Capítulo 46:

Dejó un beso en el cuello de ella justo en el lugar que sabía que a ella le gustaba. Las manos de la mujer apretaron sus hombros. La forma en que se lo estaba pidiendo era proactivamente imposible de negársele,

“Por favor Elena. Mira como estoy, será rápido y a los dos nos gustará”, él insistió y sus labios se apropiaron de los de ella para chuparlos y morderlos sin dejar marcas.

Ella cerró los ojos aun con un poco de duda.

“No lo metas, no aquí”, al final se tuvo que rendir. Dorian podría ser muy convincente cuando quería.

Y como si le hubieran dado bandera blanca él reforzó el beso metiendo su lengua, aún más profundo dentro de la boca de su esposa para enrollarla junto con la de ella.

A ciegas logró encontrar el cierre de la ducha y la cerró para que el agua no se interpusiese entre ellos. Valió a meter la mano por detrás y buscó el se%o de su esposa rozándolos con sus dedos para empaparlos de humedad que se sentía tan caliente.

Él se relamió los labios y llevó la mano para acariciar su miembro mezclando tanto su liquido como el de su esposa. Regándolo por toda la extensión para hacer más fácil lo que iba a hacer en ese momento.

“Junta más tus piernas”, le susurró él al oído.

Elena se recostó contra la pared detrás de ella y juntó sus muslos donde su esposo comenzó a introducir su miembro pegado a su se%o. Ella g!mió debido no solo al calor que le proporcionaba, sino porque las cuentas tocaban los lugares específicos para hacerle temblar.

“Espera, así… ¿Vamos a hacerlo así?”, ella miró hacia abajo donde el miembro de Dorian estaba enterrado hasta la mitad.

Él alzó una ceja y bajó su cabeza para tener su rostro frente al de ella.

“Sí, vamos a hacerlo así”, y agarrando la cadera de ella se impulsó hacia adelante hasta que el vientre de él estuvo contra el de ella.

Elena soltó un chillido y enterró su rostro contra el pecho de él. Temblaba completamente. Las cuentas en la parte superior de su miembro habían taladrado su cl!toris de forma brusca y eso había creado una estimulación que no podía procesar.

“Hazlo suave, por favor”, dijo ella contra la piel de él, teniendo que sostenerse pues sus piernas habían perdido su fuerza y apenas habían comenzado.

“Lo haré suave”, Dorian besó la corinilla de su cabeza, pero nada más lejos de la realidad.

Hacerlo suave no estaba dentro de sus planes, así que cuando comenzó a moverse Elena tuvo que cubrir se los labios con la mano para no gritar.

La cadera de Dorian se movía de adelante hacia atrás estimulando tantas partes de ella que la estaba abrumando el placer. El líquido caliente que segregaba se extendía por sus piernas empapando todo su miembro y haciendo más fácil la fricción.

Dorian g$mía sobre ella apretando tanto y enterrando los dedos en la piel de su esposa que le dejaría muchas más marcas de las que ya le había dejado antes en el viaje al tren. Sentía que en esos últimos días su cuerpo estaba en llamas y no tenía suficiente de la pequeña mujer en sus brazos.

Quería devorarla mucho, mucho más.

Así que no se contuvo y apretó el movimiento de su cadera hasta que ella no pudo contener más sus g$midos. Esos que tanto a él le gustaban. Y no se detuvo hasta que la sintió temblar y la tuvo que aguantar para que ella no se desplomara.

“Aun no. Solo un poco más”, le dijo él siguiéndose rozando sintiéndola llorar por la sobre estimulación hasta que el org%smo de él lo asaltó y se derramó en el medio de los muslos de ella.

La sensación fue gratificante junto con la corriente eléctrica que recorrió toda su espalda y le hizo soltar un g$mido de satisfacción. Sostuvo a Elena contra él y besó su cabeza con una leve sonrisa en su rostro. Esta noche la dejaría descansar.

Dos veces en el mismo día podía ser duro para ella, además esa noche necesitaba tener una conversación importante con la pareja de allá abajo y para eso necesitaba que ella estuviese dormida.

Terminó de limpiarla y secarla. Elena estaba despierta pero su cuerpo parecía de trapo y a él le pareció encantador poder mimarla de esa forma.

Ojalá lo hubiera hecho antes.

La cena estuvo servida sobre las 8 de la noche y Jaby los mandó a llamar. Los dos bajaron y Elena claro que se sonrojó al verlo al recordar lo que habían hecho anteriormente.

“No seas tan evidente”, Dorian le dijo a su lado apretando sus manos, pero era más fácil decirlo que hacerlo.

En eso Elena escuchó unos pequeños chillidos que venían en dirección a ella. Miró hacia abajo y cerca de la silla encontró una pequeña bola de pelo que caminaba torpemente

“Oh, Jaby, uno de los cachorros se escapó, se acaban de despertar”, Irene le anunció poniendo el último plato sobre la mesa.

Elena soltó la mano de Dorian y al momento fue en dirección al cachorro. Era pequeño y peludo, con colores marrones y negros y una pequeña manchita blanca. Lo cargó entre sus brazos con cuidado y el cachorro dejó de llorar para mover la cola interesado en el humano.

“Al parecer le gustas”, Dorian apareció a su lado y le rozó la naricita al cachorro que intentaba lamer la barbilla a Elena.

“¿Tienen más?”, Elena podía escuchar más chillidos desde adentro de habitación al otro lado dela cocina que tenía la puerta entre abierta.

“Si, dos más, son los hijos de nuestra perra de pastoreo”, Irene se acercó y acarició al cachorro.

“Ella casi siempre suele estar corriendo por los campos hasta que estuvo tranquila un día y comenzó a dar a luz. Tienen mucho pelo así que no nos dimos cuenta hasta que nacieron tres”.

“¿Tres? ¿Puedo verlos?”, Elena se mostró interesada.

“Claro. Ven conmigo. Ya están pidiendo comida. Ya apenas maman de la madre y cuando se despiertan son todo un huracán”.

Elena se olvidó por completo de todo lo que la rodeaba y siguió a la mujer a donde estaban los cachorros. La madre estaba acostada en la cama de ella a todo lo largo mientras los cachorros caminaban por la habitación.

“Es muy buena perra, pero los pequeños la drenan y a nosotros también, pero es bueno aumentar la familia”, Irene se rio.

Elena miraba las pequeñas bolas de pelo y se sentó en el suelo donde las otras dos al momento vinieron a donde estaba ella, porque a ella le encantaban los perros.

Dorian se sintió completamente desplazado cuando Elena se centró en los cachorros. Era la hora de comer, pero ella estaba entretenida con los tres pequeños y con una enorme sonrisa en sus labios.

Parecía realmente feliz con solo el hecho de poder tocarlos. Se acercó a ella y se sentó en el suelo a su lado.

“¿Te gustan tanto los perros?”, fue entonces que él se percató que apenas conocía los gustos de ella. No era que tuvieran una comunicación amplia y ahora es que aprendían uno del otro.

Elena asintió ahora con los tres pequeños en su regazo. La madre solo miraba desde su cama, como si supiera que ellos estarían bien con ella.

“Nunca pude tener cachorros en casa, ni tampoco perros grandes. A mi padre no le gustaban y tampoco me dejaba tiempo para poder atenderlos”, había una expresión de decepción en su rostro.

“Así que ahora debo aprovechar el momento”, una sonrisa adornó su rostro y Dorian no pudo dejar de mirarla.

Elena se veía realmente linda sonriendo. No pudo evitar inclinarse hacia adelante y darle un beso en la mejilla.

“¿Qué?”, ella se sorprendió por aquello. No estaba muy acostumbrada a las muestras de afecto de él en público y menos con la pareja detrás de ellos.

“Nada, solo que es bueno verte feliz”, un sonrojo apareció en las mejillas de ella y centró su atención en los cachorros que comenzaron a llorar pidiendo comida y chupando sus dedos.

“Es hora de comer para ellos también”, Jaby entró con tres biberones en sus manos y se sentó del otro lado de Elena.

“¿Quieres?”, le ofreció uno.

Ella claro que no se negó y mirando como Jaby sostenía a uno de los cachorros y le podía el biberón ella lo copió, no sin antes ponerle el tercer cachorro en el regazo de Dorian.

El Ceo se quedó sin saber que hacer pues nunca había estado en esa posición. Al final copio también a Jaby dándole el biberón al cachorro que se mantuvo bastante tranquilo.

“¿Ellos no comen solos?”, Elena preguntó cuándo estaban casi terminando.

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