Capítulo 15:

Por su parte el secretario no se inmutó.

“Por favor, busque un abrigo. Su esposo la está esperando en un lugar que preparó”, comenta León.

Elena alzó una ceja y chasqueó la lengua. Su salida se había arruinado por completo. Dio media vuelta y fue a buscar su abrigo y volver con León. Al parecer la discusión con su esposo por un malentendido sería antes de lo que ella pensó.

Grande fue su sorpresa cuando el auto se detuvo delante de un famoso y caro restaurante, donde conseguir una mesa era toda una proeza, Las reservaciones se tenían que hacer con meses de antelación.

“Oye, no te habrás equivocado de dirección ¿Verdad?”, pregunta.

León la miró por el retrovisor.

“Para nada, su esposo la espera arriba en el área Vip”, salió del auto y le abrió la puerta a la mujer para que saliera.

A Elena casi se le cae la cara de la impresión, mas no se quiso ilusionar. Entrar a ese lugar seguro era algo normal para Dorian, quizás no para ella. Y lo más seguro era que la avergonzaría allí.

Había visto la rabia en los ojos del hombre cuando este se había retirado de la habitación. León la guio hacia arriba después de corroborar el nombre de ella en la entrada. No hubo trabas y hasta la recibieron bien.

Ambos fueron al elevador del edificio de seis plantas y este los llevó a la última, donde se repartía en cuatro terrazas una independiente de la otra, dándole tanto intimidad a la pareja, como una vista sensacional al río que pasaba Cerca.

Sin embargo, Elena no se fijó en eso, sino al hombre parado dándole la espalda, en el borde del barandal, y entre ellos dos los lo que los separaba era una mesa con una vajilla montada, un candelabro con velas y un fino ramo de rosas en uno de los asientos.

“Adelante”, le dijo León para después él volver a salir por la puerta que los había llevado allí, dejándolos completamente solos a ellos dos.

Dorian había escuchado su llegada y se giró al irse su secretario. Como siempre su traje estaba impecable, su cabello peinado elegantemente, con sus dos orbes claros que la enfocaban.

“Ven”, le indicó en dirección a la mesa, él caminando hacia la misma.

Elena se acercó cautelosa sin saber que esperar, y se detuvo sin sentarse.

“¿Esto es para qué?”, tuvo que preguntar.

La ansiedad la estaba matando. Dorian le señaló el ramo de flores. Su rostro seguía serio, aunque más sereno que en su último encuentro.

“Felicidades por tu graduación”, dice.

“Vaya”, Elena no tardó en asombrarse por el cambio radical de su esposo.

“Hoy… no me tomé el tiempo de preguntar y saqué conclusiones erradas. Estaba estresado por el trabajo”, fue lo que le dijo él. Sin embargo, no pidió disculpas.

Elena se imaginó que eso era lo más que él cedería. Se notaba que era un hombre acostumbrado a que las cosas salieran como él quisiese. Equivocarse y pedir disculpa era algo a lo que de seguro no estaba acostumbrado.

Pero bueno, poniendo en contexto, él se había enterado de su graduación… y lo iba a celebrar con ella. Había tenido el detalle, un hombre, con el que apenas había pasado tiempo, a diferencia de su padre o algún otro familiar.

Agarró el ramo entre sus brazos y acarició los pétalos de una de las rosas.

“Gracias”, aferrarse a la molestia y crear discordia no sería nada bueno para ella. Era mejor dejar correr las cosas y actuar según el momento. Y ahora lo mejor era no molestarlo.

Dorian se acercó a ella y le ayudó a sentarse y llamó al camarero para ordenar. Elena pensó que hablarían sobre diversas cosas ahora que estaban cenando, pero apenas si intercambiaron palabras.

Podía sentir el peso de la mirada de su esposo sobre ella, pero de ahí nada más. Cuando ella quería romper el hielo por no sabía qué vez, él simplemente le daba una respuesta ambigua.

No podía decir que era desesperante, pero era muy contrario al hombre hablador que se había reunido con ella. Y así la cena terminó comenzando a sonar una música suave. La mano del hombre apareció delante de ella para que la tomara.

“Bailemos”, no había rastro de su tono frío pero sus palabras eran tajantes.

Elena apartó la servilleta y agarró sus dedos que la hicieron estremecerse. Él la atrajo hacia él pegando su cuerpo, con un brazo rodeando su cintura y la otra tomando aun su mano. Ella recostó la cabeza en su pecho dada la cercanía y dejó que él dirigiera el baile lento, dejándose llevar por la música.

No pudo decir que le desagradó su celebración. La verdad fue más de lo que se imaginó. Y más cuando al regreso, antes de cada uno entrar a su cuarto él se giró y…

“Espérame despierta”, dice Dorian.

No había una segunda para ello. Ellos dos esa noche tendrían se%o.

Ver entrar a su esposo a su cuarto, con solo una bata y su cabello aun húmedo, casi una hora después hizo que el corazón de Elena palpitara fuerte en su pecho.

Era como si es noche estuviese reviviendo los sentimientos de la primera vez que se vieron. Él había sido bastante atento, la cena fue buena, el baile, las rosas que había acomodado junto con las que le habían entregado, y ahora, bueno se%o.

Realmente no se podía quejar. Y tenía que reconocerlo. Hacerlo con él era intenso, pero se sentía realmente bien.

Dorian se acercó a ella que lo esperaba parda en el medio de la habitación y la abrazó buscado sus labios para devorarlos. Las piernas de ella temblaron y él la agarró de las nalgas para alzarla haciendo que ella rodeada su cintura.

Y la dejó acostada en la cama. Y por el brillo en los ojos de su esposo sabría qué tendría que morder duro la almohada para que sus g$midos no llegaran a toda la casa.

No se equivocó. Solo no se esperaba que su fantasía se rompiese tan rápido. Después de ese día, Dorian volvió a ser el mismo hombre de siempre, aunque desayunaba en la mesa mientras estaba en el país.

Sus encuentros fueron cada vez más escasos. Él estaba consumido por el trabajo. Ella lo escuchaba llegar tarde en la noche para salir cuando aún no había amanecido.

Elena no quiso presionar y se enfocó en realizar proyectos para terminar reunir el dinero para montar su estudio de diseño. Y en esa rutina pasaron dos años, donde casi eran dos extraños en la casa.

Dorian si salía no la llevaba a los eventos, no la llevaba a salir con los amigos de él, ni ellos venían a la casa a visitarlos. Era un poco solitario la situación. Aun así, ella tuvo la esperanza de que mejoraran.

Después de todo, una que otra vez él iba a su cuarto y tenían se%o. Y en ese tiempo no se escuchó ningún escándalo de él con otra mujer. Quizás solo era cuestión de tiempo que él se desocupara un poco.

Y una tarde, después de casi 48 horas sin dormir fue a revisar sus fondos para hacer su primera inversión en un pequeño local perfecto para comenzar. Solo no se esperó que su cuenta estuviese en cero.

Ella agradeció estar sentada porque si estuviese parada hubiera colapsado. ¿Qué demonios? ¿Dónde estaban sus ingresos? Sus manos temblaban mientras marcaba el número del banco a preguntar qué había pasado.

La respuesta que recibió la hizo palidecer tanto que comenzó a tener frio. Su padre había retirado todos sus ingresos en una sola transacción. Al tener algunas acciones del banco simplemente lo había tomado. Y ella había trabajado muy duro para tener el monto que ahora ya no existía.

Tuvo que contenerse para no estrellar su celular al suelo de la rabia. Eso no solucionaría absolutamente nada. Y el sueño y cansancio que antes tenía se desvaneció por completo, Marcó el celular de su padre, pero este le dio apagado. No, ella no podía quedarse así sin más.

Llamó a la oficina de él y respondió su secretaria alegando que él ya se había regresado a la casa. Elena no esperó y agarró su bolso. Iría directo a la casa donde vivía antes. Ese dinero era de ella.

Saliendo casi choca con alguien que la agarró de los hombros. Al alzar la cabeza encontró el rostro de su esposo.

“Sales con prisa”, espeta Dorian.

“Si”, ella dio un paso atrás.

No tenía ni paciencia para hablar con él. No en ese momento. Dorian debió notar su estado porque miró hacia atrás y le indicó a León.

“Llévala”, ordena.

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