Capítulo 38:

Ninguno de los dos hablaba entre ellos, apenas el sonido ocasional de los cubiertos era lo que estaba entre ellos. Era como si esperaran que alguno de los dos comenzara la conversación primero.

Y Elena no sería la primera. Estaba luchando por comer a pesar de que tenía hambre, pero era como si la comida no pasara. Dorian se dio cuenta de esto cuando comenzó a comer el postre dejando la mitad del plato principal sobre la mesa.

Apretó los labios y giró su cabeza con la mirada perdida. Se limpió los labios y se levantó deteniéndose al lado de Elena. Extendió su mano y esperó a que ella se diera cuenta.

“Bailemos un rato”, la música de fondo era suave creando un ambiente romántico.

Elena pareció titubear, pero dejó sus dedos sobre la mano de su esposo y dejó que este la llevara hacia la zona más despejada del restaurante donde la agarró y la pegó contra él.

El brazo de Dorian se envolvió alrededor de su cintura de forma férrea de forma que el rostro de ella quedó contra su hombro.

“¿Vamos a bailar así?”, ella podía sentir el calor del cuerpo del hombre filtrarse por su ropa, así como cada contorno de su cuerpo.

Pudo percibir la respiración de él contra su oreja al él acomodarse, agarrando su mano y comenzando a moverse al ton de la música.

Lenta, pegajosa, sensual. Los movimientos de la cadera de él movían la de ella, y Elena se dejaba llevar moviendo los pies de forma pesada, como entrando en trance.

Incluso en esa zona la luz era menor que en toda la estancia por lo que el ambiente era hasta exótico. Y Dorian parecía, a pesar de todo algo tenso y… posesivo.

Lo había notado mirando a su alrededor con aquel típico rostro de advertencia de que nadie se acerque. Quizás era debido a aquel mesero que lo había importunado.

“¿Estás molesto?”, le preguntó ella solo por romper el hielo y que algo fluyera entre ellos.

“No. Elena quiero hablarte de algo”, aun así, la abrazó más contra él y le dio un beso en el cuello que la estremeció.

Ella hizo un sonido con la garganta, algo a lo que estaba ya acostumbrada.

“Hace poco revisé tu cuenta bancaria personal. Soy tu esposo y cuando nos casamos se vincularon las cuentas, además tu padre… entregó todos los documentos incluyendo los personales tuyos”, ante esto ella se quedó completamente helada.

Solo se volvió a mover cuando Dorian forzó a su cuerpo a seguir bailando, lento, pero en movimiento. Con cada palabra la espalda de Elena se iba poniendo más tensa.

“¿Y qué ocurre con eso?”, pregunta ella.

“Todo tu dinero fue sacado”, le respondió él con un susurró seco y duro.

Elena soltó un bufido.

“Dale un agradecimiento a mi padre. Le hacía falta y mágicamente pudo acceder a mi cuenta y me dejó sin un centavo”, soltó ella con desdén recordando donde habían acabado todos sus ahorros.

Dorian esperó unos segundos hasta que la respiración de ella se calmó.

“Tengo un trabajo para ti en la empresa”, dice él.

Ante esto ella alzó la cabeza y se detuvo tan bruscamente que esta vez Dorian no puso seguir bailando.

“¿Un trabajo en tu empresa?”, ella respondió confundida y escéptica.

Él asintió con la cabeza y le acarició el puente de su nariz.

“Tengo un proyecto que necesita una campaña publicitaria de impacto. Las propuestas hasta el momento no me han convencido. Uno de los clientes que tuve antes me mostró uno de los trabajos que le realizaste por casualidad y me gustó lo que vi. Quiero contratarte para que seas la diseñadora en jefe de la campaña”, ofrece Dorian.

Elena se quedó con la boca abierta.

“¿No estás jugando conmigo verdad?”, aun no lo podría creer.

“¿Acaso parezco de los que juegan con las personas?”.

“No, pero… en tres años ni me has mirado y ahora quieres que trabaje contigo. Créeme que mínimo pienso eso.

“Elena, ya te comenté que olvidemos lo de antes. Esos tres años… no valen nada, esto… es un nuevo comienzo por eso también quiero ayudarte. La paga del proyecto es grande y ya que nunca has usado mi dinero al menos quiero que tengas el tuyo propio”, Dorian se apretó su entrecejo.

Ella se quedó mirándolo impresionada, pues en el rostro de él no había ninguna duda. Él le estaba proponiendo aquello enserio.

“Quería que fuera una sorpresa para cuando estuviésemos ya en el destino final del viaje pero dado que el ambiente entre nosotros es tenso quizás la sorpresa ayude un poco y me creas”, dice él.

Elena asintió levemente con la cabeza.

“¿Puedo pensarlo? Necesito tomar aire”, no precisamente tenía que pensar en aceptar, si era en la empresa de Dorian de seguro tendría una muy buena paga y además era un buen bum para su currículo, se soltó de él que no opuso resistencia y se alejó dejando a Dorian en el mismo lugar.

Comenzar desde cero. Era más fácil decirlo que hacerlo, pero había algo que era verdad. ¿Y si las cosas ahora funcionaran entre ellos? ¿Y si podía darse la oportunidad de ser feliz al lado de él? Nadie cambiaba de la noche a la mañana de esa forma… bueno si… si pierde la memoria.

Elena dejó que la brisa nocturna acariciara su rostro, sumida en sus pensamientos. Su boca estaba relajada, como si la tensión de antes se estuviera esfumando.

Dorian le había dado su espacio y ahora su piel estaba fría después de al menos media hora en cubierta. Abajo, el sonido de las olas era relajante. El ambiente era tranquilo, casi todos menos el personal del crucero había ido a dormir.

Solo las luces de la nave daban vida a aquella oscuridad que la rodeaba desde lejos, y aun así ella estaba en calma. Como si todo le indicara que empezara desde cero.

Quizás todo comenzaba a organizarse en su vida y ella debía aprovechar, pero en vez de pensar en el futuro era mejor si se dejaba guiar por el presente. Y el presente no tenía mal pronóstico.

Un proyecto decente que le daría una buena paga, su esposo que se estaba portando realmente de lujo, y sobre todo tranquilidad. Si Dorian recobraba el resto de sus recuerdos nadie sabría qué pasaría, por el momento… debía aprovechar, solo reafirmando la decisión de antes de comenzar el viaje.

Quizás incluso podría disfrutar un poco más del se%o. Al menos esa parte entre ellos, a pesar de que no había sido tan seguida realmente se sentía bien. Su cuerpo vibraba como nunca y la dejaba sin tener que pensar en nada.

Ojalá hubiera sido a ella la que se le hubiera borrado la memoria, así no tendría que estar pensando tantas cosas.

En eso escuchó unos pasos que se dirigían a ella. Debía ser Dorian. No había personal por la zona y de seguro él la iría a buscar. Últimamente parecía querer estar pegado a ella todo el tiempo.

“Buenas noches”.

Pues se había equivocado. No era su esposo, aunque la voz le pareció familiar. Alzó la cabeza y se despegó de la barandilla. Al girarse notó la presencia de un hombre, era el mesero que los había atendido esa noche en el restaurante.

“Buenas noches, ¿Ocurre algo?”, Elena preguntó de forma tajante, no le gustaba como la miraba.

El chico parecía nervioso a la vez y jugaba con sus dedos.

“La verdad es que yo…”, pero no pudo continuar al ser interrumpido.

Y Elena tampoco lo pudo oír. Una mano desde atrás rodeó su cuello y le agarró la barbilla y le giró la cabeza hacia atrás. Al momento el olor a sándalo familiar de su esposo invadió su nariz mientras su boca era rellanada por la lengua de él en un beso profundo y húmedo.

El cuerpo de él se pegó al suyo y la otra mano subió desde su vientre bajo, recorriendo su cuerpo de forma sensual y a la vez posesiva hasta que se detuvo sobre su seno y lo apretó.

Todo frente al chico que se quedó tieso en el lugar ante la escena del hombre casi devorando a la mujer, o mejor dicho, marcándola como suya. La forma en que la besaba dejaba a la vista como su lengua jugaba con la de ella, como salía y entraba dejando rastros de saliva que se mezclaban.

La mano de él que ahuecaba su seno pronto buscaba jugar con el pezón de ella, pero aparte de eso, el brillo del ojo plateado de Dorian que estaba fijo en el chico a modo de advertencia.

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