Capítulo 14:

Solo que no tenía con quien celebrarlo. Su esposo no estaba como siempre, estaba de viaje, y su padre, aunque se lo había dicho, este tenía una junta directiva que era mucho más importante que el evento de su hija.

A Elena no le importó. Reservaría toda la felicidad para ella misma. Se tiró una foto y la subió a sus redes mostrando una sonrisa sincera, una que no daba hace rato.

Al regresar a la casa dejó el ramo sobre la mesa y solo se quitó los zapatos, soltó su cabello y se acostó a dormir. Había estado nerviosa toda la noche por lo que apenas había conciliado el sueño.

No tardó en quedarse dormida profundamente. No escuchó cuando dos horas más tarde su puerta fue tocada y tras varios intentos esta fue abierta.

“Ele…”, Dorian entró a la habitación acabado de llegar de viaje pero su boca se quedó congelada al verla en vestido elegante y un ramo de flores sobre la mesa.

El primer pensamiento que pasó por su mente fue el de ella yendo a una cita. No había podido haber otra explicación. El ceño del hombre se entrecerró y apretó la agarradera de la pequeña bolsa que tenía en sus manos.

“Elena”, esta vez la llamó con la voz más grave acercándose a la mesa y mirando el ramo de flores.

No era uno caro, pero tenía rosas rojas y blancas, típicas de las que se usaban para conquistar. Lo sabía por experiencia.

Ante la llamada de su nombre y de sentir una presencia en su habitación Elena se removió en la cama y se obligó a abrir los ojos encontrando el cuerpo elegante pero tenso de Dorian cerca de ella.

“¿Dorian?”, se frotó los ojos sentándose en la cama.

“¿Acaso no eres una mujer casada ahora?”, el comentario de él estaba cargado de indignación.

Elena aún estaba medio dormida por lo que le costó reaccionar.

“Si, ¿Por qué me dices eso?”, responde Elena.

Dorian agarró el ramo de flores encima de la mesa y lo lanzó al regazo de ella. Sus ojos claros centelleaban.

“¿Entonces con quien saliste a una cita?”, cuestiona Dorian.

Y Elena aun debía estar muy dormida porque no le encontró sentido a su pregunta.

“Espera, espera”, Elena se frotó la cabeza corriendo el cabello hacia atrás.

“¿Qué estás diciendo? ¿Qué cita?”, cuestiona ella.

Dorian parecía realmente tenso y molesto.

“Acaso no te importa tu reputación, estando casada y saliendo con alguien más tan pronto”, sus palabras salían súper ácidas.

Elena ahora comenzó a comprender. Ella bien vestida, maquillada y lo que quedaba del peinado, y un ramo de flores. Normalmente las personas se arreglaban así si tenían que ir a un evento, una fiesta o… una cita.

“Oye, esto no es lo que crees”, ella quitó el ramo de flores de encima de su regazo con cuidado para no dañarlo mucho más de lo que estaba.

“Hoy fue mi…”, dice sin poder terminar.

El sonido de la puerta tocando la interrumpió. En ella apareció León que miró de uno a otro notando el incómodo ambiente. Los dos lo enfocaron y el secretario quiso salir corriendo de allí, solo que no era una opción.

“¿Qué ocurre?”, Dorian parecía aún más irritado.

León tragó en seco. Dorian molesto no era nada agradable de tratar. Era mucho más intransigente que de costumbre.

“Mi Señor, su padre lo llama en la empresa, quiere saber de antemano el estado de las empresas. Y pide que sea rápido”, informa León.

Dorian chasqueó la lengua y giró la cabeza hacia Elena.

“Cuando regrese seguiremos esta conversación”, le dijo a la mujer con los dientes apretados, Él podía tolerar muchas cosas, pero no la infidelidad, sobre todo cuando estaba casado formalmente.

“¿Para qué?”, la respuesta de ella lo sorprendió

“¿Para  que me sigas acusando de lo que no es”, espeta Elena.

“¿Cómo?”, Dorian frunció más el ceño.

“Señor Dorian”, León creyó pertinente interrumpirlos ante que las cosas se salieran de control.

Dorian cerró los ojos chasqueando la lengua. Y dándose la vuelta salió con paso pesado de la habitación. León se corrió a un lado dejándolo pasar y miró a la mujer en la cama. La despidió con un movimiento de la cabeza y cerró la puerta dejándola sola.

Elena acarició con la punta de sus dedos el ramo de flores en la cama y apretó los labios. Aquello solo era el inicio de la relación fecundada solo por intereses. Toda la alegría que había tenido por la graduación se fue esfumando, pero no lloraría, eso era en vano. No resolvía nada.

En el auto, Dorian aún estaba tenso y molesto. Sus ojos estaban ligeramente más oscuros de lo normal. León lo miró por el retrovisor y pensó si era momento adecuado para decir aquello.

“¿Señor Dorian felicitó a la Señorita Elena?”, pregunta León.

“¿Qué?”, Dorian salió de su aturdimiento.

“¿Qué si la felicitó?”, repite.

Dorian pensó que explotaría.

“¿Felicitarla por qué? ¿Por su cita feliz? ¿Engañar a su esposo en la flor del casamiento?”, cuestiona Dorian.

León detuvo el auto en el semáforo y miró hacia atrás sin saber a qué se refería eso.

“No creo que la Señorita haya tenido tiempo de ir a una cita cuando su graduación fue hoy”, le comenta.

“¿Graduación?”, Dorian parecía contrariado.

“Si, graduación. Puede revisar las redes sociales de su esposa. Publicó pocas fotos, pero están ahí. Al parecer estaba sola porque no vi a nadie de su familia”, comenta.

Rápidamente el hombre agarró su celular y lo prendió dándose cuenta que no la seguía. Él de por sí apenas usaba sus redes sociales, a menos que fuera por negocio.

“Dime como buscarla”, ordena.

León sacó su propio celular y se lo entregó. Dado que Elena se iba a convertir antes en la esposa de la persona a la que le trabajaba, debía saber de ella y dada la tecnología que mejor forma de saber lo mínimo de alguien que no fuera por sus publicaciones.

Aunque había notado que Elena apenas las utilizaba a menos que fuera por cosas de diseño.

“Hoy se graduó de Diseñadora en la universidad”, le dice y Dorian la buscó en su propio celular y revisó las pocas imágenes de su perfil, sobre todo aquella que estaba ella con el diploma en la mano y con una sonrisa en su rostro.

Se notaba feliz, pero a la vez no. Y como había dicho León, no parecía haber rastro de su padre o de algún otro familiar.

Dejó caer su cabeza hacia atrás y soltó un enorme suspiró. Él simplemente había sacado concusiones erróneas y la había acusado sin escucharla o pensar un poco más.

León se impresionó de escucharlo utilizar ese lenguaje vulgar. Solo lo usaba cuando estaba completamente frustrado.

“León. Mientras estoy en la reunión con mi padre reserva una mesa en el restaurante Star y encarga un ramo grande de rosas blancas para esta noche”, ordena Elena.

“Entendido”, León sabía que Dorian se disculparía, solo que no con palabras.

No era un hombre que cediera tan fácilmente, pero si estaba haciendo todo era que se había dado cuenta que estaba equivocado.

Elena no tenía mucho apetito para la hora de la cena. Realmente la escena de celo rarísima que había tenido su esposo era algo… rarísima. Esa era la palabra.

Había malinterpretado todo, sin preguntarle nada. Simplemente la acusó sin más arruinando la poca felicidad que le quedaba del día. Sabía que no podía quedarse así, quizás debía salir y celebrar por sus propios medios.

Así que se bañó, se vistió con un vestido largo pero casual y se destinó a salir de la mansión cuando por la puerta entró León.

“Ah no, ¿Ahora qué?”, suspiró al ver que el hombre se acercó a ella.

“¿Mi esposo te mandó a hacerme un examen de fidelidad?”, no se había dado cuenta que además de dolida… estaba irritada.

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