Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 47
Capítulo 47:
“Ellos si lo hacen, pero después casi hay que bañarlos, forman tremendo reguero de comida”, Jaby se rio ante el hecho.
Cuando terminaron de darles la comida los soltaron y ellos después de acurrucaron con la madre para dormir con la barriga llena.
“Bueno, ahora es momento de comer nosotros”, Irene se asomó por la puerta para que se sentaran a la mesa.
Dorian ayudó a Elena a levantarse y llevarla de la mano.
Hablar con personas que no te estuvieses juzgando tanto con las palabras como con la mirada era algo que Elena encontró realmente agradable y fuera de lo habitual. No se quejaba. Desde pequeña cada pequeña actividad que realizaba siempre estaba controlada y era regañada, criticada y hasta castigada si la hacía mal.
Pero que solo le preguntaran… ¿Cuál era su trabajo? ¿Cómo se había desempeñado? ¿Qué planes tenía para el futuro? Y sobre todo… si era feliz haciéndolo, fueron cosas que realmente le sacaron una sonrisa durante la cena junto a la pareja.
Estando allí, casi en medio de la nada, sin todos los lujos con los que había crecido, se sentía mucho más gratificante de lo que pensaba. No se sentiría mal si dejaba todo de lado por momentos de felicidad y tranquilidad como aquellos.
Y Dorian a su lado podía ver como su esposa se relajaba mientras disfrutaba de su comida y se soltaba cada vez más hasta que habló con más confianza.
Y hasta sintió un poco de envidia. Elena no era ni de lejos tan abierta con él. Más bien, parecía estar tensa y en alerta constantemente a su lado, incluso en el se%o. Tendría que trabajar fuertemente en eso.
“¿Al parecer te gustó bastante haber venido aquí?”, le comentó él una vez que estuvieron de vuelta en la habitación.
Elena que peinaba su cabello en una trenza para dormir lo miró por encima del hombro y bajó la mirada.
“Lo disfruté”, respondió escuetamente, todo lo contrario, a todo lo que había hablado antes. Eso lo hizo fruncir el ceño.
Se levantó de la cama donde estaba sentado y se puso delante de ella agarrando su mandíbula. No se había dado cuenta que sus ojos tenían un brillo inusual y Elena se sentó nuevamente, Ante la reacción de ella Dorian la soltó rápidamente.
“A veces creo que no te gusta estar conmigo”, le soltó él sin pelos en la lengua.
Elena no le respondió. Su relación era complicada y había momentos en que se llevaban mejores que otros. Este no era bueno, sobre todo porque la forma en que la estaba mirando le hacía recordar los ojos del Dorian que la había tratado tan fríamente en el pasado.
Dorian no soltó su rostro. Dio un profundo suspiro y se inclinó para darle un beso rápido en los labios.
“Ve a descansar. Yo bajaré un momento antes y después me reúno contigo”, le dijo antes de dar la vuelta y salir de la habitación dejando un silencio espectral.
Dentro Elena pensó que la distancia entre ellos se había hecho grande de nuevo. Se sobó la sien. Estaba realmente confundida.
No negaba que sentir que ellos se acercaban era una sensación gratificante, pero borrar las huellas del pasado no era fácil, y más cuando existía enormemente la esperanza de que él volvería a tratarla con indiferencia, como ahora que se había ido sin más.
Dorian se despertó a mitad de la noche sentándose en la cama, con la respiración agitada y sudando frío.
Se pasó la mano por la frente un poco temblorosa. El sueño que acababa de tener no había sido para nada agradable. O más bien, a eso no podía llamarlo sueño… si no recuerdo,
Su piel ahora hormigueaba donde antes se seguro habían quedado verdugones que habían tardado meses en curarse. Verdugones que había recibido cuando se había metido en medio de aquellas dos personas para proteger a una de ellas.
El sentimiento de impotencia que había sentido en ese momento aun perduraba, sobre todo porque lo llevaba arrastrando hasta el día de hoy.
Miró rápidamente a la mujer que dormía profundamente al lado de él y estiró la mano para tocarle la cabeza más no lo hizo. Su mano temblaba y no quería que ella lo viera tan vulnerable. Se había prometido aquel día, hacía muchos años que no se mostraría débil ante nadie.
Lentamente se levantó de la cama y fue hasta el balcón y se recostó en el barandal. Dejó que la brisa secara el sudor de su cuerpo e intentara que lo calmara.
Quedarse en aquel lugar sería agradable, lejos de todas las responsabilidades que tenía encima, y junto a Elena. Así podría sacarla de la jaula de cristal y oro en donde había tenido que meterla por su propia seguridad.
Porque era normal que ella no lo supiese.
Pero una vez que había entrado en su familia… ella había perdido el derecho sobre su cuerpo y Ser… al menos él había jugado las cartas apropiadamente para que ella aun fuera libre, aunque eso implicara todo lo ocurrido entre ellos y ver decepción en su mirada
“¿Dorian? ¿Qué haces despierto? ¿No puedes dormir?”, escuchó la voz soñolienta de ella y al mirar por encima del hombro la encontró restregándose los ojos
Era cómico la imagen de ella con los ojos chiquitos y los labios en un puchero. Él sonrió ante la imagen y se acercó a ella. Sus brazos la envolvieron y la abrazaron con fuerza ocultando su pequeño cuerpo de la brisa fría.
“¿Dorian?”, él no le respondió. Solo necesitaba sentirla, saber que ella aún estaba a su lado.
De todas las escenas absurdas que podrían existir, encontrarse, siendo lo primero al bajar la escalera, a Dorian cocinando, era algo que parecía irreal.
Sobre todo, porque la imagen que ella tenía de él era de un hombre que no tenía nada relacionado con las tareas domésticas. Sintió un calor a su lado, mientras miraba por la rendija de la escalera y al girar el rostro se sobresaltó. Se llevó la mano a la boca para contener el g$mido.
“Buenos días preciosa ¿Qué admiras? ¿A tu esposo cocinando?”, pregunta.
Elena no podía decir que no cuando era precisamente eso lo que hacía. Y asintió con la cabeza.
“Solo, que es algo raro verlo haciendo eso”, comenta ella.
Irene a su lado miró de Dorian a ella.
“La verdad es que es una imagen que me parece familiar. La salud de la madre de él no era muy buena así que aprendió desde muy chico. Al parecer después que se mudaron dejó esa costumbre”, respondió ella impresionando a la mujer.
Elena apretó los labios. Si supiera que no solo esa costumbre. La verdad muchas. A esa altura no sabía cuál era el Dorian real, porque los demás decían una cosa, pero ella tenía otra imagen en la cabeza.
“Van a quedarse allí por mucho tiempo, o van a venir a desayunar. Ya está lista”, el mismo hombre que era el centro de su conversación salió de la cocina secándose las manos con un paño.
“Oh, qué buen chico, en ese caso voy a servir”, Irene se acercó a él y le palmeó el hombro con una sonrisa.
“Vamos”, él se puso delante de ella ofreciéndole su mano.
“No sabía que podías cocinar”, le soltó ella sin rodeos.
“Hay muchas cosas que ambos tenemos que aprender uno del otro, pero para eso hay tiempo. Vamos”.
Elena sostuvo su mano y se dejó llevar. Y pudo afirmar que la comida de su esposo era bastante buena. Después de darle de comer a los cachorros él la llevó por los terrenos del pueblo.
Estar tanto tiempo en casa tampoco era bueno y aunque no era muy grande había espacio para recorrer. Al final se detuvieron delante de un establo donde varios hombres entraban y sacaban caballos que Elena encontró realmente grandes.
“¿Vamos a cabalgar?”, ella peguntó apretando la mano de él con impresión.
“¿Acaso no quieres?”, pregunta.
Ella asintió porque le emocionaba la idea.
“Lo que no sé, nunca he montado uno”, expresa.
“Eso no es problema”, él le besó la sien y soltándola se acercó a uno de los hombres.
Dorian entró al establo y ella lo esperó afuera. Su esposo solo tenía puestos unos pantalones jean y una camisa azul de hilo. Una ropa fresca pero que le daba un aire completamente diferente a la imagen severa que tenía de él.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar