Destinos entrelazados – Mi bebé es hijo del CEO -
Capítulo 103
Capítulo 103:
Esa no parecía ser una buena pregunta. Sofía se dio cuenta cuando sintió que su cuerpo se erizaba al percibir la aura sombría que emanaba de él.
“Nunca me preguntes sobre eso, Sofía”, dijo, volviéndose hacia adelante y caminando rápidamente hacia la puerta de salida del hotel, donde un auto con el guía ya los esperaba.
Ethan entró en el auto en silencio, y ella siguió detrás, sin entender lo que acababa de suceder.
¿Había cruzado los límites? Esa era una de las cosas que nunca debía preguntar. ¿Cómo se atrevió a hacerlo?
Dado que ambos estaban acompañados por el guía y el conductor en el auto, ella pensó que tal vez podía disculparse por lo que acababa de hacer.
Sofía, al contrario de lo que pensaba, se dio cuenta de que su presencia no era relevante ni necesaria en ese lugar.
Pensó que sería una cena de trabajo, con conversaciones aburridas y largas sobre inversiones y negocios, pero resultó ser más bien una reunión social. Los hombres no hablaron de trabajo; al contrario, conversaban sobre cosas cotidianas, como el gusto por los partidos de golf y otras aficiones que tenían en común.
Si no fuera por la presencia de la esposa de uno de los empresarios, que hablaba inglés, se sentiría fuera de lugar entre todas esas personas.
“Creo que estos hombres no van a dejar de hablar pronto”, comentó Ayumi, la esposa de uno de los empresarios más famosos en el sector inmobiliario de Tokio.
“Estoy preocupada por la cantidad de bebidas que están consumiendo”, señaló Sofía con cierta preocupación.
Cuando llegaron a la cena, no le dirigió la palabra a nadie. Aun así, notó que la tensión entre ella y Ethan, que había quedado más temprano en el hotel, aún no se había disipado. A pesar de la conversación y las risas frenéticas, todos bebían, pero Sofía percibió que Ethan era quien más se estaba excediendo.
“No te preocupes por ellos, los hombres suelen hacer eso”, la tranquilizó Ayumi. “Necesito retocar mi maquillaje, ¿quieres venir conmigo?”, preguntó.
“Claro”.
El restaurante en el que estaban era típicamente japonés. Cada mesa estaba en un espacio privado, como pequeñas habitaciones, alejadas de la vista de otras personas. Al salir de ese ambiente, las dos caminaron hacia el baño, que olía fuertemente a incienso. Ese olor no le sentaba bien a su estómago, que comenzaba a revolverse.
Al notar que Sofía no parecía nada cómoda con el olor, Ayumi retiró el incienso y lo llevó al pasillo.
“Muchas gracias por eso, pero no era necesario”, agradeció Sofía.
“Algunas personas no están acostumbradas a ese olor. Es normal que se sientan incómodas. Incluso yo estoy sintiendo esas molestias, supongo que es por el embarazo”.
“¿Estás embarazada?”, preguntó curiosa Sofía.
“Sí, y este bebé aquí ya ha demostrado que no le gustan los olores fuertes”.
Ella casi abrió la boca para decir que también lo estaba, pero se detuvo. No sabía si podría revelarlo cuando volvieran a la mesa.
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