Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 37
Capítulo 37:
“No, este está bien”, sería una millonada de seguro cancelar las reservaciones como estas que de seguro las había hecho ese mismo día. Además, podría disfrutar de unas vacaciones realmente impresionantes.
Se vio llevada de la mano por Dorian al interior del lujoso crucero y comenzaron a caminar guiados hasta la puerta de su habitación. Adentro ya habían sido puestas sus maletas y en la mesa les habían dejado unos aperitivos.
La estancia era bastante grande, una habitación, con un área para sentarse que dejaba una buena vista al mar. Las sabanas de seda de la inmensa cama de color azul Prusia contrastaban con el color crema de las paredes pero a la vez hacían juego con los demás adornos entre azul y dorado.
Elena se vio maravillada por el diseño dado su ojo crítico.
“Veo que te gustó”, Dorian desplazó su mano por la espalda de ella para moverse y cargarla en brazos.
“¿Dorian?”, ella abrió los ojos asombrada. Acaso… aquella era una de esas escenas de las que la arrojaba en la cama.
Pues al parecer si porque la dejó caer en la cama y se acostó entre las piernas de ella.
“No estés tensa, solo déjame estar así por unos minutos. Avísame en media hora. Es todo lo que necesito”, le dijo él en el oído dejando caer todo su peso sobre ella.
Su esposo le besó la mejilla y se corrió un poco para que su peso no la afectada a ella que era más pequeña. Pronto sintió la respiración de él era suave pero constante sobre su cuello. Se había quedado dormido de nuevo.
Con razón, solo había dormido dos horas, se habían montado en el auto donde volvió a trabajar atendiendo unas llamadas donde habló en otro idioma y ahora estaban ahí. Ella había visto las ojeras oscuras debajo de sus ojos.
Por media hora… no pasaría nada. Además, tener a Dorian tan vulnerable, así como estaba era toda una novedad. Ella cerró sus ojos envuelta en la fragancia a sándalo que tanto le gustaba y aunque no se quedó dormida del todo su se relajó.
Media hora después una humedad familiar la sacó de su nebulosa. Inconscientemente abrió sus labios y una lengua experta se coló en su cavidad enrollándose con la suya.
Elena g!mió levemente aun sin abrir los ojos. Se sentía bien la sensación más el calor que la envolvía. Una mano acariciaba su costado estimulando su cuerpo y se arqueó un poco pegándose al cuerpo sobre ella.
El beso fue húmedo, de esos que Dorian le gusta dar y la dejaban jadeando, como ocurrió cuando la soltó. Elena abrió los ojos jadeando y con los labios picándole. El rostro de su esposo estaba muy cerca del de ella.
“Tu estómago está gruñendo”, le dijo él de forma baja y hasta sensual pero…
“¿Qué?”, ella se sobresaltó y Dorian tuvo que correrse a un lado para no golpearse con ella cuando la mujer se enderezó.
Su esposo se dejó caer de lado aflojándose la camisa.
“Que tienes hambre. Tu estómago suena. Yo tampoco he comido mucho así que bajemos al restaurante. Aún debe estar abierto”, le repitió él.
Elena asintió con las mejillas rojas de la vergüenza. Acaso él no había podido tener un poco más de tacto, Al menos eso había disipado la vergüenza por la escena anterior.
El crucero tenía un restaurante al nivel de la nave, aunque en ese momento no había tantos clientes debido a la hora. Dorian la llevó a ella de la mano hacia el interior, algo que normalmente no hacían. La pérdida de memoria sí que afectaba.
Al llegar a la mesa en una de las esquinas pegadas al panel de vidrio que dejaba una espectacular vista a la piscina, él corrió hacia atrás la silla para que Elena se sentara, y el hizo lo propio frente a ella.
“Me comentaron que el menú de aquí era bastante bueno, es un crucero cinco estrellas después de todo”, comenta.
Elena solo hizo un sonido con la garganta de afirmación. Dorian inclinó la cabeza.
“¿Te ocurre algo?”, entrecerró los ojos.
“¿Por qué me ocurriría algo?”, Elena lo miró y negó con la cabeza.
“Porque estás… algo cambiada… diferente de ayer”, Dorian alzó una ceja.
Ella apretó los labios y respiró profundo para llenarse de valor.
“No creo que puedas diferenciar que este cambiado o no cuando no puedes recordar mucho sobre mí”, y su respuesta tuvo el efecto que esperó. Dorian parecía impresionado con la forma de responderle.
“Wao”, fue lo que salió de sus labios, antes que fueran interrumpidos por el mesero.
“Buenas noches ¿Desean pedir?”, era un joven trajeado con su uniforme que les saludó con una sonrisa.
Dorian pestañeó lentamente en dirección a su esposa y después se enderezó agarrando la carta.
“Sí, pediremos”, y comenzó a leerla.
Elena por su parte también lo hizo, aunque por los nervios su apatito había disminuido levemente. Sin embargo, mientras leía la carta tenía un peso sobre su nuca que comenzaba a ser molesto.
Se pasó la mano para intentar retirarlo y al alzar la cabeza notó que los ojos del joven estaban sobre ella y había un brillo que Elena reconoció al momento.
Bajó la mirada intentando evitarlo. Sí, estaba acostumbrada a eso, cuando aún era soltera era blanco de ese tipo de miradas que casi querían atravesarla, como si ella fuera un objetivo hermoso, como si fuera un premio.
Escuchó a su esposo carraspear la garganta, y mientras él pedía, ella escogió algunos platos al azar que le parecieron interesantes y ligeros. Una vez que su orden fue tomada un silencio incómodo se interpuso entre ellos.
“No pareces emocionada por el viaje. Yo quería que esto ayudara con nuestra vida matrimonial”, Dorian estiró su mano y agarró la de ella para comenzar a jugar con sus dedos.
“Nosotros nunca hemos tenido una vida matrimonial”, ella respondió tajando cuando los recuerdos de aquellos tres años la asaltaron, en la mayoría… Dorian no se encontraban.
Los dedos que agarraban su mano se tensaron.
“Al parecer fui un completo idiota en ese tiempo”.
“Tres años. Tres años que pasé solo de una jaula para entrar en otra”, Elena no sabía de donde salía el valor para decirla aquello.
Dorian no le respondió aquello. Sus dedos ya no jugaban con los de ella, ahora solo los sostenía.
“No tenía la intención de que te sintieras así. Había razones”, sus ojos plateados estaban oscurecidos.
“Las razones… ya no importan. Estoy acostumbrada”, una leve sonrisa apareció en sus labios, una que no mostraba felicidad.
“Quiero que comencemos de nuevo. Por eso te quiero llevar lejos de todo lo que conocemos. Sé que podemos arreglar nuestro matrimonio”, los labios de Dorian se fruncieron.
Elena no sabía si eso sería posible.
“Dorian, acaso tienes sentimientos por mí”, eso era lo más importante en ese momento.
Porque un matrimonio solo por arreglo estaba destinado al fracaso sobre todo cuando una de las partes receptoras no tendría beneficio. Sobre todo, ella que al final no ganaba nada, sino su padre, ese que solo la había visto como mercancía en todo este tiempo.
Dorian lo miró fijamente y abrió los labios, pero en ese momento fueron interrumpidos nuevamente. El mesero había llegado junto con la comida y Dorian chasqueó la lengua con notable molestia.
Sin embargo, el mesero no pareció tomarlo en cuanta y fue poniendo los platos un poco más lento cuando lo hizo con los de Elena.
“¿Desean algo más?”, mostró una sonrisa.
“No gracias, si deseamos algo lo llamaremos”, Dorian intentó mantener un buen perfil a pesar de que había sido interrumpido dos veces en momento importantes.
Al irse el hombre enfocó a Elena.
“Comamos primero”, comenta y ella asintió
La cena, a diferencia de cómo debía ser dada la situación de una pareja casada de vacaciones, fue bastante callada y demasiado tranquila.
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