Capítulo 35:

Después de ese tiempo ella lo escuchó correr la colcha y meterse debajo de ella… en la cama. Se estaba acostando junto a ella.

Se tensó y más cuando el brazo de él se posicionó por encima de su cintura y se apretó detrás de ella. La nariz de él quedó a la altura de su nuca, acariciándola con la punta y dejando que su piel sintiera la respiración caliente.

Y aunque ella fingía dormir, no pasó mucho tiempo para que el hombre detrás de ella, que no había dicho ni una sola palabra, si se quedara completamente dormido.

Lo había notado cansado y recordó que le había dicho que se había mantenido toda la noche anterior despierto buscándola. Pensó que había ido allí a buscar se%o… no. Solo estaba durmiendo.

Y Elena, a pesar de que luchó por no acompañarlo y dejarse vencer por el sueño al final lo hizo dejando su mente en blanco. Al otro día pensaría en una mejor forma de lidiar con todo, pues había llegado el momento de dejar de correr.

Ya era hora que actuara como una mujer adulta y se enfrentara a lo que tenía delante. Fuera o no a quedarse como esposa de Dorian.

Elena se despertó con un peso irregular a su espalda. Al igual que acogedor que la hizo estremecerse y no fue en mal sentido. Despertar con alguien a tu lado era mejor que hacerlo toda la mañana completamente sola en aquella fría habitación.

El movimiento de ella hizo que el brazo alrededor de su cintura se apretara más aferrándola contra el duro pecho detrás de ella y la hizo soltar un leve g$mido. Era temprano pero no había dudas. Podría sentir algo duro presionar su trasero y eso sin dudas era el miembro de su pareja.

Elena trago en seco pero no se apartó. No era repulsivo aun cuando había ocurrido todo él episodio del día anterior con él.

Ligeramente y con algo de trabajo se fue girando sobre sí misma para quedar frente a él. Lo pudo escuchar gruñir más no abrió los ojos. Había notables ojeras debajo de sus párpados que se mezclaba con la sombra de sus pestañas sobre sus pómulos.

Se quedó mirándolo por unos segundos antes de alzar una mano y acariciar suavemente él puente de su nariz.

Su esposo era realmente guapo, solo si no tuviera aquella personalidad… que ahora que lo pensaba y a pesar de perder la memoria… había cambiado tan drásticamente que por eso es que la tenía tan confundida.

Algo no estaba bien. Las alarmas dentro de ella se alzaron. Debía investigar bien y más después de lo que él le había comentado.

Su mano se fue desplazando ahora por encima de esos labios que bien habían devorado los suyos más de una vez. Su mano siguió hacia abajo tan lento que era torturante.

Repaso su cuello. Tanto él como León habían afirmado más de una vez que era un hombre fiel y ella aún tenía sus dudas, pero aparte del incidente de la fiesta no sabía de ningún otro en los tres años que llevaban casados.

Ni por las redes sociales que uno se enteraba de todo. Ni nunca lo había visto con alguna marca extraña u olor de otro perfume que no fuera él olor a sándalo que siempre estaba sobre él.

Dorian era un misterio para ella. Uno muy grande que debía descubrir. Elena salió del baño secando su cabello y con el cuerpo cubierto con una bata.

Sus mejillas estaban sumamente rojas, sobre todo cuando recordaba lo que había hecho antes de entrar a bañar… al hombre que precisamente estaba sentado como si nada en su cama, revisando su celular despreocupadamente.

La imagen era difícil quitarla de su cabeza. Se había dejado ir por las hormonas. Su mano después de tocar su cuello había seguido hacia abajo, delineando los músculos del pecho duro, allí donde el corazón latía constante y fuerte.

Más abajo se encontró con el abdomen firme, que Dorian se encargaba de perfeccionar en sus rutinas de ejercicios y donde podía ver, más abajo como se marcaban las venas que se perdían justo en el borde de la ropa interior. Allí donde estaba abultada la tela.

Elena había tragado en seco sabiendo muy bien que era lo que estaba debajo de la ropa. El miembro de Dorian además de ser respetable en tamaño tenía cuentas incrustadas, que más que doler hacia que el placer se multiplicara.

Ellos habrían podido tener pocos encuentros se%uales, pero si algo había que decir era que todos eran inolvidables.

No supo en qué momento su mano se había desplazado para tocar aquella zona. Lo había sentido palpitar debajo de su palma que podían percibir las cuentas. Esas, a pesar de todo siempre le llamaban la atención por lo inusual que era.

Solo cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo fue que retiró la mano con susto y se giró de nuevo dándole la espalda. No faltó mucho para que él se pegara de nuevo a ella con su respiración caliente y su brazo enrollara su cintura.

Ahora, Dorian estaba en su cuarto aun, con su pecho descubierto y el cabello oscuro desordenado después de haber despertado. La imagen no había dudas que era sensual, pero Elena intentó no prestarle mucha atención.

“Buenos días”, le saludó él dejando a un lado el celular y girando su rostro en dirección a él.

“Buenos días”, por su parte ella se encaminó hacia su closet antes que él pudiese notar su sonrojo, pero fue demasiado tarde al oírlo bufar de forma disimulada.

“Elena, recoge algunas cosas, las necesarias para cuatro días. Ya tengo las reservaciones de a donde iremos”, la llamó antes de que ella avanzara mucho.

Ella se giró hacia él se inclinó la cabeza curiosa. Eso había sido rápido. No se imaginó que de un día para otro ya hubiera planeado un viaje.

“Estaremos dos días en un crucero y terminaremos en uno de los cayos al norte. Acaban de construir un nuevo hotel de lujo con temática isleña. Será interesante dormir con los delfines debajo de uno”, informa él.

Elena alzó una ceja imaginándose la escena. Nunca había ido a un hotel de ese estilo. Quizás podría aprovechar la oportunidad. No sabía cuándo la tendría de nuevo.

Escuchó los pasos de Dorian que se acercaban a ella y alzó la cabeza. El hombre se detuvo delante de ella y le corrió un mechón húmedo detrás de su oreja. La mirada con la que la recorrió la dejó preguntándose qué pasaba por su mente.

Por inercia intentó dar un paso hacia atrás, pero él la agarró de la cintura y la pegó a él a pesar de que su espalda se torció un poco. Elena jadeó, pero no se resistió, hacerlo era en vano pues sabía muy bien que él no la soltaría tan fácilmente.

“Esta noche nos iremos, trabajaré todo el día para dejar el trabajo listo”, él le comentó con normalidad como si la posición no fuera comprometedora.

Elena solo hizo un sonido con la garganta que lo había entendido. Aun así, Dorian no la soltó, por el contrario, una leve sonrisa apareció en sus labios y sus ojos plateados brillaron.

“¿Disfrutaste ayer como una ardilla por mi cuerpo?”, pregunta Dorian.

La pregunta tomó desprevenida a Elena para después casi explotar por la vergüenza.

“¿No… no… no estabas dormido?”, se cubrió parte del rostro con una mano.

Su rostro mortalmente teñido de rojo.

“Lo estaba, hasta que alguien comenzó a tocar mi cuerpo y a divertirse”, respondió el tranquilo.

Elena negó.

“Yo…”, pero no pudo continuar sus palabras. Dorian le había quitado la mano de su rostro y sus labios ya estaban sobre ella.

No se pudo resistir. Nunca podía hacerlo. Él tenía una facilidad para hacer su cuerpo estremecer y no poder rechazarlo.

Los labios de él sobre los suyos se sentían realmente cálidos, algo resecos por acabarse de levantar, pero esto solo creaba más fricción y estimulación contra su piel. Con facilidad abrió sus labios y metió su lengua buscando la suya y enrollándose de forma posesiva.

Elena se estremecía bajo su toque. Sus piernas temblaban y su mente estaba en blanco. Respondía a él sin reparo, aun cuando en su cabeza la cosa era diferente.

Y realmente no entendía, ahora estaba recibiendo todo lo que antes anheló y quería simplemente dejarlo. Como Dorian dejó su boca con un grueso hilo de saliva entre ellos.

“¿Qué estás pensando que no te tiene en esto?”, el susurró contra los labios de ella inconforme.

Elena tragó en seco. Pero inesperadamente su esposo no insistió más. Esta vez solo le dio un suave beso en la punta de la nariz antes de soltarla.

“Aún tenemos mucho tiempo, no te forzaré”, había un tono extraño en su voz, como si no le hubiera gustado ser rechazado de esa forma.

Elena se quedó mirándolo y su boca se movió por sí misma.

“Eres tan diferente”, en medio de su confusión y aturdimiento dijo para después darse cuenta y girar la cabeza intentando evitarlo.

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