Destino incierto
Capítulo 36

Capítulo 36:

“Observaremos así mismo a que otro negocio se dedican y con que otro tipo de mercancías trabajan, quienes son sus contactos; para eso debemos preparar a algunos de nuestros hombres para que se infiltren y puedan estudiarlos desde adentro”.

Ya comenzaba a repasar a sus hombres en su cabeza para determinar quiénes servían para ese trabajo.

“Sí, me parece bien lo que dice mi papá”, dijo Alejandro.

“Investigar y tratar de infiltrarlos es el paso inicial. Una vez tengamos todos los datos, paso a paso vamos viendo cuáles son sus puntos débiles para empezar a manejarlos y atacarlos a partir de allí”.

“Yo también estoy de acuerdo con esta primera estrategia, las decisiones y los movimientos que empecemos a hacer a partir de los datos que arrojen las investigaciones, deben de hacerse de la forma más segura posible y con la mayor discreción, buscándoles siempre el punto de quiebre y la ventaja a nuestro favor, no dejando indicios ni cables sueltos, de esta manera minimizamos los riesgos y también los daños colaterales”, comentó Martín.

“Lo que sí podemos hacer ahora es que ustedes comiencen a escoger y preparar a los hombres que van a hacer inteligencia como infiltrados, para colocarlos tan pronto sea posible. Por mi parte yo seguiré en lo mío, tocando puertas aquí y allá, recogiendo todas las piezas posibles para armar este rompecabezas”, dijo el papá de Fabiana.

“Dejemos la reunión por hoy hasta aquí. Terminemos de disfrutar el traguito y nos retiramos”, dijo Odín. Y continúo:

“Estoy un poquito apurado porque dentro de media hora, tengo una reunión en la zona industrial, con proveedores de la textilera, parece que hay cambio de precios en las telas importadas y en las estrategias para el embarque, la gente en las aduanas quieren, todo el tiempo mayores ventajas, entonces tengo que discutir con ellos, a ver qué pasa y como tranzamos para seguir sosteniendo buenos precios en las tiendas”, explicó.

“Porque déjeme decirles, que ese ha sido el gancho para ganar la abundante clientela que tenemos, y nos ha funcionado muy bien, los otros comerciantes no han podido hasta ahora competir con nuestros precios, y la calidad de nuestros productos importados. Pero esta jodida gente de la aduana siempre quiere echarme la partida para atrás”.

“Eres muy hábil en tus negocios, ten la seguridad que de este saldrás bien librado, esto es pan comido para ti”, le dijo Uriel, sonriendo.

Ya en el estacionamiento, cada cual se dirigió a su auto, con disposición de partir.

“Alejandro, ¿Me vas a acompañar a la joyería?, hoy tenemos varias licitaciones de anillos para matrimonio, mira que el cura se inventó una ceremonia comunitaria; para todas las parejas de aquí de la parroquia, que viven juntos sin casarse y nos hizo el favorcito de mandárnosla para allá, quiere que les demos precios aceptables”

“No papá, hoy no puedo, dile al encargado que te ayude, él sabe mejor los precios que yo, acuérdate que Jaime, es quien compra las joyas en desuso y el oro roto con que se fabrican esos anillos, por lo tanto, él puede asesorarte mejor”.

Martín, que escuchaba la conversación, estando ya acomodado en el carro, aclaró la situación a Uriel.

“Hoy no podemos acompañarte papá, porque tenemos que ir al barrio, quedamos comprometidos con la Chata de ir la semana pasada, y mira, esta es la hora y no hemos podido ir; hoy debemos hacer esa visita. Tenemos que poner en claro y arreglar un asuntico que tenemos pendiente allá y que no nos conviene seguir dándole largas”.

“Bien, nos vemos mañana entonces, cuídense ese barrio es peligroso. Me llaman cuando hayan llegado a casa..”.

Alejandro y Martín, pasaron primero por su casa, a fin de recoger los libros de contabilidad de la oficina de Alejandro, así como aprovisionarse de mercancía para satisfacer la demanda que les exigía el negocio que manejaba la chata; y principalmente a cambiar su vehículo para ir en el taxi acostumbrado.

Ya el chofer lo tenía preparado como siempre, para cualquier contingencia.

Una vez hecho esto volvieron a salir, dirigiéndose directo a la peluquería de la Chata.

“¿Hola Chatica como estás, qué tal todo por aquí?”

Saludo Alejandro.

Por su parte, Martín hizo lo mismo.

“¡Hola jefe, Martín! ¿Cómo están?, ya me estaba extrañando que no hubieran venido… los esperé la semana pasada, estuve tentada a llamarles por teléfono, porque ustedes son muy puntuales; pero fiel al convenio de no llamar a menos que sea imperante. Pues lo deje así, pero sí tenía que informarles algo que pasó con el búho”.

Los hombres se miraron el uno al otro con extrañeza, como diciéndose, ¿Y ahora qué?, y Alejandro fue el primero en preguntar.

“¿Qué pasó con el búho, Chata?, seguro se metió en un pedo..”.

“Ay, jefe, sí… después de que ustedes se fueron ese día… Yo en la tarde llamé al muchacho para advertirle que tenía que ponerse al día con nosotros a la mayor brevedad, porque ustedes se habían ido muy disgustados por la metida de pata de él”, dijo la mujer.

“Inclusive le dije que no jugara con fuego, porque se iba a quemar. También le dije que me había atrevido a meter la mano por él, que no me queda mal porque me perjudicaba, que teníamos que ser serios con todo lo que respecta al trabajo…”, suspiró.

“El búho se fue preocupado y me aseguró solucionar el problema y pagarme lo más pronto que pudiera, y así quedamos”., Continuó.

“En esos días se reivindicó, llegó temprano a buscar mercancía y sí…, trabajo bien, entregaba las cuentas bien y abonaba algo a la deuda acumulada”.

La Chata suspiró.

“A mediados de la semana pasada, no apareció por aquí, le pregunté a los muchachos que trabajan con él y no me dieron razón alguna. Antier vinieron los chicos a decirme que el búho se había metido, otra vez a apostar en el antro ese de las apuestas, contra un miembro de la banda de los lobos, gente extremadamente peligrosa; su ley es la del diente por diente y ojo por ojo. La mujer se llevó la mano a la cabeza y los hermanos la observaron serios, no perdían detalle del informe”.

“Este grupo opera y controla todo el sector de barrio escondido, como ustedes saben. Entre las bandas tenían un pacto de no agresión, mientras no hubiera ningún tipo de roce entre sus miembros”

Alejandro pensó que ese estúpido ya había echado a perder todo. Tendrían que hacer algo al respecto.

“Ellos tuvieron una tregua de cerca de dos años y todo iba bien hasta el momento; pero parece que el búho tranzó una apuesta con el cabecilla y perdió más dinero del que cargaba encima. No pudo cumplir con ellos y lo demás es historia..”.

Martín, moviendo la cabeza en señal de desaprobación, comentó:

“¡Pobre diablo!, no tienen disciplina, juegan con la gente con la que se comprometen, quedan mal aquí, quedan mal allá; creen que todo es papaya… y se meten en camisa de once varas”, dijo Martín molesto.

“Y como dice el refrán: les sale el tiro por la culata. No podemos seguir perdiendo gente así. Yo creo, si tú estás de acuerdo Alejandro, que tenemos que llamarlos y hablar con ellos, para recordarles cuáles son las reglas del juego”.

Alejandro, acariciándose la barbilla con la mano y moviendo la cabeza en señal de aprobación, con gesto pensativo, dijo:

“Sí, claro que estoy de acuerdo, Martín, en este como en cualquier otro trabajo que se emprenda, tenemos que exigir disciplina. No podemos andar por ahí haciendo lo que nos venga en gana. La gente que tenemos a nuestro servicio debe de estar atenta al cumplimiento de nuestras condiciones”, dijo con voz disgustada.

“Mientras trabajen para nosotros, las reglas siempre han sido muy claras: fidelidad, silencio, temple, obediencia, trabajo en equipo, saber maniobrar las circunstancias, respetar y hacer respetar, el dinero y la mercancía de la organización”, continuó.

“Ah… y muy importante, en el horario de trabajo, cero consumo de estupefacientes, alcohol o cualquier otra sustancia que les impida estar al cien por ciento. Gente enajenada o con graves problemas de adicción al juego o a las sustancias; definitivamente no nos sirve. Hay que depurar el grupo. ¡O se sujetan a las reglas o se van!”

Miró a la Chata mientras hablaba.

“De lo contrario estos idiotas terminaran comprometiendo la seguridad de la empresa y nuestra propia seguridad”, acotó Martín.

Mientras tanto, la chata, permanecía sentada, escuchándoles, y asintiendo afirmativamente y con rostro de preocupación a los comentarios emitidos por los Cruz.

“Yo confieso que estoy muy apenada por los inconvenientes que se han causado. No quiero nunca que estas cosas sucedan, en lo que a mí compete, trato por todos los medios de hacer que los muchachos cumplan con las normas”

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