Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 22
Capítulo 22:
Dorian ya comenzaba a quitarse el pantalón.
“Aún me duelen partes del cuerpo y no me puedo mover con facilidad”, le decía aquello, pero la acababa de cargar sobre el hombro como si ella no pesara nada.
“Y eres mi esposa. Quien mejor para que ayude a su esposo herido. O acaso tengo que mandar a buscar a una de las empleadas”, espeta Dorian.
Elena no supo por qué, pero el comentario final de él hizo que una vena palpitara en su frente. Con ella delante y hablando de otra mujer. La idea le pasó por la mente y… no le gustó para nada. Era como aquella vez que el hermano de él había mencionado el hecho que él la había traicionado y Dorian negó.
Era el mismo sentimiento amargo. Y quizás fue por esa incomodidad que no deseaba que se ampliase que llevó sus dedos a los botones de su blusa y comenzó a desabotonarla, bajo la mirada triunfadora y expectante de Dorian.
Las manos de Elena temblaban mientras pasaba la esponja por la espalda ancha y musculosa de Dorian.
Sus mejillas estaban sonrojadas y no podía decir si era debido al agua caliente o a la vergüenza. Estaba completamente desnuda con él, dentro de la ducha. Nunca se habían bañado juntos en todo lo que llevaban de matrimonio
“Elena”, escuchó la voz de él que la llamaba por encima de su hombro y se giró para estar frente a ella.
La mujer había retraído sus brazos hacia su pecho para cubrirlos, pero sus muñecas fueron agarradas por las manos de Dorian que las llevó junto con la esponja hacia su pecho.
“Esta parte aún tiene que ser limpiada”, dice Dorian.
Elena apretó los labios. Podía ver la pisca de burla en los ojos grises de su esposo a pesar de que su rostro estaba serio. Estaba jugando con ella con su provocación, y había caído fácilmente. Por lo que no movió sus manos.
“Creo que puedes hacerlo tú”, no sabía bien para donde mirar, para arriba su rostro, para abajo… el miembro de él.
“Estoy herido, ya te lo comenté, siento dolor si muevo mucho mis brazos”, él movió sus manos de forma circular junto con las de ella causando que la esponja causara espuma sobre su pecho duro y trabajado.
“Solo le pedí ayuda a mi esposa en esto tan simple”, usaba aun tono seductor y embelesante. Elena frunció el ceño.
“Después de esto me salgo de la ducha con las mejillas ardiendo”, dijo con un murmullo y comenzó a restregar el pecho de él para seguir con su cuello, Dorian se relamía con disimulo los labios con la atención fija en los pequeños pechos adornados con la rosada ciruela que hacía rato le tenía la boca haciendo agua.
Algunas motas de espuma habían caído se derretían entre ellos de forma excitante. Quería chuparlos para dejarlos rojos y muy Hinchados.
Su miembro palpitó entre sus piernas y comenzó a llenarse. Dorian comenzó a moverse mientras Elena estaba centrada en limpiar sus brazos y la hizo retroceder lentamente hasta que ella soltó un quejido.
El frio de las baldosas de la pared de detrás de ella la hizo mirar por encima del hombro dándose cuenta de su posición, ahora se encontraba atrapada entre la pared y él.
“Dorian”, su voz salió nerviosa y podía jurar que la temperatura del cuerpo de él había aumentado. Y hasta se veía más grande.
“¿Me tienes miedo Elena?”, la vio negar con vacilación.
“Soy tu esposo, si estamos casados es porque nos queremos ¿Por qué eres tan cautelosa conmigo?”, pregunta molesto.
Él quería que se lo dijera con más detalle.
“Nosotros nunca nos hemos bañado juntos”, su voz temblaba
“Tampoco hemos estado tanto tiempo completamente desnudos uno a la vista del otro”, recordaba que las pocas veces que habían tenido se%o, al menos había prendas de ropa entre ellos.
Dorian tenía el ceño fruncido.
“Pues bien, estúpido debía de ser para no saber valorar lo que tengo delante”, se relamió, esta vez mucho más evidente que antes haciendo sonrojar tanto con su gesto, como con sus palabras a Elena.
Ella no le respondió, porque si él decía eso de sí mismo, que quedaría para que ella dijera. Además, él repetía desde que se despertó que ella era su esposa, una y otra vez, como si quisiera recordarlo… o recordárselo a ella.
“En ese caso”, él se inclinó hasta que sus labios estuvieron a la altura de la oreja de ella, como mismo agarró sus manos con la esponja envueltas en mucha espuma del gel, y las desplazó hacia abajo, dejándolas justo encima de su miembro ya completamente duro.
“No creo que sea mal momento para comenzar a ser más activos ¿No crees?”, le pregunta.
Elena soltó un chillido y abrió sus manos. La esponja cayó en el suelo, pero sus manos no pudieron ser retiradas por el agarre de él. Ahora sus dedos estuvieron en contacto directo con el miembro caliente de él.
“Tócame, Elena”, Dorian jadeó contra su mejilla.
“No, espera”, ella g!mió cuando sus dedos tuvieron contacto directo con la caliente piel.
“Yo… yo nunca lo he hecho”, confiesa Elena.
Dorian alzó la cabeza y la miró dubitativo.
“¿Nunca lo has tocado directamente?”, pregunta curioso Dorian.
Ella sacudió la cabeza agitando algunos mechones mojados. Cada vez que ellos tenían se%o, si era intenso pues Dorian solía dejarlo todo en la cama y la dejaba jadeando y agotada, pero ella nunca tenía tiempo ni la confianza para recorrerlo con sus manos y boca.
Así que estar haciendo eso era algo nuevo pues nunca había estado en la cama de nadie más. Y al parecer eso a Dorian le gustó pues sus orbes brillaron.
“Déjame enseñarte entonces”, volvió a inclinarse y le habló al oído con voz sensual, lamiendo el lóbulo.
La sintió estremecerse bajo su toque. Elena por su parte no comprendía en qué momento había pasado de querer el divorcio a estar con esa misma persona, con su miembro entre sus dedos.
Tragó en seco. La textura, a pesar de la espuma era dura, pero a la vez aterciopelada y caliente, húmeda. No sabría describirlo bien.
“Agárralo una mano sobre la otra y comienza a moverlas de arriba abajo. Has presión sobre todo en la base y el glande”, ordena.
Casi hipnotizada Elena comenzó a hacerle caso y moviendo sus manos de arriba abajo. El miembro de Dorian era largo y grueso por lo que sus manos lo cubrían en parte.
Cada vez que apretaba sobre todo el glande lo oía g$mir contra su cuello y los músculos de su abdomen se tensaban dejando ver mejor la definición de ellos. Al parecer ella lo estaba haciendo bien y que a él parecía gustarle.
“Hazlo más rápido, se siente rico”, le indicó él lamiendo su cuello.
Elena se mordió el labio. El movimiento de sus manos aumentó la velocidad un poco. Estaba resbaloso por el líquido que salía del glande enrojecido.
“Así, un poco más, lo estás haciendo bien”, le incitaba él.
Cada uno de sus manos se había puesto a cada lado de la cabeza de ella para no dejarla escapar. Las caderas de él comenzaron a moverse a la par de las manos de ella y eso pareció impresionarla.
“No pares”, le lamió la oreja escuchando como ella jadeada aun si no estaba siendo estimulada directamente.
Lo bueno es que Elena era obediente y siguió con su agarre sintiendo como el miembro en sus manos comenzaba a palpitar. Él se correría pronto por la estimulación de ella.
Solo no se esperó que él corriera su cadera completamente hacia atrás dejando sus manos en el aire embarradas de espuma y pre semen, fuera agarrada de los hombros y girada en el lugar.
Su cuerpo ahora estaba pegado contra la pared mientras las manos de él echaban hacia atrás su trasero done encima de sus nalgas se posicionó el miembro palpitante de su esposo.
“Espera, Dorian”, ella jadeó pensando que él la penetraría de golpe.
No negaba que estaba húmeda por la escena er%tica anterior, pero hacía un tiempo que no lo hacían y ella era bastante estrecha. Le dolería. Pensó rápido.
“El doctor dijo que no puedes tener se%o”, le recuerda.
Dorian se inclinó dejando que el pecho fornido de él acariciara la espalda temblante de la mujer.
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