.
– He visto que has estado haciendo anotaciones, ¿Por qué?
– Si tu jefe te pregunta algo sobre la reunión tendrás la información en la libreta, son apuntes, es importante que siempre tomes nota de cada junta.
– No me has dicho nada de eso.
– Me viste llegar con la libreta, no se te ocurrió que por algo la tenía en la mano; no nos quedamos en la junta por nada.
La castaña termina de ordenar las sillas que era lo único que faltaba por acomodar y toma el camino a la salida. Ya se le estaba haciendo tarde para regresar a casa, y esos minutos extras no se lo pagaban.
Daviana siente como la pelirroja la sigue de cerca cosa que la enoja, no era la niñera de esa chica, ella aprendió sola como ser la asistente del jefe.
– Es extraño que tu jefe no se te haya insinuado, realmente me parece bastante ardiente, ¿no lo crees así?
La pelirroja avanza con un poco más de prisa mientras la mira de reojo, y con aquella sonrisa malintencionada sigue de largo hasta el corredor que la lleva a su puesto de trabajo. Daviana se detiene antes de llegar a su escritorio pensando en algo descabellado.
– ¡Eso no es posible! -muerde la parte inferior de su labio al mismo tiempo que visualiza a esa chica de pronunciadas caderas.
Luego la castaña observa el cesto de basura y por un momento siente una opresión en el pecho, ¿era posible que su jefe también se hubiera involucrado con esa pelirroja? El hijo y el padre se regodeaban con la misma mujer.
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