Capítulo 106:

Ella sabía que él había dicho eso solo por decir. Después de todo, estaba borracho. Incluso si fuera cierto, no podía hacerlo, porque en primavera estaría en el apogeo de su embarazo.

“Prefiero quedarme como estamos ahora. Ya es un privilegio estar aquí.”

Como los árboles estaban cubiertos de luces, ese sería un lugar hermoso para una foto, pero como tenía su teléfono apagado, no podía capturar el momento.

“Quiero conservar esta imagen en mi mente”, añadió.

“¿Por qué no aprovechas y tomas una foto?”, preguntó ella.

“No me atrevo a encender el teléfono de ninguna manera”, respondió él.

“Déjame ayudarte entonces.” Ethan se alejó de ella, pareciendo más sobrio. Sacó su teléfono del bolsillo y apuntó hacia ella. “Vamos, sonríe, voy a tomar una foto.”

Aquello se sintió muy extraño y repentino, no hubo tiempo ni para pensar en lo que estaba haciendo. Aunque algo tímida, hizo lo que él pidió. Ese lugar era demasiado hermoso para no ser capturado de alguna manera.

Él tomó algunas fotos y, cuando se acercó, se sacó una selfie con ella.

“Quiero comprar algo”, dijo.

“¿Pero ahora?”, se extrañó ella, ya que era casi medianoche.

“Sí, me siento muy bien. Quiero comprar algo que me haga recordar que estuve feliz hoy.”

Su confesión lo tomó por sorpresa, ya que, hasta unas horas antes, parecía nervioso por lo que ella le había preguntado sobre el nombre en el reloj.

Ya caminando por una calle estrecha y algo concurrida, se detuvieron en un pequeño puesto, donde una señora de aparentes setenta años estaba. Aunque bien abrigada, Sofía sintió pena por esa señora, pues ya era bastante tarde para estar fuera de casa. En el puesto de esa señora se vendían amuletos, pequeños llaveros.

“Es simple, pero creo que te servirá”, dijo Ethan, tomando uno que le pareció interesante. “¿Quieres alguno?”

“No, gracias”.

“Toma uno, no tienes que avergonzarte. ¿Acaso no quieres recordar tu primera vez en Tokio?”, preguntó.

“Está bien”.

Ella tomó el que le parecía bonito. Después de un rato, se dirigieron nuevamente al auto, donde el guía y el chofer los esperaban para llevarlos de vuelta al hotel.

Mirando su amuleto, Sofía intentaba descifrar lo que estaba escrito allí.

“¿Qué miras tan concentrada?”, preguntó él, viendo cuán absorta estaba.

“¿Qué dice aquí?”, preguntó ella.

“Nuestro guía puede responder”, respondió él.

“Hiroshi, ¿qué está escrito en el amuleto de ella?”, le preguntó al guía, que estaba en el asiento del pasajero delantero.

Sofía extendió el amuleto al hombre, quien lo tomó y lo leyó en voz alta.

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