Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 34
Capítulo 34:
Su cuerpo quedó solo a centímetros de la mujer, pero el calor de él la abrumó Elena apretó los labios.
“¿Acaso crees que puedes simplemente borrar tres años de pura indiferencia y sufrimiento en solo unos días? No Dorian, las cosas no son tan fáciles. Y cuando tengas todos tus recuerdos, todo será como antes ¿Crees que tengo la fuerza de voluntad de aguantar todo eso? No, no la tengo”, expresa Elena.
Dorian se quedó mirándola directamente a los ojos.
“¿Y si me dejas demostraste que no será así?”, responde Dorian.
Elena no quería dejarse llevar por las palabras de Dorian aun cuando esos orbes plateados parecían querer indicarle que él no estaba mintiendo. Pero ella estaba en una encrucijada donde ya no sabía que era verdad y que era mentira.
Por momento prefería tener al Dorian frio, ese que le había hecho tomar la decisión más fácil, no a este que le hablaba con palabras amables y que la trataba como si realmente le importara y que le hacía dudar.
“Elena, confía en mí. Soy tu esposo”, dice.
Ella apretaba los labios y él bajó su mano para acariciarlos y separarlos con el pulgar para que no se siguiera haciendo daño.
“Solo dame un poco más de tiempo y te explicaré todo con detalle. Aun no puedo hacerlo”.
“¿Por qué no puedes? León también dijo lo mismo”, ella insistió.
“¿Qué me están ocultando? ¿Por qué parece que estoy metida en algo de lo que no tengo la menor idea?”, frunció el ceño.
“Todo a su tiempo. Es lo mejor. Yo lo estoy solucionando”, Dorian acarició el puente de la nariz de la mujer con el dorso del dedo
“Y puedes estar segura que, aunque tenga todos mis recuerdos de vuelta no volveré a ser el mismo estúpido de antes. No te dejaré de lado sufriendo sola en estas paredes”.
Elena quería replicar. Pero era difícil hacerlo. Sobre todo, por como sonaba él, tan lleno de confianza que le hacía olvidar el hombre que había sido con ella todos estos años. La calidez de la mano de él sobre su mejilla limpiando el rastro de lágrimas fue extrañamente confortados.
“Así, ahora estás más tranquila. No pienses demasiado las cosas, déjame a mí la parte difícil, no quiero que te pase nada Elena, por eso siempre te he mantenido a raya”, le dijo él dejando en un beso sobre la frente de la quieta mujer, se desplazaba dejando un rastro de pequeños besos en el entrecejo, el puente de la nariz, la punta de esta..
“Mi familia no es tan inocente como parece, es un nido de arañas venenosas. Odiaría que después de cuidarte tantos años cayeras en sus redes”.
Y antes que ella pudiera replicar la boca de él se había posado en la de ella reclamando sus labios con ansia.
Elena solo pudo responder al beso, como siempre hacía su cuerpo. La boca de él se movía de forma magistral sobre la de ella, su lengua pronto abrió sus labios y entró en su humedad cavidad, enrollándose con la de ella.
Los brazos de Dorian habían logrado desplazarse hacia abajo rodeando la estrecha cintura de ella y la apretó contra él, aun manteniéndola contra la pared.
Su boca fue implacable, lamiendo, chupando, ansiando devorar el festín delante de él y entregarle placer a la mujer en sus brazos que temblaba sin resistirse. Y era mejor así.
Prefería a Elena sana y salva dentro de esas paredes, que saber que podría correr peligro sin estar bajo su vigilancia. Al soltarla un hilo delgado y cristalino quedó entre ellos que se rompió cuando Dorian volvió a hablar.
“¿Qué te parece si los dos nos vamos de viaje… a un hotel, o a una isla? Apartado de todo, donde solo seamos nosotros dos”, pregunta Dorian.
Elena bajó la cabeza.
“Has lo que desees. No creo que eso resuelva mucho las cosas entre los dos”, respondió sin mucho ánimo. No era como si pudiera hacer algo ahora.
Estaba atada de manos y pies y su única salida que eran los papeles de divorcio también habían desaparecido.
Dorian notó que ella no parecía aún muy dispuesta, pero al menos no lo había rechazado por completo. Besó de nuevo su frente.
“Estoy seguro que sí. Escogeré un lugar en donde podamos pasar unos días tranquilos solo tú y yo”, dijo él.
Ella solo asintió lentamente. Dorian entonces bostezó. Estaba sumamente cansado.
“Estoy cansado. Iré a darme un baño y dormir un poco. Desde que desapareciste no he pegado el ojo”, le dijo él recargándose contra ella al abrazarla nuevamente, como si no acabaran de tener una discusión.
Elena no le respondió el abrazo. No tenía ganas de hacerlo. No en ese momento donde su mirada estaba vacía, Dorian notó que, aunque no lo rechazaba no respondía a él como deseaba.
Apretó los labios, lo mejor era darle tiempo a ella para que procesara todo y él aún tenía cosas que hacer. Muy importantes, por cierto.
“Nos vemos después”, le besó la mejilla a Elena y la soltó contra la pared y se fue alejando hasta cerrar la puerta del cuarto una vez salió.
En el interior Elena solo se dejó caer por la pared con la mirada fija en la puerta y las lágrimas corriendo de nuevo por su rostro. Su esposo le hacía promesas, pero se sentían vacías, y ahora estaba como al inicio. Él le había dicho tanto y a la vez no le había dicho nada.
Dorian se encaminó hacia su cuarto con León detrás de él que se había mantenido alejado para encontrarse con su jefe una vez este salió de la habitación.
“Ceo…”.
“Me iré de viaje unos días con Elena. Lo necesitará o ella colapsará con todo esto”, dice Dorian.
Fue una decisión rotunda que León no pudo reclamar.
“En ese caso acumularé todo el trabajo para que pueda adelantar lo más importante y lo que no puede quedar pendiente o yo me encargo”.
“Sabía que podría contar contigo”, Dorian ya comenzaba a quitarse la ropa en su recámara
“Otra cosa y no menos importante, pon esta casa en venta y mándame un listado de apartamentos que sean lo suficientemente seguros para comprarlo y que nadie se entere de la mudanza”, comenta al final.
“¿Va a mudarse?, León lo miró impresionado.
La mirada de Dorian lo dijo todo.
“Entiendo. Lo haré lo más rápido posible”, responde el mismo León.
“El dinero de la casa ponlo en una cuenta para Elena, que ella no se entere de la procedencia de él. Y además despide a todos los empleados. No estaré usando una casa tan grande así que no necesito tanto personal. Y menos unos que solo fueron contratados por mi padre para que me vigilen el trasero”, espeta Dorian.
“Ceo, usted…”, León estaba tieso en su lugar.
“¿Qué ocurre?”, Dorian se quitaba el cinto de su pantalón en dirección al baño de su habitación.
“No, nada, comenzaré a moverme con sus solicitudes, prometo que todo se hará con la mayor discreción”, responde.
“Que sea así. Al parecer ya no es solo mi hermano al que debo mantener lejos de Elena, sino a mi padre también”, comenta Dorian.
Por la cabeza de Elena corrían muchas cosas, tantas que le era complicado conciliar el sueño realmente. Ahora que no tenía los papeles de divorcio de su lado ni el dinero suficiente como para pedirlos sin que su esposo le tronchara los planes su mente buscaba alternativas.
Y había algunas que nunca antes se imaginó que le cruzarían. Y eso la mantuvo semiconsciente a pesar de estar acostada en la cama, tapada hasta el cuello y con el aire acondicionado demasiado fuerte para su gusto.
Así que cuando, a mitad de la noche, la puerta de su cuarto fue abierta y un característico olor se filtró, ella supo al momento quien era. No abrió los ojos ni se movió. Le daba la espalda mas no tenía que girarse para saber que era Dorian.
Apretó los ojos e intentó mantener la respiración lo más tranquila posible. Si él venía a tener se%o con ella pues no sería. No se encontraba con ganas de hacerlo en ese momento. Estaba muy confundida.
Sin embargo, Dorian caminó lentamente hacía la cama y agarrando el mando del climatizador lo reguló para que la temperatura fuera más agradable. Una vez que lo devolvió se quedó unos segundos en el borde de la cama. Elena podía sentirlo y tampoco se movió.
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