Destino incierto
Capítulo 37

Capítulo 37:

La mujer lo menos que quería era que los Cruz tomaran represalias contra ella.

“Pero no es fácil, teniendo en cuenta que provienen de familias distorsionadas en las que nunca, ni los padres, ni ningún otro pariente se ha preocupado por estos chicos; mucho menos les han enseñado las más elementales normas de convivencia, responsabilidad o respeto”,

Intentó justificarlos.

“La gran mayoría de ellos han sido abusados en su propia casa, maltratados física y emocionalmente. Yo misma he tenido que descartar a algunos porque a consecuencia de estas terribles experiencias, se han convertido en ofensores se%uales, y la verdad es que yo no estoy dispuesta a convertirme en cómplice ni a dar cabida a ese tipo de fechorías”, aclaró.

“En resumen, señores, lo que quiero decir es que es difícil escoger de lo malo… lo mejor. Todos los días me traen amigos y familiares de ellos que quieren entrar en nuestras filas, pero todos no aplican a las exigencias que ustedes tienen establecidas. Sería imposible que de entre todo el grupo, por más seleccionado que este, no haya alguien que meta la pata; más tarde o más temprano”.

Quiso decirles: Y es ¿Qué ustedes creen que entre delincuentes encontraremos a alguien honesto?

“Toda esta juventud viene recién, a meterse en cintura aquí, cuando comienzan a trabajar con nosotros, les cuesta mucho adaptarse a la disciplina y la verdad que lo único que les interesa es saciar su hambre física y ganar dinero rápido para gozar de la vida, como siempre les oigo decir, sin tener plena conciencia de su significado”.

Alejandro, tomando su cabeza con las dos manos, y enredándose los dedos por entre el cabello, con signos de impaciencia, comentó:

“Todo eso lo sé de memoria, Chata…, sé que no estamos tratando con los niños cantores de Viena, pero no por eso tenemos que tolerar todos sus desmanes; siempre te he dicho que no somos un reformatorio, ni una ONG, ni nada que tenga que ver con eso. Por lo tanto, el que trabaja para nosotros, o corre o se encarama, así de simple”.

Martin añadió:

“No te culpamos de nada, Chata, no te preocupes. Reconocemos que te esmeras para que todo funcione bien. Lástima por el búho, pero él se metió en esto solito… luchó arduamente para que le dejaran la boca llena de moscas…, los lobos nos hicieron un favor, de lo contrario nos hubiera tocado a nosotros ese muerto. Ahí no hay nada que hacer. Simplemente, buscarle reemplazo y problema resuelto”.

“En otro orden de ideas”, dijo Alejandro.

“De los muchachos que entrevistamos en la última visita; me los vas enviando de dos en dos, a partir de esta semana”, dijo.

“Nosotros nos comunicamos contigo y te decimos cuando, y a donde deben dirigirse, para que no despertar sospechas ni comentarios. Lo que sí puedes saber es que vamos a enviar a buscarlos, con el mismo señor del taxi que siempre nos trae hasta aquí”, le explicó.

“Tenemos intención de comenzar a entrenarlos por un tiempo de tres meses, a ver qué perfil muestran y que desempeño tienen y ahí te vamos informando si necesitamos que nos busques otros, o nos quedamos con estos”.

“Copiado patrón, y gracias por sus palabras, Señor Martín, ese gesto me sube un poco el ánimo”.

“Bueno, cambiemos de tema”, dijo Alejandro.

“Recíbeme la mercancía y hagamos cuentas..”.

Durante las últimas semanas, Fabiana se había sentido descansada.

La presión anímica que le producía Alejandro, cobraba fuerza con su presencia; pero las ocupaciones y compromisos lo alejaron convenientemente del hogar.

Para ella representaba un verdadero alivio, estas ausencias las consideraba como un regalo del cielo.

Pero este milagro estaba a punto de cambiar, como en tantas otras oportunidades.

Esa tarde llegaron a la casa, Alejandro y Martín; cansados pero satisfechos, de las jornadas cumplidas en beneficios de sus intereses y de sus empresas.

Las reuniones y las conversaciones sostenidas, hasta ahora, apuntaban al éxito.

Los hermanos Cruz, cruzaron el vestíbulo y alcanzando la escalera la subieron de tres zancadas, dirigiéndose cada cual en dirección de sus respectivas habitaciones.

Alejandro llegó llamando a su esposa, pero no la consiguió en el dormitorio. Aprovechó entonces a darse el baño que su cuerpo le reclamaba a gritos, ya que la jornada de ese día había sido agotadora.

Una vez se refrescó, bajo a la primera planta, directo a la cocina.

“Buenas tardes, Julia, ¿Has visto a Fabiana?”

“Buenas tardes, patrón, me alegra verle por aquí. A la señora Fabiana, la vi en horas del almuerzo. Disfrutó el café en el patio, en compañía de la Señora Amalia y luego dijo que iba a la biblioteca, usted sabe señor, que es uno de sus lugares favoritos”.

“Ah, sí, es cierto… voy para allá. Pero antes Julita, dame uno de tus sabrosos cafecitos, necesito despabilarme. Ah, y dame uno para llevarle a mi esposa”.

Alejandro tomó el café para llevarle a Fabiana y salió en dirección a la biblioteca, entreabrió la puerta con suavidad y pudo observar a su esposa absorta, observando los compendios de anatomía del cuerpo humano.

Ella no se percató en el momento de la presencia de Alejandro, que si no conociéramos su perfil, pudiéramos haber dicho que la observaba con cierta ternura.

Alejandro dio dos golpecitos a la hoja de la puerta, para llamar la atención de Fabiana.

Ella, un poquito sobresaltada, alzó la mirada.

“Hola, Alejandro, pasa. No sabía que estabas en casa”.

“Acabo de llegar…, mira, te traje un cafecito. ¿Qué lees con tanto interés?”

“Gracias por el cafecito, me viene muy bien”, le respondió.

Luego eso agregó:

“Pues observo y estudio estos interesantes libros de anatomía, que me apasionan, puedo pasar horas sumergida en ellos; es una maravilla la complejidad, la belleza y la sabiduría con que está creado el cuerpo humano”

“No conocía esa faceta tuya, Fabiana”.

“Hay muchas cosas que no conocemos el uno del otro, Alejandro. O dicho de otra manera, tú y yo, somos unos completos desconocidos”.

“Aym Fabianita… tú y tus cosas… Mira, vengo con la pipa de la paz. Es más, vengo a decirte que me he tomado en serio la inquietud que manifestó tu papá, en el almuerzo del otro día. Recuerda que él quiere que le demos nietos; para eso tenemos que empezar a hacer la tarea, muy juiciosos y con mucho interés. Tú me dirás si empezamos de una vez, para satisfacerlo”.

No esperaba nada menos, viniendo de Alejandro, ya le parecía a ella, demasiada amabilidad para ser cierta.

Qué demonio se le había metido ahora en la mente a este hombre; apenas llegando y ya estaba dando al traste con su tranquilidad.

¿Cómo podía librarse ella de este compromiso?

De verdad no entendía la capacidad de Odin Reyes de arruinar su existencia de la manera en que lo hacía, desde que lo conoció lo relacionó con un demonio atroz, cuyo único fin era destruirla.

Eran recurrentes las pesadillas que en la noche la azotaban, viendo a un enorme monstruo que la perseguía sin misericordia, por laberintos angostos que la aprisionaban y le impedían huir con libertad; entre más urgente era su necesidad de correr, más torpe eran sus piernas para salvarla; la desesperación que sentía, exacerbaba más la furia de la bestia.

Ella lo repelía con todas sus fuerzas, quería romper con toda su influencia que la anulaba y la llenaba de terror; cuando lograba algún avance para lograr su objetivo.

Aparecían otros pequeños monstruos que le impedían librarse de su yugo. Entonces, despertaba desolada. Fabiana, por toda respuesta, recogió los libros para acomodarlos en sus respectivos estantes, y mirando a Alejandro le dijo:

“No tenemos prisa, ya lo dijo Amalia, nosotros como ellos, aún estamos muy jóvenes para ser padres. Creo que nos hace falta madurar como pareja; hace unos minutos hablábamos, precisamente, de desconocer muchas cosas el uno del otro”.

“No creo mucho en esa posición que tienes, me parece más bien que quieres eludir el compromiso de ser madre y cumplir como esposa en la procreación y formación de nuestra familia, en el fortalecimiento de nuestro hogar”, le dijo Alejandro en tono de reproche.

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