Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 41
Capítulo 41:
Los golpeteos en la puerta no cesaron haciendo que un muy molesto Dorian se sentara en la cama. Sus párpados apenas abiertos dado que acababa de despertar de un muy buen sueño al lado de su esposa y que ahora interrumpían.
“¿Quién es?”, Elena se removió debajo de las mantas que cubrían su cuerpo desnudo.
“Sigue durmiendo. Despacharé rápido a quien sea”, Dorian acercó su mano y le acarició lo poco de su cabeza que sobresalía con suavidad.
Se levantó de la cama y estiró sus músculos que se sentía fresco dado el delicioso ejercicio de la noche anterior.
Buscó un bóxer rápido y se los puso para al menos no salir completamente desnudo y fue a abrir la puerta. La persona que encontró del otro lado le hizo frotarse los ojos porque debía estar aún dormido para que aquello fuera verdad.
“Buenos días, hermano”, el rostro de Klaus mostraba una sonrisa prepotente que muchas ganas de golpearlo le dieron a Dorian
“¿Qué mi%rda haces aquí?”, le soltó este exaltado por la aparición. Se suponía que aquel era un viaje que había planeado rápido y además en silencio, pero como se imaginaba en su familia nada se quedaba entre cuatro paredes.
Elena estaba en medio del sueño cuando primero tocaban a la puerta como si la vida dependiera de ello o tuviera la firme convicción de levantarlos a ambos de la cama.
Había sentido a Dorian levantarse de la cama, y antes de eso acariciarle la cabeza de una forma acogedora. Se había sentido bien, había sido una agradable caricia, pero después de aquello pudo escuchar dos voces diferentes que… ¿Discutían?
No lo podía saber con exactitud. Estaba tan agotada que estaba más dormida que despierta. Se giró moviéndose debajo de la sábana hasta que sentó.
Sacudió la cabeza para quitar el cabello de su rostro y con los ojos apenas abiertos se levantó caminando en dirección a donde estaban las voces que no la dejaban conciliar nuevamente el sueño.
La sábana que se arrastraba detrás de ella se envolvía alrededor de su silueta desnuda dejando sus hombros al descubierto, así como a la piel del cuello, la cual estaba sumamente llena de marcas que evidenciaban lo que había ocurrido la noche anterior.
“¿Dorian… qué ocurre?”, se acercó a su esposo y se detuvo a su lado recargando su peso sobre él. Sus ojos se cerraron de nuevo ante la comodidad de su cuerpo junto con la molestia de la luz del exterior.
Las voces a su alrededor se detuvieron y ella sintió el peso de las miradas sobre su cuerpo que hizo que se forzara a abrir sus ojos. La primera imagen que obtuvo fue la del hombre delante de ella y su boca se abrió de impresión. La nebulosa que antes la invadía se esfumó de pronto.
“¿Qué haces aquí?”, pregunta.
Klaus, delante de ella no le respondió, sus ojos recorrían la piel descubierta de ella sobre todo donde estaban puestas las marcas que no había dudas que las había hecho el hombre al lado de ella, hombre que la rodeó desde atrás con su brazo, poniendo su mano en la cadera femenina y pegándola más contra él de forma posesiva.
El brillo en los ojos de Dorian era de advertencia.
“¿Te acostaste con él?”, la forma en que salió la pregunta y el tono de indignación dejó helada a la pareja. La misma Elena tuvo que pestañear varias veces para despejarse.
“Es mi esposa, claro que vamos a tener se%o y además no sé porque debo estarte dando explicaciones. Estas reclamando de forma infantil. Piérdete de una vez”, gruñó Dorian realmente molesto.
El agarre sobre la cadera de Elena era tan fuerte que ella estaba segura que le dejaría marcas sobre la piel. Klaus por su parte lo ignoró por completo.
“Elena, ¿Acaso no te bastó lo que pasó antes, todo lo que te he dicho? Este tipo cuando recuerde su pasado te dejará de lado como lo hizo antes. ¿Eres estúpida?”, cuestiona Klaus.
Elena sintió que la rabia la invadió de pronto, además la insultaba. ¿Qué sabía él de ella para estarla cuestionando y sus acciones? Iba a responderle, pero tuvo que actuar rápido y agarrar a Dorian para que no golpeara directamente el rostro de su hermano.
“Suéltame Elena, estoy cansado de su actitud prepotente. Alguien tiene que enseñarle a no meterse en asuntos y visas ajenas”, Dorian tenía los dientes apretados tanto que parecía que se quebrarían en cualquier momento.
“Dorian cálmate”, ella apretaba sus brazos alrededor del cuerpo de él como podía. Klaus simplemente bufó.
“Necesitas de tu esposa para que te aguante”, se burlaba de él.
A esa altura Elena se había dado cuenta que Klaus debía tener algún problema mental porque no era normal su comportamiento.
“Klaus vete de una vez”, Elena casi le gritó.
Él alzó una ceja.
“Por qué lo haría. Vine a verte y de esa forma es que me despachas”, la forma en que la miraba era como un loco queriendo algo y yendo contra la marea.
“Klaus, mi%rda, soy una mujer casada, acaba de darte cuenta. Mi esposo sea una basura o no como hombre no es tu problema. Si me quiero divorciar o no de él no te incumbe. Así que da media vuelta y desaparece”.
“No puedo creer que me estés diciendo esto”, el rostro del hombre se contorsionó en una mueca.
Elena tuvo que apretar con más fuerza a Dorian. Si lo soltaba habría de seguro una pelea. Entonces no le quedó más remedio.
Midiendo donde estaba el pie de su esposo le dio un pisotón. Este se quejó y dejó se agitarse y ella aprovechó para tirar de él hacia el interior y agarrar la puerta.
“Te digo esto y más, desaparece de una vez de delante de mi Klaus. No estoy interesada en ti, ni lo estaré”, y le cerró la puerta en la cara.
Con la respiración agitada y sintiendo que toda su fuerza se había drenado esa mañana se recostó contra la puerta jadeando.
Esperó unos segundos porque con lo insistente que estaba siendo Klaus capaz intentara tumbar la puerta a golpes, pero para su sorpresa escuchó sus pasos alejarse.
Suspiró de alivio. Sus brazos sostenían la sábana que casi se había caído al suelo mientras sostenía a su esposo, mismo esposo que ahora la fulminaba con la mirada.
“Te haré dos preguntas y respóndeme sabiamente Elena”, el tono empleado por él la estremeció. Era… como si estuviese oyendo a su antiguo esposo y eso la hizo palidecer.
Dorian se percató de esto y soltó el aire que tenía almacenado en sus pulmones para relajar algo sus hombros. No es que quisiera asustarla, pero no renegó de dejar sus preguntas. Primero esperó que ella se relajara un poco.
“¿Por qué me detuviste y no me dejaste golpearlo?”, su ceño estaba fruncido y cruzaba los brazos por encima de su pecho desnudo.
Elena no tenía que pensar esa respuesta. Al menos esa.
“Porque si te dejaba golpearlo tendríamos un serio problema y de seguro no podríamos salir de aquí ilesos los dos. Si venimos a este viaje es para pasarlo tranquilo, no regresarnos con una advertencia. Además, no ganas nada siendo provocado por tu hermano. Él lleva dándole indirectas hace tiempo para que armes un escándalo y a saber que trama”, responde.
Dorian pareció entender lo que ella decía y asintió con la cabeza. Ahora venía la pregunta la cual su respuesta era la que más esperaba.
“¿Por qué mencionaste que te quieres divorciar de mí?”, cuestiona.
Ahí… Elena debía pensar muy bien su respuesta. Este era el momento en que la respuesta que diera Elena podía decidir muchas cosas, pero la mirada de Dorian era una advertencia total.
Decir lo inadecuado, que ella sabía perfectamente que era sería un serio problema, y rodeada de mar y sin tener a donde escapar… no era una opción. Así que hizo a su cerebro trabajar rápido en una respuesta.
“Solo lo mencioné por mencionar. Estaba nerviosa por la situación y dije lo primero que me vino a la mente, pensé que con eso Klaus se estaría tranquilo”, respondió
Dorian entrecerró los ojos, como si no estuviese muy convencido de lo que ella había dicho. Se acercó a ella y puso una mano a cada lado de su cabeza aprisionándola contra la pared. Acercó su rostro hasta dejarlo a solo centímetros de ella.
“¿No me estás mintiendo Elena? Porque no me gusta que me mientan”, expresa.
Elena creyó que de alguna forma él se había enterado de los papeles que ella había solicitado, después de todo ahora estaban en manos de León. Este le había dicho que no le diría nada, pero a esa altura ella no confiaba realmente en nadie.
“No lo hago, ¿Acaso no crees en mis palabras?”, pregunta ella.
“Lo hago más de lo que te imaginas”, responde él.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar