Capítulo 39:

Este sudó frío e hizo lo más razonable, dar media vuelta e irse.

Dorian sonrió levemente triunfante al haber alejado la rata escurridiza de su queso y se concentró ahora completamente a la mujer que casi estaba protestando y jadeando pesadamente por el intenso beso. Separó la boca de ella sosteniendo el peso de Elena sobre él.

Ella tenía los ojos cerrados y daba profundas pero apuradas respiraciones, como si su cuerpo hubiera perdido todo el aire. Aun así, la frialdad de la piel de ella que tenía antes por tanto tiempo en cubierta se había desvanecido, ahora, por un solo beso, estaba caliente.

“Volvamos a la habitación”, él le susurró al oído y antes que ella protestara la cargó en brazos donde ella soltó un chillido.

“Vamos a tener se%o, lo más probable que solo una vez porque estoy realmente agotado, pero realmente necesito hacer esto ahora, y a ti te va a gustar”, le decía de la forma más casual mientras caminaba en dirección a la habitación.

Elena no protestó y sus mejillas se habían teñido de rojo. Era como si él le hubiera leído la mente antes, y con aquel beso y su toque que la había estimulado, no era como si dijera que no.

Ella ya estaba húmeda y comenzaba a picar en su interior. Había sido un tiempo, pero su cuerpo recordaba cómo se sentía estar llena del miembro de Dorian, aun si el tema de las cuentas que él tenía incrustadas había sido complicado al inicio.

El hombre abrió la puerta para cerrarla fácilmente con el pie y caminó a la cama donde la soltó a ella. Elena rebotó levemente en el suave y mullido colchón.

Frente a ella Dorian, con sus orbes plateados fijos en su cuerpo comenzaba a desabrocharse la camisa dejando a la vista su torso definido y que subía y bajaba algo más rápido de lo normal por la excitación, Ya en sus pantalones era visible un marcado bulto.

Por alguna razón la boca de Elena comenzó a salivar al verlo tan de cerca, pero ella nunca se había dado la libertad completa de recorrer el cuerpo de su esposo ¿Cómo podría?

Dorian quitó la camisa por completo y la dejó caer a un lado y rápidamente se quitó el cinturón. Elena inconscientemente seguía los movimientos de las manos de el en silencio y apretaba los muslos, aunque no duró mucho.

Dorian se bajó el cierre de su pantalón dejando que su er%cción aun dentro del bóxer sobresaliera.

Agarró cada una de las rodillas de Elena y le abrió las piernas para meterse entre ellas recargándose con uno de sus brazos. La tela de su vestido se corrió hacia arriba dejando sus muslos descubiertos y abrazando el calor de la cadera de él.

“¿Quieres tocarme? Esta noche te dejaré hacer lo que quieras”, le preguntó él con voz grave y excitada.

Agarró la mano de ella y la llevó a su miembro para que lo tocara por encima de la tela. Elena tragó en seco impresionada.

Que hiciera lo que quisiera era algo que nunca se le había permitido, pero sintió una emoción dentro de ella que la dejó sin aliento. Era una propuesta muy tentadora que no rechazaría.

Las palabras de su esposo habían roto un hilo muy delgado dentro de ella. Uno que nunca se imaginó que le dejaría hacer aquello.

Porque encontrarse en ropa interior en el medio de las piernas abiertas de su esposo con el miembro erecto delante de él… no había sido una idea que había pasado por su mente, pero ya estando ahí, no era como si pudiera echarse para atrás.

En cuanto él le había dicho si quería tocarlo, ella había asentido de forma mecánica. Aun podía recordar la sonrisa en su rostro y la forma en que le había dicho que se quitara la ropa mientras él también lo hacía hasta quedarse sin nada.

Dorian se había subido en la cama y recostado contra el espaldar dejando sus piernas abiertas y su imponente miembro erecto entre sus muslos. Las cuentas y las venas que sobresalían potenciaban el aspecto aún más.

Solo había tenido que decirle ‘Ven’ aun cuando ella no había quitado la ropa interior para que gateara hasta sentarse frente a él. La mirada de Elena fija en aquel miembro.

“¿Nunca has tenido uno en la boca?”, le preguntó él apretando el entrecejo como si quisiese recordar algo. Ella negó.

“En ese caso te guiaré para que no te hagas daño”, le dijo él con confianza y corriendo el cabello hacia atrás.

Si fuera en otro momento le preguntaría a ella si estaba segura de hacerle una manada, pero con lo excitado que estaba, tener el rostro de su esposa con la boca llena de su miembro era suficiente para que tuviera incluso ganas de correrse.

“Primero agárralo con las manos y masajéalo de arriba abajo, enfócate en el glande y apriétalo cuando estés ahí. No presiones mucho las cuentas, pueden ser dolorosas si es muy fuerte la presión”, dice.

Con las indicaciones que Dorian le dio, Elena se inclinó y con las manos algo temblorosas agarró entre sus dedos el miembro de él.

Todavía se preguntaba como aquello podría entrar en ella hasta el fondo y más con las cuentas, la diferencia de tamaño entre los dos ya de por si era notable.

Sus manos se desplazaron con algo de dificultad por la vara caliente que pronto comenzó a humedecerse cuando sus dedos tocaron varias veces el glande que ahora estaba rojo e hinchado.

El líquido brillante se esparció por toda la carne palpitante y se hacía aún más caliente y viscosa ante la fricción.

“Lámelo antes de meterlo en la boca. Detrás de mí glande y sobre las cuentas son los lugares más sensibles”, le explicó él.

Elena alzó la mirada con las mejillas sumamente sonrojadas y guiada por la excitación, esa que la tenía chorreando debajo de ella, se recostó para estar mucho más cómoda.

Antes había creído que el se%o oral era asqueroso aun cuando Dorian la había hecho estremecerse las veces que se lo había hecho a ella, pero nunca había entendido que placer existía en tener algo tan grande dentro de la boca.

Pronto lo comprendería.

A diferencia de lo que pensaba el sabor era algo realmente excitante, un poco amargo, pero nada desagradable, ni tampoco la textura, era simplemente extraño y nuevo para conocer.

Los labios de Elena se encontraban sobre el glande hinchado, y lo rodeaban sin poder llevar el resto del miembro a su boca, no sabía cómo podría, y agradecía que el hombre no la forzara a tomar más de momento.

Mientras tanto compensaba moviendo su lengua de forma circular sobre la piel.

Podía oír a Dorian g$mir y ver su pecho subir y bajar sobre todo cuando la punta de su lengua rozaba la parte trasera del glande, justo en un punto. Cada vez que lo lamía este se estremecía y temblaba debajo de ella.

Abrió su boca dejando hilos de saliva que conectaban piel con piel y siguió hacia abajo, por todo lo largo del falo lamiendo la piel, por encima de las venas y rozando las cuentas.

Sus manos también ayudaban en el proceso. No sabía si lo estaba haciendo del todo bien, pero tenía que decir que era bastante divertido hacer aquello. Ojalá lo hubiera experimentado antes.

Su boca se detuvo sobre una de las cuentas y la chupó. La mano de su esposo se puso sobre su cabeza y apretó el cabello de su nuca.

“Suave, son muy sensibles”, le dijo él con voz grave.

Elena entendió y aunque volvió a chuparla y lamerla controló la fuerza que usaba, aprendiendo con las indicaciones de él. Después lamió hacia arriba para después contener de nuevo el glande en su boca.

“Relaja la garganta. Ve metiendo poco a poco hasta donde puedas y muévete de arriba abajo”, le dijo Dorian que tenía las venas en su cuello algo hinchadas de la excitación.

Elena siguió las indicaciones y asintiendo respiró para relajar los músculos de la garganta. El glande era algo grande por lo que no lo pudo llevar tan atrás, pero apretando los ojos se esforzó. Se siguió desplazando hasta que pudo tener la mitad de su miembro en la boca.

“Así, lo estás haciendo bien. Ten cuidado con los dientes”, la felicita.

La felicitación de él hizo que ella se estremeciera y tomara más empeño en lo que estaba haciendo. Su mente en ese momento no pensaba, simplemente sentía por lo que no había lugar para pensamientos reflexivos en ese momento. Era mejor disfrutar del se%o.

Elena retrocedió y comenzó a moverse de arriba abajo lentamente sintiendo en su lengua toda textura del miembro en su boca. No era tan incómodo como pensó.

Sus manos sobaban el resto de piel que no alcanzaba con su boca. Y se enfocó en esa tarea, sintiendo el líquido pre s%minal bajar por su garganta hasta que su esposo le dijo algo de nuevo.

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