Destino incierto -
Capítulo 68
Capítulo 68:
“Pecamos de ingenuos”, añadió Martín.
“El hombre no vino a sondeamos el vino a vendemos”.
“A ambas cosas, hijo, a ambas cosas”.
“Los tres rieron divertidos, porque por más experiencia que se acumule y se crean vacunados contra el factor sorpresa, siempre hay un gallo con mayor espuela”.
“Yo quedé contento con el negocio que se hizo, la mercancía es de primera. Y me dio seguridad, el hecho de que manejó el negocio con destreza, y en el momento indicado dio las respuestas con aplomo y sin titubeo. Yo lo estuve analizando en todo momento”
“Otra carta a su favor es que asegura ser amigo personal de Pedro”
“De todas formas, muchachos, es mejor estar alertas”
“En otro orden de ideas, papá, quería decirte que Odín quiere celebrar la noticia del embarazo de Fabiana y dijo que él se hacía cargo dé los gastos. Ahora bien, ella no quiere nada elaborado, dice que solamente celebremos con una cena familiar”.
“Seguramente a Odín no le va a gustar mucho… pero tendremos que ajustarnos a los deseos de Fabiana, finalmente es ella la agasajada”.
“Tienes razón papá, para Odín no es desconocido que su hija tiene heridas abiertas por su culpa, que generaron en ella sentimientos en su contra. Y que para ella es difícil aceptarle cualquier gesto de amabilidad; dado que sus primeras impresiones fueron funestas”.
“No debemos de preocuparnos mucho por eso, el tiempo a la final lo cura todo”.
“¿A dónde nos dirigimos, Papá?”
“Vamos directo a la joyería, Martín, tenemos que guardar estas gemas en la caja fuerte, lo antes posible. Hay mucho dinero invertido”.
“Si papá, me parece lo más prudente, no debemos exponernos”.
“Apúrate Tiago, intentemos cruzar el semáforo antes de que cambie de luz”
Santiago aceleró obedeciendo la orden de su jefe.
Pero en ese preciso momento, estuvieron a punto de colisionar con un camión cava que se les atravesó y empezaron a dispararles directo al parabrisas de los autos, que resistieron por tener vidrios blindados.
Sin perder un segundo, los hombres de los Cruz, respondieron, dando origen a un peligroso cruce de fuego, poniendo en riesgo la integridad y la vida de los allí involucrados.
Santiago actuando con rapidez, y haciendo una espectacular maniobra; metió retroceso al auto donde venían sus jefes y dando literalmente vuelta de campana, alcanzó a escapar del lugar de la emboscada.
Todos estaban atónitos y desconcertados.
Uriel dio la orden de ir de inmediato a la joyería, a poner a buen resguardo la mercancía, la cual corría un peligro inminente; pero fueron perseguidos por un segundo auto que apareció en escena.
En el sitio de los acontecimientos, quedaron como saldo del acto violento dos atacantes muertos y uno de los hombres de Uriel.
En el auto que conducía Santiago, mientras ellos intentaban defenderse, una bala alcanzó en el brazo izquierdo a Alejandro, y otra pasó rozando la oreja de Uriel.
Alejandro no quería quejarse delante de su padre, pero mantenía la herida presionada con su mano libre, para evitar que la hemorragia comenzara a hacer estragos en su humanidad.
Martín, de forma automática, haló de su corbata, la que utilizó para improvisar un torniquete en el brazo de su hermano, con la esperanza de contener la sangre.
Comenzó a sentirse mareado, mientras el conductor giraba de manera intempestiva dando tumbos, Alejandro se iba de lado a lado lastimándose y sintiendo que todo el mundo le daba vueltas.
Escuchó la voz de su padre lejana, aunque lo tenía justo a dos palmos de distancia.
“¡Alejandro! ¡Martín! Carajo, ¡Ayúdenme que esta gente nos va a volver un colador!”
“¡Tranquilo jefe, no se apure, estoy viendo la forma de burlarlos!”
Uriel, sin intenciones de darse por vencido, bajó un poco el vidrio y sacó el revolver por la ventana para disparar al vehículo que les pisaba los talones, al mismo tiempo que Martín hacía igual movimiento desde la ventana lateral del asiento de atrás.
De alguna manera lograron alcanzar una de las ruedas del vehículo atacante, consiguiendo que este mermara su velocidad.
Coyuntura que fue muy bien aprovechada por Santiago, logrando burlar al auto, ganando velocidad y perdiéndolo entre el tráfico y un desvío que oportunamente vislumbro.
Cambió de ruta y les hizo parecer que regresaba en sentido contrario, engañándolos y enviándolos de regreso, pero en realidad, confundiéndose entre las calles atestadas de vehículos.
Con habilidad, se Introdujo en el estacionamiento de un centro comercial y se estacionó sin llamar la atención.
Era mejor cambiar de vehículo y dejar el carro blindado ahí, no les sería difícil encender cualquiera de las camionetas Van de uso familiar que se encontraban estacionadas allí para huir.
“¡Je, je los hemos perdido! Muchachos, ¿Qué te parece la destreza de tu hombre de confianza? ¡Este hombre vale lo que pesa!”, dijo dándole una palmaditas en el hombro a Tiago.
Y mirando todavía por la ventana, con la intención de convencerse de que nadie los perseguía.
El otro auto en el que viajaban sus guardaespaldas, en el momento del ataque, se dio a la fuga en otro sentido, y tan pronto se sintieron a salvo, se comunicaron con su jefe.
“¡Aló, Señor Uriel, estamos bien!, lamentablemente el coco cayó abatido en el lugar del atentado. Esperamos órdenes”.
“No regresen por el mismo camino, tomen una vía alterna y nos vemos en la Clínica Central, Alejandro fue herido y amerita atención médica inmediata”
“Copiado jefe, allá nos vemos”
Una vez Alejandro fue atendido de su herida, y sorteados los peligros inmediatos. Los Cruz y sus hombres se encaminaron hacia uno de sus negocios y aseguraron las valiosas gemas.
Aquel día había sido extraordinario y extenuante en todos los sentidos. Uno de esos días que no se quieren volver repetir.
Necesitaban urgentemente hacer una evaluación de los acontecimientos, porque no lograban engranar los hechos ni encontrarles sentido.
Saliendo de la joyería, se dirigieron a casa de Uriel; porque no querían preocupar a las embarazadas, ni alterarlas en algún sentido.
Una vez allí, tanto Alejandro como Martín, contactaron telefónicamente a sus compañeras de vida, y les informaron que se quedarían en casa de su padre, por motivos de trabajo.
El corazón de Valeria, dio un vuelco al verlos llegar.
“¡¿Qué pasó?! ¡Cielos Santo, Alejandro vienes herido! ¡Tu camisa está empapada de sangre!”
“No es nada mamá, cálmate”.
“¿Cómo no es nada, muchacho”, ¡Explíquenme! ¿Quién los ataco, por qué, dónde?”
“¡Ay mamá, ya te dije que no es nada!, un simple roce, nada más”.
“¡No seas descarado Alejandro! Un simple roce, nada más y ¿Vienes con el brazo vendado y en cabestrillo? ¿Tienen que traérmelo en un cajón para que si sea algo? ¡Desconsiderados!”
“Tienes razón, mujer, cálmate y considéranos afortunados; estos son los riesgos del trabajo. Cerramos un negocio de gemas, nos dirigíamos al negocio para guardarlas y sufrimos un atentado. Fue todo lo que pasó”.
“Nunca podré acostumbrarme a esto… lo dices como si vinieran de comerse un helado. ¡Tienes una sangre fría, Uriel!”
“¡Para esto tengo que tener sangre fría, Valeria! ¡Tengo que sacar pecho y enfrentar los problemas… de lo contrario estuviera escondido como una cucaracha y ya me hubieran eliminado a mi y a mi familia!”, dijo esto último introspectivamente.
“Más bien, danos algo de beber”
“Primero de comer, además Alejandro no puede ingerir nada que contenga alcohol. Sirve un trago para ti y para Martín, a Alejandro un agua mineral”
“Vea bañarte y a cambiarte esa ropa sucia, en el vestidor encontrarás ropa de tu papá que es de tu talla. ¡Ayúdale Martín!”
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