Capítulo 33:

“Solo aguante un poco más, el Ceo podrá hacer algo”, la veía caminar ahora de un lado a otro, ella no estaba bien.

“No quiero saber nada de él. De seguro pasó una noche entretenida entre sus amigos y su amante después de que lo dejé plantado. Era lo mejor que pude hacer después de humillarse delante de todos.

“Disculpe, pero ahora si no estoy entendiendo”, el rostro de León se desencajó.

“¿Tu Ceo tiene un amante y tú no lo sabes? Lo dudo”, Elena soltó una carcajada irónica.

“Pero es que el Ceo no tiene ninguna amante, no ha tocado a otra mujer desde que se casó con usted, y menos tener se%o con otras. Es un hombre fiel a usted”, responde León.

“¿Fiel? Eso no fue lo que vi ayer en la fiesta. Claro que no supo que yo lo vi abrazado cariosamente por otra mujer y besándose con ella. Lo negó cuando le reclamé, pero de que lo vi, es un hecho”, Elena alzó una ceja y se dejó caer en la cama. Su rostro duro como una roca.

“Extraño. Yo paso con él la mayor parte del tiempo, conozco sus horarios… a menos que…”, León mostró la misma expresión que había hecho Dorian antes.

“Ya están aquí”, la voz de la persona que era el eje de su conversación se escuchó en la habitación.

Al momento la atmósfera cambio y si Elena estaba arisca antes ahora lo estaba mucho más. Dorian había llegado y tenía mucho que explicar.

Después de ser avisado que Elena ya estaba en la casa había despachado todo el trabajo que tenía sin mucha atención y había salido lo antes posible.

Su cuerpo estaba tenso tanto por llegar rápido que por lo rápido que iba y en un momento tuvo que detener el auto. Su cabeza lo estaba matando a tal punto que jadeó de dolor.

Imágenes pasaron por su mente uniéndose y armando el rompecabezas que tenía. Maldijo. Los recuerdos de antes del accidente se vislumbraron y lo dejaron temblando y pálido en el asiento, Jadeó varias veces al punto que su garganta se secó.

Odiaba cuando pasaba eso y era constante. No era nada agradable.

Con las manos aun temblando agarró el timón del auto y se encontró que le resultó incómodo volver a manejar. Hizo una sonrisa extraña en su rostro.

Había manejado desde que tenía edad para poder hacerlo, no por un accidente iba a quedarse varado temblando como un cordero. No cuando tenía a su esposa ya en la casa, después de buscarla por toda una noche y entre los dos había muchas cosas que explicar.

Así que respirando profundo se llenó de valor y arrancó el auto a pesar de que su cuerpo se resistía.

Una vez dentro de la mansión subió rápido las escaleras y antes de entrar escuchó algo de la conversación que se desarrollaba dentro de la habitación de Elena. Al parecer tendría que intervenir rápido. Su esposa pensaba que le estaba siendo infiel.

“Ya están aquí”, entró de forma pausada e intentando parecer tranquilo.

Todo lo contrario, a su estado desgastado después de no dormir en toda la noche y abrumado por la situación. Además, el dolor de cabeza no había cesado.

Pero de algo estaba seguro. No dejaría escapar a la mujer que estaba sentada en la cama y que evitó su mirada. Se notaba sumamente molesta, tensa, dolida y decepcionada.

“Ceo”, León se giró hacia él para comenzar a hablar cuando este le hizo un movimiento de la cabeza.

“Ve afuera, déjame tratar con la situación”, le pidió sin apartar su atención de Elena.

El secretario no objetó nada y se dio media vuelta para salir de la habitación y dejar que la pareja resolviera sus diferencias. Al escuchar la puerta cerrarse detrás de él Dorian comenzó a caminar en dirección a Elena.

“No te acerques”, ella giró su rostro y lo fulminó con sus orbes cristalinos por presencia de lágrimas que aún no había derramado. Mostraba total rechazo hacia él.

“Elena ¿Dónde pasaste la noche?”, no estaba molesto.

Quizás en la noche si lo había estado después que ella había huido de él de aquella forma, pero mientras pasaban las horas y notaba que no había noticias de ella, una preocupación abrumadora lo había invadido.

“¿Acaso te interesa? De seguro no tuviste tiempo para que te importara donde dormía. Muy bien acompañado”, remató, ella le respondió desviando de nuevo la mirada.

Dorian tomó una respiración profunda.

“Después de que te fuiste, te perseguí en el auto, pero lo perdí. Y mandé a todos mis hombres a buscarte. No dormí en toda la noche ni lo he hecho todavía. No he estado con más nadie que revisando mi celular a ver si te localizaba. Puedes encenderlo para que veas los mensajes y llamadas”, le dijo él dando otro paso hacia ella, pero se detuvo al verla crispar.

“¿Quieres que te crea? ¿Es otra excusa que me pondrás como todas las que de seguro ideaste en todos estos tres años que hemos estado casados? Ah, no verdad, este matrimonio fue arreglado, no teníamos sentimientos entre los dos, por lo que… qué necesidad había de cumplir las obligaciones matrimoniales”, Elena soltó una sonrisa irónica.

“Elena, estás hablando lo que no es…”, sus palabras se interrumpieron cuando ella se levantó esta vez airada. Las lágrimas que antes estaban en sus ojos se habían derramado y corrían por sus mejillas.

“¿Acaso me equivoco? Me llevaste a una fiesta por primera vez para qué… para humillarme asquerosamente. Me dejaste en un lado después de hacerme sentir como una pieza de circo donde todos tus conocidos sabían de mi existencia, pero solo reflejaban lástima al verme, y después te fuiste para revolcarte con otra”, le gritó.

Dorian se quedó con la respiración atorada en su pecho y pestañeó.

“Nunca fue mi intención hacer que te sintieras de esa forma. Quería que las personas con las que me relaciono te conocieran como mi esposa y…”.

“Ah, eso, eso es en lo único que te fijaste”, ella soltó un bufido pesado.

“No sé ni por qué estamos teniendo esta conversación. Tú mismo lo dijiste hace tres años. Me dejaste bien claro que no querías casarte conmigo. No sé por qué me tomo el tiempo de reclamarle a un hombre al que no le importó”, se giró para no verle el rostro.

“Elena te equivocas. Tú si eres importante para mí. Sino no estuvieras aun casados”, la agarró de los hombros y después de hablar con la voz sumamente grave.

“Estas mintiendo, me dejaste en el medio de la sala para ver a tu padre, pero yo te vi. Te estabas besando con una mujer en el balcón. Acaso me vez cara de idiota a la que puedes mentir y dejar en una jaula de pájaro para abrirle las piernas cada vez que quieres. Esto no da para más Dorian. Deberíamos divorciarnos”, ella movió sus brazos para soltarse de él y puso distancia entre ellos.

El semblante de Dorian se ensombreció.

“Antes que te sigas alterando Elena, en primera no te voy a dar el divorcio. Y en segunda. Si ayer me viste con una mujer… no me estaba besando con ella. La estaba abrazando y nunca podría hacerle nada de lo que imaginas. La mujer que tenía en mis brazos ayer era… mi madre”, trata de explicar él.

Si antes Elena estaba confundida ahora lo estaba mucho más con las declaraciones de su esposo. Él acaso estaba jugando con ella poniéndole excusas de aquí para allá para mantenerla retenida.

“Me sigues mintiendo, ahora me dices eso, ¿Qué me dirás después?”, la expresión de ella era sumamente dolida. Dorian suspiró profundo.

“¿Por qué te mentiría? ¿Acaso crees tengo la necesidad de hacerlo? Ayer cuando te dejé tenía la intención de saludar rápido a mi padre, no quería que estuvieras cerca de él y su grupo. Él no es tan buena persona, pero nunca me imaginé que hubiera traído a mi madre con él”, dice él.

“Sabes que estoy teniendo problemas con mis recuerdos, pero al verla me invadió una nostalgia que no pude resistir. Puede que desde el ángulo que nos viste pareciera otra cosa, sin embargo, solo la estaba abrazando”, termina de decir.

Elena negó con la cabeza. No quería dejarse convencer y retrocedió cuando Dorian comenzó a caminar hacia ella. Pronto su espalda chocó contra una de las paredes del cuarto.

“Si no me crees puedes preguntarle a León o pedirle el registro de todas mis actividades diarias. Incluso yo mismo lo revisé después del accidente para saber mi rutina. En él no hay ningún hueco para meter a una mujer. Apenas tenía tiempo para dormir. Puedes preguntar en la empresa o a cualquiera y todos te dirán lo mismo. No estuve con otra mujer aparte de ti desde que nos casamos”, explica él.

Elena seguía negando con la cabeza. No se quería dejar convencer porque sabía que al final a la que le dolería sería a ella. De que valía ilusionarse si todo después se desvanecía de sus manos.

“Sigo pensando que es mejor divorciarnos, cada uno tomar su propio camino” insistió, pero esto enfureció a Dorian.

“¿Qué tengo que hacer para que me creas? Te estoy explicando. Intento pasar más tiempo en la casa, hacer que te sientas bien, pero tú aún me sigues rechazando”, esta vez fue él el que alzó la voz sobresaltándola pegando su mano al otro lado de la cabeza de ella.

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