Capítulo 42:

Para sorpresa de ella, Dorian no insistió más y se separó para sentarse en la cama. Su expresión se volvió sombría.

“Con Klaus dando vuelta, no nos podremos relajar. Mi objetivo era alejarme de la familia y de todo, pero al parecer tendremos que hacer un cambio de planes si queremos pasar unos días tranquilo”, él le dijo con cierto brillo en el rostro

Elena respiró profundo y con algo de preocupación se acercó a él y se sentó a su lado.

“¿Qué tienes en mente?”, ella ni siquiera sabía a qué hotel se dirigían así que dependía de él.

Dorian se quedó pensativo por largos segundos hasta que por fin habló.

“Esta tarde el crucero tiene que hacer una parada en un puerto cercano. Nos tomará al menos 5 horas una vez que bajemos, pero podemos ir a un lugar donde de seguro nadie nos va a encontrar”, dice.

Elena se encontró curiosa.

“No es para nada lujoso, ni parecido a lo que has vivido hasta ahora, pero si puedo prometer que es divertido y hermoso en las noches”.

“En ese caso… dejaré que me sorprendas”, dijo ella con una gota de sudor en la sien. Al final no era como si pudiese elegir.

Dorian se quedó mirándola y se acercó para darle un beso en los labios rápido. Uno simple, y después otro en la mejilla.

“Pues entonces tendremos que recoger lo más rápido posible. Tendremos que bajar con sigilo para que Klaus no detecte nuestra partida”, explica Dorian.

Elena asintió y se acogió al plan. Después de desayunar en la habitación, para evitar que Klaus les formara una nueva escena, hicieron sus maletas nuevamente y simplemente esperaron a que el crucero llegara a puerto cerca de una playa.

La mayoría de las personas bajaron para disfrutar de esta, sin embargo, la pareja bajó con su equipaje que no era mucho un poco después que todo el mundo.

Ni siquiera habían notificado al crucero, temían que si lo hacían serían reportados y buscados de nuevo, De esa forma, si ellos no llegaban a su destino al menos Klaus tendría tiempo para volverse loco preguntándose donde estaban ellos.

Dorian agarraba con fuerza la mano de Elena mientras caminaban por la calle entrando a una terminar, Parecía algo tenso y de vez en cuando se detenía y revisaba su celular. En algún momento Elena vio que tenía un mapa.

La estación ella la reconoció como de tren. Estaban en un pueblo costero turístico pero que su arquitectura contrastaba enormemente con sus visitantes. Las edificaciones eran antiguas, recordando las épocas coloniales.

Incluso se sorprendió cuando en la estación los trenes que estaban parecían muy antiguos, como si hubiera retrocedido en el tiempo. Era más impresionando que cualquier cosa. Y si impresión la tenía reflejada en el rostro.

“Al parecer te gusta”.

Ella asintió con vehemencia.

“Sería lindo vivir en un lugar así. Se siente tranquilo, pero a la vez emocionante. Creo que cada vez que mire algo encontrará algo nuevo”, hablaba sinceramente.

“¿Quieres una casa en un pueblo así?”, la pregunta por parte de él la sorprendió y ella negó rápidamente. Eso sería tener algo más que la atara a él.

“No, no, gracias”, responde.

Dorian no insistió y se concentró entonces en seguir solicitando los tickets de viaje. Al terminar se sentaron en los asientos de espera.

“El tren tomará cerca de dos horas en llegar a nuestro destino”, le comenta.

“¿A dónde iremos?”, a esa altura ella ya estaba realmente curiosa.

“¿Alguna vez has montado caballo, dormido bajo las estrellas y caminado descalza por un campo de girasoles?”, le pregunta. Él sonrió de lado.

Aquello sonó realmente cursi viviendo de alguien como él, pero la idea lejos de disgustar a Elena le pareció fascinante.

“No he hecho nada de eso, pero suena verdaderamente interesante”, responde.

“Pues en ese caso prepárate, porque eso es lo que haremos”, dice él.

Elena había visto trenes en las películas antiguas y nunca le habían llamado tanto la atención, pero ahora dentro de la cabina de uno, de la forma en que se movía y sonaba, como se sentían los asientos y hasta el mismo olor… era impresionante, lo mejor era la vista.

Tanto ella como su esposo habían sido puestos en una de las cabinas privadas y aunque era un medio de transporte antiguo estaba bastante bien cuidado.

El compartimiento estaba cerrado y rodeado de cortinas que les daban total intimidad, dejando solo descubierta una enorme ventanilla que daba cabida a una hermosa vista de los paisajes una vez que salieron del pueblo.

Elena parecía una niña arrodillada en el asiento que estaba frente al de su esposo, con las manos sobre el cristal. Sus ojos muy abiertos y brillantes, y en su boca una expresión de impresión.

Dorian delante de ella tenía su rostro recostado contra su mano. Era extraño ver a Elena de tan buen humor y con una sonrisa en su rostro, parecía radiante. Ni siquiera había estado así cuando habían estado dentro del crucero. Al parecer cambiar de planes a última hora había sido buena idea.

Ella estaba tan entretenida en su mundo que no escuchó cuando él se levantó y se arrodilló detrás de ella.

La cabina era lo suficientemente grande para estar cómodos los dos en un mismo asiento. Los brazos de él se enrollaron alrededor de su cintura y se inclinó contra la mujer dejando un beso en su cuello.

“¿Te gusta?”, le pregunta.

“Si… es interesante”, Elena soltó un chillido sorprendida de su cercanía, pero se calmó rápido.

“Me alegra, pero ¿Podemos intentar algo? Aún faltan al menos unas tres horas antes que lleguemos a nuestro destino”, Dorian le gustaba ver la emoción de ella

Elena lo miró por encima del hombro antes de recibir un beso en su mejilla de parte de él.

“¿Qué cosa?”, sus mejillas se sonrojaron cuando sintió que él se restregaba entre las mejillas de sus nalgas y podía sentir como se estaba formando una er%cción

“Estamos en público”, Elena apretó los labios nerviosa.

“Lo estamos, pero aquí todo está cerrado y el sonido es opacado por el del tren. Y siempre he querido tener se%o en un lugar así”, Dorian lamió la oreja de ella.

“Aquí no quiero”, sentía su corazón palpitar en su pecho. Hacer algo como eso en aquel lugar.

Un g$mido traicionero salió de sus labios cuando el miembro ya completamente erecto de él se rozó con más fuerza en una embestida.

“Será rápido, no tenemos que desnudarnos ni nada y será rápido”, él jadeó contra su oreja.

Elena tembló cuando una de las manos de él acunó uno de sus pechos. Su mente le decía que no era una buena idea, pero su cuerpo ya estaba reaccionando naturalmente a él queriendo sentir lo mismo que la noche anterior. Era difícil negarse y, además, ya estaba reaccionando humedeciendo sus bragas.

Dado que ella no se volvió a negar Dorian sonrió levemente y tomó cartas en el asuntó. Empujó con su cadera la de ella para pegarla más contra él cristal y con sus manos comenzó a subir el vestido de ella para llegar a sus bragas.

Metió sus dedos buscando la tela que la encontró mojada pero no tanto como él quisiese por lo que comenzó a frotar el botón sensible de ella y que a la menor estimulación respondió.

Elena soltó un g$mido y Dorian extasiado por su respuesta a sus movimientos agarró su barbilla y la giró contra él para besar sus labios. Sus dedos trabajaron sobre el se%o de la mujer hasta que al correr la tela y meter sus dedos estos se sumergieron en total humedad que comenzaba a correr por sus muslos.

Dorian se relamió y rodeando el vientre de ella con su brazo para mantenerla estable ya que ella comenzaba a temblar. Sacó los dedos y los abrió delante de ellos para que su esposa pudiera ver los hilos cristalinos que los unía y bajaban por ellos.

“Ya estás así”, dijo él antes de llevarlos a sus labios y chuparlos.

“No hagas eso”, Elena jadeó por la vergüenza.

“¿Por qué no lo haría? Si supieras como es tu sabor no dirías eso, podría tener mi boca contra ti todo el día tragando todo constantemente tu líquido”, Dorian había bajado la mano nuevamente pero esta vez para abrir su propio pantalón.

Elena se cubrió el rostro completamente rojo. Dorian estaba particularmente hablador esa tarde, sobre todo soltando cosas de esa boca que recordaba estar cerrada.

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