Destino incierto
Capítulo 66

Capítulo 66:

“¡Aja!, ¿Qué será?”

“¿Aló papá?”

“Sí, hija, me alegra oírte, y mucho más llamándome papá”.

“Bueno, solo quería decirte que estoy embarazada”

“¡Oh, qué bueno! Es una estupenda noticia Fabiana, felicitaciones para los dos, dile a Alejandro que me place mucha tan bonita noticia”.

“Gracias papá, pues eso era todo”.

“Menos mal, me hicieron caso de no dejar para tarde el decidirse a tener hijos; es bueno tenerlos jóvenes”.

“Si tienes razón… ya estás complacido”.

“Bueno… compréndeme, ya estoy viejo y quería alcanzar a conocer nietos”.

“Si te comprendo, no hay problema”

“Gracias por tener el gesto de informarme. Me siento muy contento. Te juro que voy a ser un abuelo consentidor. Pásame a tu esposo”.

“Aló, suegro, fijese que le cumplí con el encargo, para que no diga nada”.

“Así me gusta, ¡Gente cumplidora!, ya estaba empezando a resignarme de que no me hicieran abuelo”.

“Bueno, ya no se queje, ahora solo esperar a que todo salga bien”.

“SÍ, hijo, todo saldrá bien, ¿Qué puede pasar?”

“Tienes razón, Odín, ¿Qué puede pasar?”

“Tendremos una celebración por este acontecimiento. Nosotros te avisamos”.

“¡A no, muchacho! Yo soy el abuelo y yo financiaré los costos de la celebración; solo me dicen dónde y cuándo, ¡Lo demás corre por mi cuenta!”

Alejandro, riéndose, respondió:

“¡Está bien, Odín, tú mandas!, hablamos”

Terminada la llamada, Alejandro le comenta a Fabiana:

“Tu padre dice que organicemos la celebración, que él corre con todos los gastos”.

“Muy amable de su parte Alejandro, pero debemos mantenerlo a raya, no quiera empezar a controlar mi vida y la de mi hijo”

“No, no creo que tenga otra intención diferente a congratularse contigo”.

“Quizás tengas razón. Dejémoslo así. No quiero nada pomposo, solo una pequeña reunión familiar, y eso solo por complacerlos a ustedes”

“Como tú quieras, el festejo es para ti y para darle la bienvenida a nuestro pequeño”.

Llegado el día miércoles, Uriel y sus hijos se dieron cita el restaurante Ítalo, a la hora acordada.

“Hola papá, parece que hemos llegado primero”.

“Eso parece, ¿Qué hora es?”

“Son las nueve menos cinco minutos”.

“Está bien, estamos a tiempo, ubiquémonos en el reservado que mandé apartar, el que da con ventana a la calle”.

“Escogiste buen lugar, papá, de ahí podemos observar cuantos son y en que carro llegan”.

“Ya sabes Martín, no me gusta quedar encerrado. Nunca se sabe..”.

Apenas tuvieron tiempo de acomodarse cuando, vieron llegar dos carros negros.

Del segundo vehículo se bajó un hombre fornido de estatura promedio; vestido de traje clásico.

La gente que venía en el primer carro, se quedaron a esperar, aparentemente.

En par minutos apareció el hombre delante de los Cruz.

“Buenos días, señores, mi nombre es Ramón Alarcón, para servirles”.

“Gracias, Señor Ramón, pase y póngase cómodo. Este es mi hijo mayor, Alejandro, y mi hijo menor, Martin Cruz. Yo soy Uriel Cruz, también estamos para servirle”.

Los ojos de los Cruz escanearon la figura del hombre que acababa de entrar, y por su parte el sujeto en cuestión hizo lo propio.

“Gracias”, dijo Ramón acomodándose frente a los Cruz.

“Mi amigo, el Señor Pedro, me informo que ustedes están interesados en adquirir piedras preciosas y semipreciosas. Y yo estoy en la capacidad de satisfacer esa demanda”.

“Está en lo correcto, Señor Ramón, somos dueños de una empresa de joyería fina; y nos interesa que las piedras sean garantizadas, ya que nuestra clientela es selecta”.

“Pierda usted cuidado, Señor Uriel, en ese aspecto, conmigo no tendrá ningún inconveniente. Las piedras son cien por ciento garantizadas”

“¿Qué cantidad está usted en capacidad de vendernos, y qué tipo de piedras?”

“La cantidad la definen ustedes. Tengo acceso a aguamarina, amatista, diamante, cuarzo, rubí, esmeralda, entre otras”.

“Ustedes me dicen que necesitan y yo se las consigo”

“Me parece interesante y la oferta que nos está haciendo es buena y variada. Pero nos gustaría saber la procedencia de la mercancía, ¿Cómo la obtiene usted?”

Ramón se quedó un momento pensativo, como analizando la pregunta.

“Observo que ustedes son celosos y exigentes en los negocios, Eso me parece bien, por tanto, les responderé claramente para que queden satisfechos”, dijo.

“La obtengo de diferentes fuentes, voy directamente BORRARR a las minas, para comprarle a los guaqueros, es una forma tradicional de minería, ya que ese es su medio de subsistencia, y es válido”, continuó:

“Hay otras gemas que las compro a segundos o terceros vendedores; ustedes saben bien que esa es una cadena que no revienta”, explicó.

“Traigo aguamarinas y amatistas de Brasil, diamantes de Venezuela, cuarzo de Argentina; en fin de donde salga la oferta, porque ese es mi trabajo. Unas veces las adquiero directamente, otras veces solo soy comisionista, es decir, busco compradores y las comercializo”.

Uriel, mirándolo de frente respondió:

“Me parece satisfactoria la respuesta, gracias. Es mercancía muy rostro, por lo tanto, tenemos que tener todo el cuidado para no dejarnos timar”.

“Comprendo perfectamente, señores, ustedes están en su derecho”.

“¿En qué estado trae las gemas, Señor Ramón?”

“Las traigo totalmente naturales como se consiguen en las minas, o las traigo talladas, ustedes toman la decisión de cuáles son las que les convienen. Señor Alejandro. Es claro que el precio varía notablemente”.

“Sí, desde luego es algo lógico. Tomaremos la decisión una vez usted nos traiga el muestrario completo y los precios reales; para poder llegar a un acuerdo y cerrar el trato”.

“Pues no perdamos tiempo, yo vine preparado. Soy hombre que va al grano. Así que mis hombres tienen las manos preparadas”

“Pues no perdamos tiempo, yo vine preparado. Soy hombre que va al grano. Así que mis hombres tienen los muestrarios, solo denme un minuto para darles la orden de que me los suban”.

Los Cruz quedaron un poco sorprendidos, de la habilidad con que el hombre manejaba sus negocios, pero ya estaban ahí, y no podían retroceder porque se arriesgarían a quedar como gente poco seria.

Una vez que Ramón hizo su llamada, los hombres subieron con toda presteza, cargando cada uno con un maletín en la mano.

Se detuvieron un momento en la puerta esperando la orden de ingreso.

Ramón, haciéndoles uña seña con la mano, les ordenó que pasaran, dejaran los maletines y se retiraran a prudente distancia.

Ramón tomó un maletin y lo abrió, dejando ver una gran cantidad de envoltorios de papel blanco, así como pequeños estuches del mismo color, para las gemas más valiosas; los cuales fue abriendo uno a uno para mostrarles el contenido, a sus posibles clientes.

“Aquí, como ustedes pueden ver, tenemos gran cantidad de gemas de diferente tamaño y calidad; aquí tengo unas económicas, que por serlo no dejan de ser originales. Como es de su conocimiento, las valoramos según su color, tipo de talla, las vetas interiores o el jardín, como lo llamamos, los que conocemos de esto”, dijo.

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