Divorcio en peligro, el CEO perdió la memoria -
Capítulo 18
Capítulo 18:
“Klaus, será mejor que calles tu boca”, la mano de Dorian se apretó aún más sobre la muñeca de su hermano.
Elena por su parte sentía como Klaus la aferraba más fuerte y en su rostro había una mueca de dolor. Tampoco deseaba estar en medio de una disputa familiar cuando los dos hermanos hablaban de su situación sin ni siquiera preguntarle a ella que le interesaba.
“Suéltame”, ella pidió con los labios apretados ante las pulsadas de dolor de los dedos de él enterrados en sus brazos.
Fue entonces que Klaus se dio cuenta que estaba haciendo y comenzó a aflojar su agarre, momento que aprovechó Dorian para empujarlo y ponerlo lejos de ella.
“Te lo diré por última vez. No vengas a esta casa a menos que sea estrictamente necesario y no te acerques de nuevo a ella”, parecía que gruñía.
Dorian se había puesto delante de la mujer que se sobaba los brazos.
“Imbécil. Cada vez que vengo aquí veo que la cara de Elena cada vez es más sombría, no sonríe como el primer día que la vi. Acaso pretendes tenerla aquí como una muñeca mientras tú vas a eventos y fiestas y no la llevas, no la presentas como tu esposa. Porque no te hagas el marido perfecto, tres años han pasado y en nuestra familia se hacen fiestas hasta por gusto, y en ninguna ha estado ella”, Klaus tenía el ceño fruncido.
“Cállate Klaus”, Dorian alzó tanto la voz que Elena se estremeció detrás de él escuchando también las palabras que decía su hermano.
“Ah claro, quieres que me calle para que ella no sepa que lo más seguro es que le hayas sido infiel con ¿Cuántas mujeres? Seguro que cientos”, dice Klaus.
“Klaus”, los puños de Dorian estaban tan apretados a cada lado de su cuerpo que sus nudillos estaban sumamente blancos.
“Señor Klaus, por favor, retírese como le ha pedido el Señor Dorian, esta es su casa después de todo. No puede venir a hacer un escándalo o puede llamar a seguridad y sacarlo por la fuerza”, Rafael, el mayordomo se acercó cautelosamente dado que la discusión se estaba volviendo aún más acalorada.
“¿Sacarme por la fuerza? Ya quisiera verlo. Esto no se va a quedar así Dorian”, Klaus chasqueó la lengua y se dirigió hacia la salida. Sin embargo, le dio una última mirada a su hermano
“Piensa en lo que te dije Elena”, le dijo a la mujer antes de desaparecer de la sala.
Dorian se llevó la mano al rostro y respiró profundo.
“A partir de ahora él no puede entrar a esta casa a menos que yo lo ordene. Y menos a ver a mi esposa”, Dorian estaba molesto y tenso. Miró por encima del hombro.
Elena cerró los ojos. Estaba contrariada, sobre todo después de escuchar todo lo que Klaus había hecho.
“Elena”, escuchó a su esposo mirarla y ella alzó la cabeza
“Tengo mis razones para hacer lo que hago”, su voz era fría.
“Y no te he sido infiel en estos tres años que hemos estado casados”, ella no supo por qué, pero esas palabras al igual que su tono se oyeron completamente vacíos. En su cabeza muchas cosas retumbaban, muchas cosas en las que tenía que pensar.
“Pero tu hermano tiene razón, nunca me has llevado a ninguna de las fiestas de tu familia. Hemos salido en estos tres años… una, dos, tres veces si acaso. Te la pasas de viaje y nunca estás en la casa. Solo se equivocó en una cosa, que si hemos tenido se%o”, reclama Elena.
“Elena, no voy a tener esta conversación contigo hoy”, él se apretó el entrecejo. Le dolía la cabeza
“Tienes razón. Siempre es así. Yo… iré a mi habitación”, y se giró para salir lo más rápido de allí.
Entrando al cuarto lo cerró con llave y lo cerró con llave. Si él no quería tener esa conversación, entonces… al parecer las cosas entre ellos estaban peor de lo que ella pensó.
La semana que siguió ella lo ignoró al punto que sus caminos no se cruzaron.
Había escuchado a León y él hablando en el pasillo de algo de tomar el puesto absoluto de la empresa, pero a ella no le importaba. No tenía nada que ver con eso. Se enfocó en lo más importante.
Buscar donde viviría ahora y los papeles del divorcio, usando sus ahorros para pagar a un abogado que se los hiciera sin informarle. Si la delatara, eran capaces de encerrarla para que ella no pudiese salir de aquel lugar y alguna vez ser libre.
Pero cuando por fin tuvo en sus manos los papeles listos para firmar, las maletas preparadas y con la decisión tomada, recibió aquella llamada que la ataría de nuevo.
Elena intentó moverse encontrando que le resultó totalmente difícil. Sentía su cintura apretada y su cuerpo dolía. Como si hubiera estado en la misma posición toda la noche. Y si a eso se le sumaba que había soñado con su pasado, no estaba para nada de buen humor.
Intentó moverse donde los rayos del sol golpearon su rostro. Se cubrió los ojos y abrió los ojos ligeramente. Cuando su mirada se aclaró reconoció la habitación que estaba a su alrededor, esa era la de un hospital. Su mente se aclaró de repente.
Los papeles de divorcio, el accidente, su esposo con amnesia, él desnudo, él tirándola a la cama y… quedándose dormida entre sus brazos. Brazos que ahora mismo le rodeaban la cintura y un aliento caliente salpicaba su nuca.
Elena se estremeció dada la cercanía y porque… no era nada común despertar acostada al lado de ese hombre. Aun cuando habían estado casados tres años cosas como aquellas eran tan inusuales, como si ellos dos fueran totales desconocidos.
Intentó levantarse, necesitaba alejarse de él para aclarar sus ideas, aun cuando la presión del cuerpo detrás de ella era delicioso.
Sin embargo, no debía olvidar su objetivo, ese hombre no la amaba, solo no recordaba su pasado y tenía la idea de que ella era su esposa. En cuando recobrara su memoria volvería a ser el hombre poco cariñoso y de mirada plateada fría que ella conocía.
“Estate quieta”, Dorian protestó aun sin abrir los ojos y con voz ronca y grave.
Elena que estaba a medio sentarse se sobresaltó al despertarlo.
“Necesito… levantarme”, dice ella.
“Aun no”, él tiró de ella por la cintura y la volvió a acortar esta vez frente a él. Sus brazos la envolvieron tan fuerte que ella no pudo evitar sentir la er%cción mañanera que contenía. Tragó en seco.
“Dorian, suéltame, por favor”, no estaba acostumbrada a este tipo de comportamiento de él.
Y su humor tampoco era el mejor. Él gruñó en su garganta para después darle un beso en la frente aun con los ojos cerrados.
“¿Por qué mi esposa está tan gruñona esta mañana? Deberías ser más romántica”, pasó sus manos por la espalda de ella como si la estuviese apaciguando.
Elena apretó los labios para no decir algo inapropiado. Como sería cariñosa con él si en primer lugar no había tenido la oportunidad y en segundo ellos no tenían una relación sólida como para serlos. Sin embargo, decírselo aun en el hospital no era una buena idea.
“Tengo que ir al baño”, buscó la excusa más rápido que le vino a la mente.
Al parecer eso hizo que Dorian abriera los ojos ligeramente y la mirara con ese mar de plata fundida. Esa cercanía era algo que la ponía incómoda. Podía sentir su respiración en su mejilla. Y esa sonrisa que él esbozó la estremeció.
“Acaso no has escuchado que el se%o acabados de levantar es de lo mejor”, la mano de él se desplazó hacia su espalda baja y presionó más el vientre de ella contra la er%cción de él.
“Y que cuando penetran a una mujer que quiere ir al baño la estimulación es mayor”, las palabras de Dorian hicieron que las mejillas de Elena se pusieran totalmente rojas. Ni cuando habían tenido se%o él había soltado ese tipo de cosas.
Intentó poner distancia entre ellos, pero le fue inútil, la fuerza de Dorian era mucho mayor que la de ella. Y entre forcejeos él aprovechó y se hizo de su boca.
Eso tomó desprevenida a Elena. Los labios de Dorian se sentían caliente contra los de ella. Chupaba el inferior con ansias para lamerlo con la punta de la lengua. Esa misma lengua que hizo presión para abrirlos y colarse en su interior.
Elena g!mió en su garganta cuando la lengua de él envolvió al suya haciendo el beso más profundo. La mano en su nuca no la dejaba moverse o escapar del agarre que él tenía sobre ella.
Los dedos de la mujer se enterraron en su antebrazo. Dorian sabía muy bien como besar. Eso no se le había olvidado y lo estaba haciendo como aquella vez que se habían visto por primera vez.
Incluso su vientre revoloteó y soltó un g$mido cuando él la soltó para que tomara un aire. Ahora había una sonrisa de satisfacción en el rostro del hombro.
“Abre olvidado todo, pero del sabor de tus labios no”, él se relamió de forma coqueta.
Elena, que estaba más que confundida, dado que con este tipo de hombre no sabía lidiar soltó un jadeo y sí, definitivamente tenía que salir de allí. Dorian no era para nada parecido a lo que ella conocía. Sin embargo, Dorian no tenía la intención de dejarla ir.
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