Capítulo 6:

Lo mejor era salir de allí antes que pensaran que era una mujer fácil. Que conste que solo había sido atada por Dorian… porque la había tomado desprevenida, y bueno… él tipo besaba bien.

Pero, hablando del padre, ni rastro de él en toda la sala. Eso era preocupante. Ella no quería buscarlo, quería irse. Y de paso, tampoco rastro de Dorian y el padre de este. Sintió que había algo sospechoso.

Bueno, lo esperaría en el auto. No esperaba quedarse allí esperando a ser una presa fácil de todas aquellas pirañas. Por lo que salió y al llegar al estacionamiento le habían dado indicaciones al chofer. Su padre volvería mucho más tarde, que fuera llevada de vuelta cuando ella quisiese,

¿Buena suerte? La mejor. No tenía ganas de escuchar a su padre. Una vez en la casa se bañó, se vistió y se metió a la cama con la intención de dormir y olvidar todo.

Aunque, como le decía eso a su cerebro que estaba caliente como una moto y que solo podía recordar aquella boca rellena de Dorian, su cuerpo grande y musculoso y como lo que tenía entre sus piernas se había restregado contra ella.

Dormir no era una opción.

“Ahh”, gritó en la cama quitando la sábana de encima con obstinación después de dar vuelta sin conciliar el sueño por más de tres horas.

“Maldición, debería estar durmiendo, no pensando en él”, protestó.

Aun así, no lo podía sacar de su cabeza y solo era consciente ahora que había salido del shock del inicio. Ahora sus labios picaban, su corazón no había dejado de palpitar, casi hasta doler y entre sus muslos latía con fuerza.

¿Ella había mencionado lo de amor a primera vista antes? ¿Verdad? Porque no creía estar pasando ese síndrome en ese momento. Sabía muy bien que ese beso no significaba nada, sobre todo para él. ¿O sí?

No pudo pensarlo mucho. Su puerta fue abierta de golpe y la imagen de su padre se hizo presente. Tenía una enorme sonrisa en su rostro. Como si se hubiera sacado la lotería. Elena se sentó de golpe en la cama de la impresión.

“¿No puedes al menos tocar la puerta?”, ella le dijo.

“Cállate Elena y escucha”, su padre se dejó caer en el borde de la cama mostrando una enorme sonrisa y un brillo que ella reconoció al momento, solo lo tenía cuando iba a hacer buen dinero.

“No vas a creer lo que logré hoy”, dice alegre su padre.

“Ilumíname”, ella alzó una ceja.

Si había ido corriendo directo a ella, era porque algo bueno no iba a ser. Ernest sonrió más amplio.

“Pues… acabo de cerrar un compromiso de matrimonio con la familia Pickman. Tú te casarás con el mayor de sus hijos. Y de esa forma ellos consolidarán nuestra fortuna e invertirán en los proyectos que tengo en mente”, comenta Ernest.

“¿Qué?”, fue lo único que pudo decir Elena al su padre terminar de hablar.

“No te hagas la tonta. Vi como él te miró. Está interesado en ti. Así que has tu parte y sácale la mayor cantidad de plata que puedas cuando seas su esposa”, ordena su padre.

Elena no podía creer aquello.

¿Qué demonios estaba pasando ese día? Primero un casi desconocido le comen la boca y al segundo siguiente estaba comprometida en matrimonio con él.

Sin embargo, al escuchar y analizar la idea, en vez de sentirse colérica, atrapada porque acababa de ser comprometida y se iba a casar con un hombre que solo sabía el nombre y el resto por noticias y anuncios… ella se encontró emocionada.

En resumen, se estaba volviendo loca.

Una semana. Había pasado toda una semana y a Elena no le habían dado más detalles sobre su futuro prometido, y su matrimonio. Ni siquiera había salido en las noticias cuando su padre se encargaba de decirlo a los 4 vientos.

Ya se imaginaba que hasta el gato de la esquina se había enterado de eso. Sin embargo, ella aun lo estaba procesando.

Y así pasó todo el turno en sus clases donde solo le quedaba un proyecto final y con eso podría graduarse de una vez por todas. Aunque ella había hecho la tarea y había hecho una investigación exhaustiva de su futuro marido no había encontrado mucha información. Incluso había revisado varias revistas en el auto de regreso a la casa.

Dorian Pickman era el mayor de dos hermanos. Klaus era su medio hermano de una relación fuera del matrimonio por lo que no tenía derecho a la herencia familiar.

Dorian heredaría todas las empresas de la familia y todo el imperio cuando cumpliera los 30 años como estaba estipulado en el testamento de su bisabuelo, el fundador de la mayoría de sus fuentes de ingreso.

Bueno, al menos era un hombre con un futuro garantizado, era lo que Elena pensaba.

Después seguían algunos datos sobre deducciones de cuánto dinero tenía, de propiedades, de poder económico, sobre todo fuera del país, donde solía viajar con regularidad. Nada fuera de lo común para alguien de una familia tan pudiente.

Aunque Elena no le interesaba tanto el tema del dinero. Ella terminaría su carrera y montaría su propia oficina de diseño, así que depender del dinero de él o de su familia no sería una pendiente en su vida.

Ya tenía suficiente con que su padre le sacara en cara constantemente todo lo que había invertido en ella, su única hija.

Aumentando su búsqueda llegó a una parte importante. Además de ser un buen besador no sabía más nada en lo personal, por lo que al menos necesitaba saber un mínimo de su vida privada.

Era un hombre cotizado que, aunque no se le conocía ningún romance serio, se le habías visto cenando con una que otra mujer de su mismo nivel.

“Y de seguro se las come después como intentó hacer conmigo”, ella hizo una mueca.

“¿Dijo algo?”, el chofer preguntó mirándola por el retrovisor.

Elena negó.

“No, nada, solo pensaba en voz baja” cerró todas las revistas que no decían más ningún dato importante aparte de lo mismo solo que con diferentes palabras y soltó un suspiró.

Después de pensarlo bien. Casarse con un hombre que apenas conocía aun si besaba bien, no era algo precisamente agradable. Y no pudo analizarlo mucho pues cuando regresó su padre ya estaba junto a su auto personal. Se notaba inquieta.

“Elena, ¿Por qué demonios tardaste tanto?”, su padre prácticamente la había sacado del auto para meterla en el suyo.

“¿Pero qué…?”.

“Vamos a la casa de los Pickman. Fijaremos la fecha de la boda y otros detalles, tú no hables si no te preguntan nada. Este casamiento tiene que ir, si o si, así que no lo arruines”, ordena Ernest.

Elena alzó una ceja.

“Ni siquiera tengo la opción de opinar ¿Verdad?”, cuestiona Elena.

“Callada te ves más bonita Elena, y no me repliques. Sabes las consecuencias”, Ernest sacó su celular dándole a entender que ya no tenía intenciones de hablar con ella.

Sí, ella las sabía bien. Mirándole un lado positivo. Quizás el matrimonio la sacaría de aquella jaula de oro.

La mansión principal de los Pickman era incluso más grande y lujosa como la pudo imaginar Elena, así que aplicó todo lo aprendido para dejar la boca cerrada una vez fueron recibidos en la entrada. Era de dos pisos, estilo victoriano, el color predominante era el blanco, acompañado con la crema del mármol.

Dentro las decoraciones eran demasiado simples para el tipo de construcción pero que de seguro costaban más que una casa normal. Ernest y ella esperaron en la entrada hasta que alguien se detuvo detrás de ellos.

“¿Visitas?”, una voz masculina hizo que ambos miraran por encima del hombro.

“Buenas tardes, Señor Klaus”, saludó el mayordomo que los atendía.

Y allí tenía delante a su futuro cuñado, que Elena pudo constatar que la había mirado de arriba abajo al punto de hacerla sentir incómoda.

“Buenas tardes”, saludó él.

“Un placer conocerlo”, Ernest no se tardó en saludarlo cordialmente para tomar su mano, ella supo que estaba fingiendo, su padre no solía ser… tan amistoso.

Al soltarlo Klaus fijó la mirada nuevamente en ella.

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