Capítulo 45:

A diferencia de antes, incluso después de perder la memoria, y es que mucho antes, cuando ella lo había conocido, Dorian parecía mucho más relajado en este lugar que en cualquier otro. Incluso sonreía mucho más.

Como si no tuviese preocupaciones, aun cuando era un magnate de los negocios con un peso importante sobre sus hombros.

“Ahora, háblame de tu esposa. Tenemos que ponernos al día, pero de la belleza no sabemos nada y has crecido tanto para tener ya una esposa. Me pregunto cuando vendrán los hijos”, Jaby dirigió su atención a ella.

La mención de aquello hizo que Elena se mordiera los labios. ¿Hijos? No era momento de pensar en ella cuando aún estaban viendo como solucionaban el tema de su matrimonio. Sin embargo, como había notado antes, Dorian estaba… relajado.

“Puede que pronto. Los niños siempre son bienvenidos”, le dijo él impresionándola.

Dorian notó la expresión en el rostro de ella y le apretó la mejilla.

“Llevamos tres años casados, los hijos pueden entrar en la conversación”.

“Sí, lo que tú digas”, ella no iba a discutir y menos delante de aquellas personas, pero hijos, como estaban ellos y con un divorcio que podría explotar de su parte en cualquier momento… no tendría a su hijo en una situación tan complicada y sin un hogar estable.

Después de la hora de la merienda, donde principalmente Dorian les explicó que estaba haciendo en esos momentos como Ceo de la empresa y ella como diseñadora, sin mucho detalle, ambos se detuvieron en la punta de la escalera.

“¿Quieres ir a comer, o te gustaría que te llevara a otro lugar?”, le preguntó él.

“No tengo mucho sueño en estos momentos”, le dijo sinceramente.

Si dormía a esa hora en la noche estaría en vela y lo más seguro que haciendo ejercicios muy húmedos precisamente con el hombre delante de ella.

“En ese caso, ven conmigo. Quiero enseñarte donde viví por algunos años”, Dorian le extendió la mano.

Elena se encontró inesperadamente interesada y agarró su mano. El Ceo entrelazó sus dedos con los de ella y la llevó en dirección a la casa del al lado. Saber más del pasado de su esposo era algo que no le había pasado por la cabeza dada la antigua indiferencia que él antes le mostraba.

Ahora, junto a él y allí, quería saber más de él. Dorian abrió la puerta de la casa que provocó un sonido chirriante proveniente de las viejas y oxidadas bisagras, como si no se hubiera usado en años.

Aun cuando la casa era mantenida por aquella pareja no era una residencia que se usaba. No tenía polvo, pero se notaba vieja, pero aún tenía adentro los muebles que se habían usado hacía años.

“No tengo muchos recuerdos claros, pero sí puedo decir que pasé los mejores momentos de mi vida aquí junto a mi madre. No teníamos tanto dinero, y vivíamos el día a día, pero siempre sonreía junto con ella”, Dorian avanzó llevando a Elena consigo que lo escuchaba.

“Mi madre solía sentarse en aquel sillón a leer o esperar a que yo llegara de jugar. Tenía una salud débil y no sonreía mucho cuando estaba sola. Más bien, parecía que el mundo se le quería caer encima. Lo ocultaba de mí, aquí era donde desayunábamos, no teníamos mucho, pero si lo necesario para dos personas”, señaló un mueble que en algún momento debió tener hermosos tonos cafés y rojos, pero ahora estaba bastante desteñido.

Dorian la llevó por cada zona de la casa mostrándole y contándole algunas cosas. Por momentos se quedaba inmerso en sus pensamientos, como si estuviese recordando y apretaba el puente de su nariz. Ella no lo interrumpía y grababa los detalles.

Después de recorrer toda la primera planta subieron a la segunda donde había dos habitaciones. Entraron a la primera donde había una cama sin sábanas. Solo con un viejo colchón y pocos muebles.

“Esta era la habitación de mi madre. Muchas veces dormía más aquí que en mi propio cuarto. Cuando me separé de ella me costó mucho acostumbrarme a dormir solo de nuevo”, la voz de Dorian sonó nostálgica.

“Dorian, ¿Cómo fue que ustedes terminaron viviendo aquí? Y ahora dices que te separaste de ella”, esta vez Elena ya no aguantó más la curiosidad.

Dorian se quedó pensativo ante la pregunta de su esposa. Para después inclinarse y darle un beso rápido en los labios.

“No recuerdo”, le dijo descaradamente.

Elena frunció el ceño

“Me estás mintiendo”, no tuvo pelos en la lengua para decirle aquello.

“Recuerda que pedí la memoria. No recuerdo muchas cosas y aunque te esté contando todo esto tengo lagunas”, Dorian inclinó la cabeza.

Elena fue a protestar, pero se mordió la lengua. Contra eso no podría luchar. Dorian era muy inteligente cuando se lo proponía.

El hombre le dio otro beso esta vez en la sien y antes que ella reaccionara ya la estaba cargando en brazos. Los de ella al momento se enrollaron alrededor del cuello de él para no caerse.

“Vamos al lugar más especial de la casa”, caminó en dirección a la otra puerta que estaba abierta para que se oreara el ambiente y entraron a la segunda habitación.

A pesar de verse vieja, aún mantenía el color azul en las paredes, la cama no estaba tendida, pero al lado de esta en las mesitas de noche había algunos objetos que daban a entender que aquella había sido la habitación de un niño.

“Este fue mi cuarto, se siente bien estar aquí”, Dorian la bajó dejando que los pies de ella quedaran sobre el piso de madera, aunque la mantuvo abrazada por su cintura pegándola a él.

Y Elena podía decir lo mismo. Las ventanas abiertas dejaban que fluyera el aire en la habitación y el olor a heno y campo entraba. Era sumamente relajante y hasta adormecedor. Elena se encontró bostezando.

“Estás cansada ¿Quieres volver?”, le pregunta.

“Todavía no”, ella negó.

Se movió un poco para deshacerse del agarre de Dorian y comenzó a caminar por la habitación mirando cada rincón.

Era tan diferente a todo lo que sabía relacionado con su esposo. Las paredes, los objetos, el ambiente, todo. Normalmente de la esencia de un niño quedaba algo cuando era adulto, pero en la casa de ellos no había nada similar, como si fueran dos personas diferentes.

Se preguntó que le habría pasado a Dorian para que hubiera cambiado tanto en esos años. Él no parecía querer sobre el tema, y ella no insistiría. Su esposo no parecía cómodo.

Se detuvo delante de la segunda mesita de noche donde había un cuadro. El polvo natural del tiempo había opacado el cristal donde detrás había una foto. No dudó en limpiarlo con la mano y la imagen que encontró la estremeció.

Un brazo rodeó su cintura y un beso cálido y confortador cayó sobre su nuca. El calor de Dorian pronto estuvo detrás de ella.

“Mi madre era hermosa ¿Verdad?”.

“Sí, lo era”, dijo Elena sosteniendo el pequeño marco con la imagen de una mujer de cabello largo y ojos claros que tenía a un niño sonriente cargado en sus piernas. Era una imagen enternecedora.

“No, Dorian espera, aquí no, detente”, Elena jadeó mientras su cuerpo temblaba y no era por la temperatura fresca del agua que caía y corría por su piel.

“¿Por qué no? Estamos tú y yo solos aquí adentro, nadie nos va escuchar”, dice él.

Después de volver de la casa donde Dorian habían vivido de niños habían subido y sus cuerpos necesitaban un baño para quitarse todo el polvo del viaje y la visita.

Dorian no había tenido reparo encargarla y llevarla al baño donde ahora estaban encerrados y él la tenía contra las baldosas debajo de la ducha. Su boca dejando un surco de besos en el cuello de la mujer mientras sus manos masajeaban las nalgas de la mujer pegándola a él.

“No te resistas Elena. Si sé que te gusta, estás húmeda. Te encanta que te toque”, una de sus manos se metió aún más atrás entre los glúteos de la mujer y rozó con su se%o.

“Sí, pero no cuando hay personas abajo y estamos en casa ajena. Me vas a matar de la vergüenza. Así que contrólate un poco”, Elena protestó.

Dorian no parecía estar contento con aquello. Precisamente por eso es que estaba tan caliente en ese momento y su er%cción contra el vientre de la mujer era prueba de ello. Incluso ya estaba expulsando presumen y sabía que si no se corría le dolería bastante.

“Entonces al menos déjame frotarme, no te la meteré, pero realmente necesito correrme”, le mordió el lóbulo.

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