Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 23
Capítulo 23:
“Nunca dije que íbamos a tener se%o mi hermosa esposa, pero podemos divertirnos de varias maneras”, comenta.
Elena apretaba los labios intentando contener sus g$midos, aunque esto no parecía que le gustase a su esposo. Dorian tenía sus brazos hacia arriba contra la pared agarrando sus muñecas fácilmente con su mano grande, mientras la otra apretaba su cintura.
La cadera de él se estrellaba contra la de ella con cada embestida creando un obsceno sonido húmedo.
“Aprieta un poco más las piernas Elena”, él se inclinó y le comenzó contra el oído.
La mujer negó con la cabeza sin tener fuerza para eso. El miembro del hombre se restregaba entre sus muslos maltratando su se%o a la vez.
El glande se rozaba con su cl!toris con cada movimiento de adelante y atrás. El interior de la piel de sus muslos cada vez estaba más enrojecido y ella sentía su cuerpo temblar por completo por la estimulación.
Sus rodillas amenazaban con doblarse. Solo no caía por completo por el agarre de él. Dorian bufó contra su nuca cuando la lamió.
“Se siente realmente bien aun si no estoy dentro de ti, eres tan suave y húmeda”, hizo otro movimiento y su pelvis chocó contra las nalgas de su esposa.
Elena apretó los ojos. Sentía que se estaba desmoronando. Los roces contra su sensible se%o con cada constante embestida, los besos en su cuello, una de sus zonas más sensibles y donde de seguro quedarían marcas y el tono empleado por él realmente la estaba llevando al límite.
“Déjame oírte Elena”, Dorian fue aún más insistente y la mano sobre la cintura de ella se había desplazado y ahora se encontraba sobre uno de sus senos. Apretaba el sensible y rojo pezón entre las yemas de ellos.
“G!me para mí. Déjame saber cuánto te gusta lo que te estoy haciendo. No te contengas”, ordena Dorian.
Y aunque ella quería mantener algo de dignidad, no pudo cuando su pezón fue apretado a la vez que su cl!toris fue estimulado por la presión sobre él. Su cadera tembló y su boca se abrió dejando salir un g$mido tras correrse.
Toda su piel se erizó ante la oleada eléctrica que la atravesó. Quizás no tan fuerte como estaba acostumbrada, pero si se sintió realmente bien. Eso no lo podía negar.
Ante la reacción de ella, y el líquido caliente sobre su miembro él se rozó tres veces más contra ella sacándole otro g$mido debido a la estimulación.
Saliendo de entre los muslos de ella se sobó su miembro, dejó caer su cabeza hacia atrás y se corrió. Hilos de s%men cayeron sobre las nalgas y muslos temblantes de la mujer de forma er%tica.
Una sonrisa adornó el rostro del hombre y la atrajo hacia él abrazándola. La sentía como si fuera una muñeca jadeante y sin fuerza en sus brazos.
“Lo hiciste muy bien pequeña”, le besó la mejilla mientras Elena solo podía recargarse contra su cuerpo y dejar caer la cabeza hacia atrás. Sus ojos amenazando con cerrarse.
Y aunque su trabajo era supuestamente ayudar a su esposo debido a que acababa de salir del hospital no supo en qué momento había perdido el conocimiento.
Elena abrió los ojos para encontrar sobre ella un techo que no conocía, más bien, todo el entorno a su alrededor apenas si le era familiar. Estaba media adormecida y afuera marcaba que era de tarde. Las cortinas estaban corridas y a su lado se encontraba
Dorian completamente dormido. Su guapo rostro no mostraba ápice de tener intenciones de levantarse. Sus brazos rodeaban la cintura de ella estrechándola con fuerza.
Elena lentamente comenzó a sentarse en la cama y se corrió el cabello hacia atrás. Se miró encontrando que estaba completamente desnuda en medio de las sábanas de seda negra junto a su esposo.
Y aquella era la habitación de él, la cama de él, con el olor de él por todos lados. Había soñado varias veces en despertar allí junto a Dorian y recibir su cariño sincero. No en esta situación donde él no recordaba absolutamente nada.
Apretó sus labios. Su cabeza dolía. Estaba realmente confundida y su pecho dolía. Lentamente se desplazó saliendo del agarre del hombre y se levantó de la cama.
En la mesita de noche había un frasco con pastillas que ella reconoció como el medicamente que Dorian necesitaba debido al impacto en su cabeza. Estas lo mantendrían en shock posiblemente por varias horas más.
Tiempo que ella necesitaba para pensar. Miró alrededor de la habitación para no encontrar su ropa. Ni siquiera en el baño. No le quedó más remedio que agarrar una de las camisas de su esposo y cubrir su desnudez para volver a su propia habitación.
Solo que en el camino corto encontró a Rafael en el pasillo. Las mejillas de ella se sonrojaron y entró rápido. Elena se dejó caer en la cama y escondió su rostro entre sus manos.
Tantas cosas surcaban su cabeza. Estaba la posibilidad de simplemente disfrutar todo aquel momento junto a Dorian hasta que él recordara todo, y tal vez el seguiría tratándola como ahora, como su esposa, o podría volver a ser el mismo hombre frío de antes.
No lo sabría sino pasaba el tiempo. Por ahora solo podría estar al lado de él y ver como se desarrollaban los hechos, aunque Dorian no lo estaba haciendo nada fácil.
Elena comió sola la cena dado que su esposo aún no había despertado, pero cuando casi iba a dormir, después de terminar uno de los proyectos en la computadora la puerta de su cuarto se abrió. Fue precisamente Dorian el que entró con el ceño fruncido.
La mujer pestañeó extrañada ante su reacción dejando las manos en el aire que antes estaban destinadas a acomodar su cama.
“¿Por qué vas a dormir aquí?”, le preguntó él doblando los brazos sobre su pecho apenas cubierto por la bata de seda negra.
“Porque este es mi cuarto”, Elena hizo una mueca con la boca.
“Ya tuvimos esta conversación antes Elena. Somos esposos, y no tengo la intención de dormir solo. No me importa si dices que antes no era así”, él entrecerró los ojos.
Elena se quedó sin palabras como estaba ocurriendo cada vez que iniciaba una conversación con él. Lo vio acercarse y la agarró la barbilla acercando sus labios a los de ella, pero sin besarlos.
“Decide de una vez cariño. Mi cama o la tuya. El resultado será el mismo”, dijo de ultimátum.
Como mismo decidir si pedir el divorcio o no había sido tortuoso para ella, hacer esta decisión de si en su cuarto o en el ella tampoco había sido nada fácil.
Y estaba asustada, no mentiría. Miró por encima de su hombro su cama, esa donde era que habían mantenido sus pocos encuentros maritales y sus mejillas se sonrojaron. Cada vez que él entraba a su cuarto terminaban desnudos sobre ella aun si no había intercambio de sentimientos.
Este caso no lo creía diferente, después de todo le habían prohibido tener se%o, pero eso no lo había limitado a que casi la hubiera follado contra la pared del baño. Y su incertidumbre e incomodidad pareció reflejarse en su rostro.
“Solo vamos a dormir. Ya tendremos tiempo para lo demás”, Dorian besó y mejilla y habló contra su piel.
Elena apretó los labios ante sus palabras creyendo que él diría la verdad. Y si fue así para impresión de ella. Al final había preferido ir al cuarto de él, de esa forma sentía que no perdía su independencia en el único espacio que podría considerar suyo.
A mitad de la noche ella se encontró entre los brazos de él. El hombre dormía profundamente dado los medicamentos. No era el caso de ella. Su corazón quería salirse de su pecho.
Dormir así se sentía realmente bien. Quizás porque nunca había tenido la oportunidad real de disfrutar aquella sensación. Su corta vida no había estado rodeada de amor y calidez desde que tenía memoria.
Alzó un poco la cabeza para tener el rostro de Dorian frente al suyo. La respiración de él era constante y pacífica. Sus largas pestañas negras hacían sombra sobre sus pómulos.
Era realmente un hombre hermoso, con un aura que pondría de rodillas a cualquier mujer. Muchas querrían estar a su lado, pero en cambio, ella… quería alejarse… o ya no sabía bien.
Elena miró disimuladamente a Dorian desayunar delante de ella, aunque tenía un Tablet en la mano y detrás de él a León dándole indicaciones.
Una escena bastante inusual dado que no solían comer juntos. Su esposo tenía ahora mucho trabajo después de darse unas mini vacaciones, parecía ajetreado.
“Ceo, esto y esto es lo más importante”, León le indicaba.
Fue entonces que ella cayó. Había estado tan centrada en sí misma que no se había dado cuenta.
“¿Ceo?”, antes León no lo llamaba así.
“El Ceo Dorian hace poco se convirtió en el dueño de todos los negocios de la empresa por derecho. Era lo que estaba estipulado”, el secretario alzó la cabeza.
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