Capítulo 24:

La boca de Elena se abrió.

“Si, preciosa. Ahora todo el imperio de mi familia es mío y soy la cabeza de todo”, respondió él sin separar la mirada de la pantalla,

Elena se imaginó que después de perder la memoria debía ponerse rápido al día con todo lo del trabajo y recordarlo. Los ojos de él se movían de un lado a otro en la pantalla de forma agitada.

“Entiendo”, ella se concentró de nuevo en su comida.

Acaso aquello no hacía que fuera más complicado divorciarse de él… sería un escándalo si alguien como él se divorciaba a solo un mes de hacerse con su imperio. Cada vez aparecían más obstáculos.

“¿Ocurre algo Elena?”, escuchó la voz de él pero ella negó rápidamente. No era como si pudiese decirle eso.

Después de varios minutos Dorian por fin se levantó y agarró su saco para irse. Elena no lo hizo. No estaba familiarizada con despedirlo, pero le impresionó cuando él se detuvo al lado de ella.

“¿Mi esposa no va a despedirme a la puerta?”, pregunta Dorian.

Elena desplazó su mirada de la de Dorian a la de León y después de vuelta y asintió. Sabía que era mejor no poner resistencia, Se levantó lentamente cuando su cintura fue rodeada por los brazos de su esposo y un beso se depositó sobre su boca.

“Preferiría quedarme aquí y pasar más tiempo contigo, pero tengo reuniones que atender. Intentaré volver para la cena”, él se justificó, algo que nunca antes había hecho.

Elena no le pudo responder. Dorian apenas si pasaba tiempo en la casa antes, que le dijera que haría el esfuerzo para volver temprano fue otra las cosas que se unió a la caja de sorpresas. No podía creer que un hombre cambiara tanto solo por perder la memoria.

“Ven”, la soltó, pero la agarró de la mano y la llevó hacia la puerta para que lo despidiese.

Allí se inclinó y la besó de nuevo sin importar el mayordomo y las dos empleadas cerca. Y mucho menos de León. Las piernas de la mujer temblaron y su rostro quedó rojo cuando él soltó su labio inferior y pasó el dedo por la piel enrojecida y húmeda.

“Nos vemos más tarde”, no sonreía, pero en sus ojos había un brillo peligroso.

“Ten buen día”, fue lo que pudo responder ella antes de verlo salir seguido de su secretario.

Cuando la puerta se cerró no pudo contenerse más y se desplomó en el suelo quedándose sentada sobre el suelo.

“¿Se encuentra bien?”, Rafael se arrodilló a su lado.

No, no estaba bien. Su cabeza dolía y se encontraba danzando en una cuerda floja donde sus sentimientos pasados amenazaban con salir a flote.

Elena se mantuvo la mayor parte de la tarde encerrada delante de su computadora trabajando en una nueva campaña publicitaria que le había llegado mediante una recomendación, La ganancia sería grande, pero estaba en duda a donde debía cobrarla.

Los pagos electrónicos serían a sus cuentas personales donde su padre accedería. Quizás tendría que cambiar a cambios en cheque y efectivo. Sumida en esa incógnita su puerta fue tocada.

“Señorita Elena la buscan abajo”, le informan.

Ella se levantó y abrió la puerta. Rafael tenía el rostro tenso.

“¿Quién es?”, pregunta.

“Su cuñado. El Señor Klaus”, éste pareció dudar.

Ante la noticia Elena se quedó sorprendida recordando precisamente lo que había ordenado Dorian pero no pudo reclamar.

“Elena”, Klaus se acercaba a ella por el pasillo como si la casa fuera de él. Como si fuera el dueño absoluto. Esperó que él se detuviese delante de ella.

“Si mal no recuerdo Dorian no quería que estuvieses aquí”, no quería buscarse más problemas de los que ya tenía y menos con su esposo.

“Mi hermano no está en casa, no le molestará que venga un momento sobre todo cuando necesito hablar contigo”, el ceño del recién llegado se frunció.

Los ojos de ella se posaron en Rafael que solo hizo un movimiento de la cabeza y se fue alejando. A Elena no le gustaba esa reacción.

Nunca había tenido una buena impresión de él, más bien, parecía como una rata por toda la casa que vigilaba los pasos de sus dueños. Y ahora, después de desobedecer la clara orden que había dejado su esposo como que algo estaba extraño.

“Elena, realmente tengo que hablar contigo. Entremos”, la llamada de Klaus le hizo girar la cabeza para enfocarlo.

Elena negó con la cabeza. Ese era su espacio privado. No podía dejarlo entrar.

“Somos cuñados pero no tenemos la confianza suficiente para que entres aquí. Bajemos a la zona de visitas”, dijo ella rotundamente.

Las manos de Klaus se cerraron en un puño duro hasta que sus nudillos se volvieron blancos, pero asintió un poco renuente. Elena cerró la puerta detrás de ella y caminó intentando poner distancia entre ellos hasta una de las salas. Dejó la puerta abierta a pesar de ser una estancia grande.

No quería rumores expandiéndose. Lo que sí, notó algo. No había empleados por los alrededores. Algo que cuando estaba la presencia de su esposo eran como hormigas aun si no tenían que hacer nada hacia él.

“¿Qué deseas decirme?”, le preguntó una vez que le indicó sentarse frente a ella al notar la intención de Klaus de hacerlo a su lado.

Conocía las intenciones del hombre. La última conversación entre ellos había sido incómoda.

“¿Has pensado en mi propuesta?”, otra vez sacaba el asunto y por su rostro serio buscaba una respuesta.

“No es una respuesta que tengo que pensar. Somos cuñados y estoy casada. No soy una persona infiel”, le responde.

“No te estoy diciendo que seas infiel. Sepárate de él. Divórciate. Sé que estuviste en busca de los papeles con un abogado”, ofrece él.

El cuerpo de la mujer se tensó.

“¿Acaso me estás siguiendo?”, ella era ahora la que tenía el ceño fruncido.

“Tengo mis métodos para saber las cosas que me interesan. Y tú me interesas mucho desde la primera vez que te vi. Deberías haberte casado conmigo, no con mi hermano que no te valora”, dice Klaus.

No tenía que echarle más sal a la herida. Ella sabía bien que la atención que estaba recibiendo por parte de Dorian era porque él no recordaba nada, sin embargo, eso era un asunto de ella, no de terceros. Además…

“Me está incomodando Señor Pickman ¿Quién le dijo a usted que los papeles de supuestamente divorcio eran para mí? Tengo alguien que me pidió el favor de conseguírselos”, le dijo seria.

Si ella se divorciaba no iba a empatarse con el hermano de su ex. Primero tenía escrúpulos, y segundo, lo que menos quería era estar relacionada con esa familia.

“Elena, eres una mujer hermosa, te lo comenté, te puedo hacer feliz. En tu rostro se nota que no eres feliz. Mi hermano ahora se hizo del imperio de la familia y eso le quitará más tiempo. ¿Acaso piensas quedarte aquí como un adorno como ha sido durante estos tres años? Además, a mi lado no tendrás que sufrir el mismo destino de todas las primeras damas de la familia Pickman. Soy el mejor partido”, Klaus fue al lado de ella suspirando pesadamente.

Elena pestañeó interesada.

“¿Qué dijiste?”, pregunta.

“Que soy el mejor partid…”.

“No eso… lo que dijiste antes”, inquiere.

“Lo que le ocurre a todas las primeras damas de nuestra familia. Por favor, eso es algo que saben muchos, aunque solo lo comentan a espaldas de los demás ¿Cómo no lo vas a saber? Aunque el imbécil de mi hermano creo bastante problemas por no llevarte a la mansión cuando debía”, Klaus se acomodó más cerca de ella ahora que había captado la atención total de ella.

Elena escuchaba todo con atención, aunque parecía que Klaus no tenía intenciones de darle muchos detalles aun cuando siguió preguntando. Todas las respuestas terminaban dando la conclusión de que él era mejor partido que su hermano.

“Señor Pickman, yo no estoy interesada en su propuesta. Además… se corrió el cuello de la blusa dejando a la vista las marcas de besos que adornaban su cuello”, ella suspiró algo cansada de escucharlo. No tenía sentimientos por él por mucho que él se lo propusiese.

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