Capítulo 10:

Elena temblaba un poco tanto de los nervios como de la incertidumbre. Iba a tener se%o. No era estúpida. Sabía que se hacía, aunque no tenía experiencia.

Se corrió hacia atrás manteniendo sus piernas flexionadas pero cerradas hasta la mitad de la cama y vio lo que él había agarrado cuando lo lanzó a su lado. Era… una pequeña botella de lubricante y… un condón.

“Debes relajante”, Dorian se subió a la cama y se arrastró arrodillado hasta ponerse frente a ella. Una de sus manos tocó la rodilla de la mujer notando lo tensa que estaba. Su ceño se frunció.

“Si no te relajas va a dolerte mucho”, ordena él.

“Eso intento, no es fácil”, ella temblaba ligeramente y tragaba en seco.

Dorian corrió su cabello hacia atrás.

“Cierra los ojos”, le dijo él.

Ella pareció vacilar, pero le hizo caso y cerró los ojos. Tomó una profunda respiración y esperó. Se estremeció al sentir las manos de su esposo abrir las piernas, pero antes de que pudiera protestar este se inclinó sobre ella y unió sus labios.

Abrió los ojos y se corrió hacia atrás asombrada. El cuerpo grande de él ahora se encontraba alojado entre sus muslos, separándolos y podía sentir el calor de él sobre el suyo.

“Quieta”, le dijo él acomodándose contra ella. Estiró su mano y la puso sobre su nuca para mantenerla en su lugar.

Elena no se negó cuando él la atrajo de nuevo hacia él uniendo sus bocas nuevamente. La piel suave y rosada de los labios de la mujer le pareció exquisitos al hombre que chupó el inferior que era su favorito. Lo hizo, una dos, tres veces hasta que ella lentamente comenzó a responder. Aun vacilando.

Dorian jugueteó un poco con ellos, sin forzarlos. Los chupaba, los lamía de forma lenta y la guiaba para que ella aprendiera como debía besarlo.

La noche era joven y podría tomarse todo el tiempo que quisiera pues tenía intenciones de tenerla despierta toda la noche, después de todo ellos estaban teniendo su tardía Noche de Bodas.

Él fue acomodándose sobre ella hasta dejarla acostada en la cama, con él sobre ella. La cabeza de Elena recostada sobre la almohada ayudaba con el ángulo. Él ajustaba la boca a la de ella hasta que la mujer pudo seguirle el ritmo, de forma lenta, pero respondiendo. Aprendía rápido.

Se separó ligeramente para dejarla tomar aire. Su nariz acariciaba la de ella. Esperó que ella tomara aliento para esta vez reformar el beso.

Su lengua lamió entre sus dos labios y no vaciló al sentir que estos se abrían ligeramente para colarla entre ellos en la cálida cavidad. La sintió g$mir debajo de él mas no la dejó ir bajo su peso.

Su lengua rápidamente lamió el interior de su boca caliente hasta unirse con la lengua de ella y enrollarla.

La lamía, jugaba con ella. La envolvía y la atraía hacia su boca para chuparla. El sonido húmedo de sus bocas era intoxicante y hasta la saliva corrió por el borde de la barbilla de ella. Elena se removió debajo de él y la sostuvo presionándola contra la cama con su cadera.

La sensación del cuerpo temblante era estimulante para el hombre y no evitó presionar su miembro que ya se ponía duro escondido en su báta contra el calor del se%o de ella solo cubierto por la fina tela de las bragas.

La sintió ligeramente húmeda. El resultado del embriagador beso que le estaba dando. Su objetivo era excitarla lo más que podía con el objetivo que no le doliese tanto su primera vez. No era un animal.

Cuando las manos de ella apretaron sus hombros casi enterrando sus uñas dejó de torturar su lengua y la soltó no sin antes mordisquear ese labio inferior hasta dejarlo ligeramente rojo e hinchado.

La imagen de la mujer jadeante, con las mejillas sonrojadas, la saliva corriendo por el costado de su boca y los ojos ligeramente aguados fue lo suficientemente estimulante para ponerlo completamente húmedo.

Oh, sí. Ella no tenía idea de lo estimulante que era su cuerpo. Aun si era virgen.

Se inclinó de nuevo lamiendo la saliva de su barbilla oyéndola g$mir y se desplazó por su cuello, lamiendo y mordisqueando la piel, dejándola roja.

Repasó la clavícula u siguió más abajo hasta que su boca se detuvo justo sobre sus senos cubiertos por la tela. Eso no le importó y lamió el pezón que se marcaba debajo de esta dejando una marca húmeda en el textil.

Elena se estremeció. La mano de él sostuvo el pecho y lo apretó enfocando su pezón aún más y lo llevó a su boca chupando y jugando con la punta.

La sensación de la tela húmeda era extraña contra ella. La otra mano de él se desplazó hacia abajo y se coló por debajo del pullover hasta posarse en su otro seno. Sus dedos apretaron el pezón rojo.

“Ah”, ella jadeó cubriéndose la boca la boca con el dorso de su mano y apretando los ojos con vergüenza. Estaba soltando sonidos que nunca se imaginaría soltar.

Pero eso parecía estimular mucho más al hombre, que en este momento se estaba comportando más como el que había conocido en la fiesta y no con aquel bloque de hielo con el que se había casado.

Sin embargo, no tuvo tiempo de pensar mucho cuando la boca de él cayó sobre su pecho directamente. No se había dado cuenta cuando había corrido tola la tela del pullover hacia arriba dejando su pecho a su merced.

“Espera”, ella estaba roja y avergonzada más eso no lo detuvo y se devoró su pecho.

Chupando, mordiendo, dejando marcas sobre sus pezones y senos hasta dejarlos rojos, hinchados y palpitantes. Fue tan insistente que la estimulación hizo que Elena temblara y soltara todo tipo de sonidos en contra de su voluntad.

Corrientes eléctricas la recorrían ante cada lamida y el líquido de su interior comenzaba a escurrirse con más facilidad entre sus muslos.

Y cuando él alzó su cabeza cuando ella pensó que perdería control de sí misma mostrándole un brillo que la hizo temblar. Ese solo era el inicio.

Una de las manos de Elena apretaba la almohada mientras la otra cubría su boca conteniendo los vergonzosos g$midos que salían. Ligeras lágrimas rodaban por el borde de sus ojos sintiendo como la boca de su esposo devoraba sus pechos sin mesura.

Era su primera vez siendo tocada de esa forma por lo que no estaba acostumbrada y se sentía realmente abrumada. Había una sensación caliente en su vientre que amenazaba con descender y la estaba volviendo loca.

Sintió la mano de Dorian bajar por su vientre raspando con sus cortas uñas su piel hasta llegar al borde de la ropa interior.

Elena quiso cerrar las piernas por reflejo sabiendo a donde se dirigía, pero por el cuerpo de él en el medio fue imposible, por lo que no pudo evitar cuando los dedos de él rozaron su se%o por encima de la tela ya húmeda.

Esta vez no contuvo su g$mido. Ella nunca se había tocado allí a menos que fuera estrictamente necesario. No era una santa y sabía sobre se%o, pero nunca le había prestado tanto interés. Hasta que se había enredado con aquel hombre.

“Ah, espera”, ella g!mió apretando los ojos ante la presión de los dedos de él acariciando de arriba abajo la raja húmeda sobre la tela.

Dorian al fin soltó su seno con un sonido húmedo dejándolo completamente marcado y rojo. Su piel picó por la frialdad de ser abandonado y ella se estremeció. Más líquido brotó de su se%o siendo frotado por aquellos dedos grandes masculinos.

Rápidamente y para sorpresa de ella agarró el pedazo de tela que se interponía y la rasgó, destrozando las bragas. La delgada tela de encaje cayó a cada lado de ella

Dorian con los ojos entrecerrados se enderezó entre las piernas de Elena y agarró cada uno de sus muslos y los separó dejando a la vista el centro húmedo y palpitante que había dejado libre cuando este fue cubierto nuevamente por la mano de la mujer.

Elena se sintió vulnerable y expuesta y fue lo único que pudo hacer al no poder cerrar las piernas dado el férreo agarre sobre estas.

Eso no le gustó a Dorian que agarró la muñeca de ella y la retiró con un brillo de advertencia en sus ojos.

“Soy tu esposo, no te escondas y déjame verte”, le dijo él.

Elena apretó los labios temblorosa y sin saber qué hacer. Estaba avergonzada. Mostrándose de aquella forma cuando nunca lo había hecho.

El rojo de su rostro era muy notable y se extendía fundiéndose con el que adornaba su pecho. Solo pudo quedarse quieta. Ponerse rebelde lo más seguro era que le traería problemas. Y no podía negar que a pesar de la vergüenza su cuerpo palpitaba por algo más.

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