Destino incierto
Capítulo 83

Capítulo 83:

“Lo que Odín hizo por mí, fue un genuino acto de amor, y sé que, en su mente, también estaba salvar la vida de mi hijo”.

“Tienes razón Fabiana, todas sus equivocaciones las reivindicó, ofrendando su vida, por la de su familia; siempre le estaré agradecido por ese noble gesto. Te ruego que vengas conmigo cariño, los dos construiremos una nueva historia”.

“¡No puedo Alejandro, no sería buena compañera para ti en estos momentos! ¡Tengo muchas cosas que sanar y poner en orden en mi vida!”, explicó.

“¡No olvides que cometí un homicidio, por salvarte! Este hecho me atormenta; ¡Jamás pensé ser capaz de tal cosa! Me has llevado al límite; he ido contra mis principios… además..”., continuó.

“Tengo sueños y metas sin realizar que ustedes me trucaron, y que aún estoy a tiempo de cumplirlos. Retomaré mi vida donde me obligaron a dejarla. ¡Necesito libertad! Lo que tú me negaste por mucho tiempo..”.

Y luego, con resolución, le dijo:

“¡Te pido el divorcio!”

“¡Te pido el divorcio!”

“¡No Fabiana, no me imagino perderte! No me sometas a esto, me quedaría sin motivos para seguir viviendo..”.; le suplicó Alejandro.

“Te prometo que no me opondré, a que cumplas tus sueños de graduarte, como médico, sé que ese deseo lo llevas en el alma. ¡Tienes plena libertad de hacer lo que quieras!”

“¡Claro que voy a hacer uso de esa tan anhelada libertad! Esta misma semana retomo la universidad, no, ¡Puedo perder más tiempo!”, le dijo con rabia.

“¡Lo lamento Alejandro, no quiero hacerte daño… solo ten en cuenta que lo que empieza mal, termina mal!”

Los hombres de Alejandro, infiltrados en la banda de los chinos, en las semanas subsiguientes; haciendo gala de todo su esfuerzo, se las ingeniaron para dar con el paradero del escurridizo piro, e introducirse en la plana mayor; e inmediatamente dieron aviso a los Cruz.

“Patrón, el pollo, manda a decir que lograron ganar la confianza del desgraciado del piro, y que suele asistir a un famoso casino, al este de la ciudad; es adicto a los juegos de azar. Y lo mejor, los llevan a ellos en el cuerpo de guardaespaldas”, dijo.

“Siempre va camuflado y rodeado de sus secuaces. Solo nos queda a nosotros, hacerle una visita de cortesía”.

“No se hable más Santiago, esta misma noche lo emboscamos; prepara a los hombres”.

“¡No pensarás ir tú, Alejandro! Nuestros hombres se harán cargo..”.

“¡Necesito ir, quiero verle el rostro a ese perro, cuando muera!”

“¡No te dejaré solo, iré yo también!”

“¡No, Martín, no te pondré en riesgo! Tienes un hogar por quien responder. ¡Tu mujer y tu hija te necesitan!”

“Y, ¿Qué hay de ti, Alejandro?”

“¡Yo lo perdí todo, Martín! ¡Estoy esperando la sentencia de divorcio, Fabiana no quiere nada conmigo!”

“¡No lo entiendo, créeme, ella te ama!”

“Yo le hice mucho daño… ¡La comprendo, solo un milagro, la traería de vuelta a mi lado!”

Esa tarde, mientras se preparaba todo para el ataque, Alejandro hacía un recuento de su existencia.

No sabía si esa noche moriría. Pero lo que sí sabía era, que de vivir, no repetiría su historia, llena de violencia y de sobresaltos.

Salió un momento donde la Chata, para que le afeitara la cabeza, a fin de no ser reconocido.

“¡Estamos listos, patrón!”

“¡Está usted irreconocible, sin cabello, con zarcillos, y con esos lentes negros!”

“No puedo exponerme a que me reconozcan tan fácilmente, Tiago”.

“Le aseguro que no lo harán..”.

“¿Cuántos hombres llevamos?”

“Vamos ocho, contándolo a usted, no sabemos a ciencia cierta lo que nos espera”

“Es correcto, Tiago, dos se quedan en la puerta y seis entramos”

“Como usted disponga, patrón”.

El salón de juegos, no era muy grande, era más bien exclusivo.

Tuvieron impedimento para el ingreso, pero fue superado de inmediato al ser sometidos los porteros con rapidez.

El salón estaba lleno de gente bulliciosa, entretenida en el juego y la bebida.

Los hombres de Alejandro se colocaron en puntos estratégicos, mientras Alejandro pidió una bebida en la barra.

Era necesario ubicar con precisión al piro, no había margen de error.

Alejandro, dirigiéndose al barman, de manera casual, preguntó:

“Disculpe, ¿Dónde están ubicadas las mesas de póker?”

“A la derecha, señor, le advierto que se va a enfrentar usted a jugadores veteranos”, respondió sonriendo el empleado.

Alejandro automáticamente movió su vista en la dirección indicada, y en medio del humo que invadía el ambiente; reconoció al pollo Rodríguez que se había apostado detrás de la silla, donde se encontraba sentado un hombre con las características físicas del piro.

Alejandro, dudo por un instante.

No recordaba al piro con el cabello largo, atado en la nuca, y esa vestimenta… no lo recordaba así, no era su estilo.

Decidió, acercarse con cautela, pero el pollo, con un gesto, le confirmó la identidad de su enemigo.

“¡Buenas noches!, ¿Puedo sentarme?”

“¡Puede! Comenzamos con cinco mil dólares”.

“¡No hay problema, empecemos!”

Una vez repartidas las cartas, el pollo, por medio de señas, informó a Alejandro, la combinación de cartas de su contendor; gesto que no pasó desapercibido a uno de los hombres del piro.

“¿Qué haces, Pollo, traicionas al patrón?”

De inmediato, los dos hombres que jugaban, se pusieron de pie, casi de un salto.

“¿Qué pasa aquí?”

“¡Qué me vas a pagar con tú vida, las vidas de Uriel y Odín, y mi hermana! ¡Perro asesino!”

El piro sacó de inmediato su arma y disparó pero Alejandro ya le había colocado una bala en el centro de la frente y otra en el pecho.

En el mismo momento los hombres de Alejandro, sometieron a los dos que le eran fieles al piro, quedando estos, fuera de combate.

Pasada la euforia del momento, Santiago grita:

“¡Patrón! ¿Qué le pasa, qué tiene?”

Alejandro sangraba copiosamente, llevándose la mano al pecho.

“¡Salgamos de inmediato, hay que salvar al patrón!”

Ya en la sala de emergencias de la clínica:

“¡Alá, Martín!”

“¿Qué pasa Tiago?”

“¡El patrón está herido, parece que es de gravedad, ha perdido mucha sangre!”

“¡Voy para allá enseguida!”

“¿Qué pasa Martín? ¡Vas a despertar a la nena!”

“¡Ay mi amor, esta familia no sale de las calamidades! ¡Hirieron a Alejandro, lo están operando!”

“¡No puede ser, ojalá termine esta pesadilla!”

“¡No te preocupes Amalia, creo que este es el fin!”

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