Destino incierto
Capítulo 20

Capítulo 20:

“¿Cómo estás, querida?, te aseguro que el gusto y el placer es mío. Tenía gran curiosidad por conocerte”

Pero enseguida, Valeria se quedó callada y su mirada se ensombreció repentinamente. Su cambio de actitud inquietó a los presentes.

“¿Qué te pasa mamá?”, dijo un tanto alterado Alejandro.

“No es nada hijo, solo que me doy cuenta de que, si mi hija viviera, tendría más o menos la edad de Fabiana.

“Hay mami, no es momento para tristezas ni malos recuerdos..”.

Uriel dijo:

“Si Valeria, no empieces con tus cosas, hoy es motivo de alegría y celebración por el matrimonio de Alejandro y la llegada de Fabiana a nuestra familia”.

“Ah… pero pasen adelante por favor… ¿Ya desayunaron?”, dijo Alejandro.

“Si, hijo, no te preocupes, comimos algo por el camino”.

De inmediato, Valeria tomó a Fabiana suavemente por los hombros y le dijo:

“Ven hija, dame un abrazo, eres bienvenida a la familia; me alegra mucho que Alejandro por fin haya sentado cabeza. No hubo antes mujer que conquistara su corazón. Pero me alegro, todo a su tiempo… ahora creo que esperar fue lo mejor”.

Al cometario de la señora, Fabiana pensó:

‘Ni yo lo he conquistado, señora, es más, creo que su hijo no tiene corazón y si acaso lo tiene es uno de piedra’.

Al comentario de la Señora Alejandro respondió:

“Lo que siempre he dicho mamá, eres una soñadora, todo lo idealizas”, y echándole el brazo por encima de los hombros la condujo hacia la sala de recibo.

Podía decirse que Fabiana y su suegra habían congeniado a primera vista.

Valeria se veía reflejada en Fabiana.

Al verla, trajo a su memoria sus años de juventud y su duro comienzo en Uriel. Valeria reconocía en su fuero interno que su hijo mayor había heredado el temperamento agresivo y colérico de su padre; eran hombres que se imponían a sus mujeres y les gustaba que les obedecieran; tenían una personalidad férrea, indomable, hacían caso omiso a las reglas y alos límites, simplemente se dejaban guiar por su propia ley, que era desde luego, la del más fuerte.

Valeria, había tenido que apelar a todos sus recursos y a su astucia para poder llegar a sortear momentos verdaderamente difíciles que le habían tocado en suerte vivir.

Callar cuando en realidad quería gritar, reír cuando en realidad quería llorar; ceder a los caprichos de su marido y complacerlo cuando en realidad solo anhelaba estar sola, descansar o simplemente huir.

Miedos, angustias, vejamenes, humillaciones, traiciones, fueron el pan nuestro de cada día en los albores de su vida de casada con Uriel.

Pero toda esta gama de sentimientos y vivencias, habían ido forjando en ella una mujer fuerte, ingeniosa y decidida.

A estas alturas del partido, Uriel ya no la podía manejar con el dedo meñique como lo hizo por años.

Ahora ella también tenía voz y voto.

Lo único que amargaba su corazón era la inesperada y prematura muerte de su amada niña.

De este incidente culpaba en parte a su marido, a sus cuentas mal saldadas y a sus escabrosos negocios.

Si no hubiera sido por su descuido, falta de previsión y exceso de confianza al creer que la familia estaba suficientemente protegida; la niña aún estuviera viva y en sus brazos, como siempre lo estuvo, bajo su cuidado.

Los pensamientos de Valeria Cruz se detuvieron ahí, no quería pensar más en ello.

La herida en su corazón, que le había causado la muerte de hija, aún sangraba demasiado.

A pesar de las terapias, a pesar de los viajes, a pesar de haber cambiado de casa y hasta de ciudad; esa herida supuraba.

Tal vez se sacara un poco cuando encontraran al verdadero culpable.

Pero ni ellos con sus influencias y su poder. Ni la policía, con sus investigaciones, habían logrado cerrar todavía el caso.

Aunque Valeria tenía serias dudas, acerca del desenvolvimiento y la nitidez del trabajo realizado en esta investigación.

Alguien con poder estaba detrás de este caso y había logrado convertirlo en un cangrejo; ella sospechaba que había mucho dinero de por medio, alguien había cobrado una buena suma para entorpecer, enredar y archivar el proceso.

Por lo demás, la policía sabía muy bien las andanzas de su familia, por lo tanto, sacaron en conclusión que se trataba de vendettas entre miembros de las mafias, y esta, como la mayoría de las muertes dentro de este círculo; nunca eran investigadas en profundidad o simplemente el tiempo corría y finalmente, quedaban impunes.

Pero en lo que a ella respectaba, nunca se daría por vencida ni tendría descanso hasta vengar la muerte de su inocente y adorada hija.

Alejandro, sentándose cerca de Fabiana y echándole su brazo por encima de los hombros, siempre en una actitud posesiva, comenzó la conversación dirigiéndose a su padre y preguntándole:

“Mira papá y ¿Cómo terminó el asunto de la semana pasada?, ¿Lograron los muchachos concretar el trabajo?”

“Ah, sí, todo bajo control, cazaron al pajarito”.

“¡Qué bien papá!, espero que hayan hecho un trabajo limpio”.

A Fabiana le corrieron calosfríos por su espalda.

Quién sabe a quién o a quienes habían matado estos miserables psicópatas.

Uriel, mirando hacia todas partes, preguntó:

“Y ¿Dónde están Martín y Amalia?”

“No se abran levantado todavía, anoche llegaron tarde, estuvieron invitados a al cumpleaños de uno de sus amigos. Pero ellos estaban al tanto de que ustedes venían hoy. Más tarde se nos unirán…”

Y cambiando de conversación, comentó:

“Bueno papá, en otro orden de ideas. Yo preparé todo para disfrutar de un sabroso asado en la piscina, ya deben estar allá Julia y los ayudantes”.

Y agregó:

“La habitación de ustedes está preparada, para que se cambien de ropa y descansen un rato. Pasen adelante, nos vemos aquí en media hora para irnos. El día es muy bello, debemos disfrutarlo al máximo”

“Ok, hijo, no te preocupes, nos vemos ahora”, respondió Uriel.

Ya en la habitación Alejandro comentó:

“¡Hurra Fabiana! Le caíste muy bien a mamá”, comentó.

“Desde hace años me ha estado presentando candidatas al trono..”., dijo riéndose.

“Pero mira… como son las cosas, sin esfuerzo alguno llegaste tú como caída del cielo”.

‘¿Caída del cielo? ¿O arrancada violentamente de mi hogar? ¡Esta gente disfraza con palabras bonitas la realidad de los hechos!’ Dijo para sus adentros Fabiana.

“¿No dices nada, amor?”, espetó Alejandro.

Si supiera los pensamientos de su esposa, no estaría tan contento.

“Sí, claro, yo también me alegro de haberle agradado a tu mamá. Eso para mí es un alivio”.

Ya en la piscina el ambiente estaba agradable y preparado para pasar un excelente día de descanso.

Amalia y Martín, se habían ya sumado al grupo y con ánimo festivo, bromeaban y reían abiertamente después de pasar un buen rato de las aguas tibias y relajantes masajes del jacuzzi, saboreando sendas y exquisitas margaritas.

Valeria hizo señas disimuladamente a Fabiana para que se retiraran a los parasoles cerca de la piscina, de manera que tuvieran privacidad para hablar a solas.

Con algún pretexto, las dos mujeres se retiraron, envueltas en sus toallas, caminando sin prisa al lugar indicado.

Una vez estaban cómodamente sentadas, las dos mujeres se miraron y sonrieron.

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