Destinada a ellos -
Capítulo 7
Capítulo 7:
Por lo general, comenzaban a trabajar a las 8 de la mañana, lo cual, según Bella, era bastante extraño, pues administraban muchos de los negocios de la empresa desde sus hogares.
Aparentemente, la secretaria anterior pasaba la mayor parte de su tiempo sola en la oficina, pero yo los había visto todos los días desde el momento en que comencé a trabajar para ellos, y no se habían ausentado ni un solo día.
Me di cuenta de que a Cyrus no le gustaba estar allí y me bastó trabajar con ellos una semana para advertir que tenía mal carácter.
“¡Adeline!”, me llamó Eli desde su oficina.
Todo mi cuerpo se puso tenso mientras me levantaba de mi asiento para acudir a su llamado. Mis tacones resonaron en el suelo de baldosas y me alisé la falda lo mejor que pude antes de abrir la puerta.
Me miró arqueando una ceja y entonces comprendí que le había disgustado el hecho de que no hubiera llamado a la puerta.
Me sorprendió que tras haberme llamado esperara que le advirtiera de mi presencia. Puse los ojos en blanco, cerré la puerta y di unos golpecitos en ella.
Luego, resoplé, molesta, y esperé a que me hiciera seguir.
“Adelante”, indicó.
Entré y vi que tenía los brazos cruzados sobre su pecho mientras me lanzaba una mirada hostil.
“Al parecer tiendes a no seguir instrucciones, ¿Verdad?”, declaró.
Me esforcé por contener el impulso de poner los ojos en blanco o replicar sarcásticamente.
“¿Qué deseas?”, pregunté sin poder disimular mi disgusto.
Mi madre siempre decía que lo verdaderamente importante no es lo que dices sino el modo en que lo dices. Era preciso que me esforzara por seguir su consejo.
“Te advierto que no toleraré esa actitud”, replicó inclinado sobre su escritorio, con las manos entrelazadas, mientras me observaba con los ojos entrecerrados.
De repente, la puerta se abrió detrás de mí y Cyrus se sentó en el sofá junto a la ventana, desde la cual se dominaba la ciudad.
Apoyó su barbilla en la mano mientras observaba divertido nuestro leve altercado, como si se tratara de un grandioso espectáculo.
“Viajaremos a Soya City. Te recogeremos mañana a las 6 de la mañana, pues el avión partirá temprano”, señaló.
¿Recogerme? Pero si yo no podía irme. ¿Y Maya y mi madre?
“¿Quieres que los acompañe en el viaje?”, pregunté mientras mis ojos iban del uno al otro.
“¿Acaso no eres nuestra asistente personal? Esa es tu función, si mal no recuerdo”, declaró Eli, recostándose en su silla al tiempo que entrelazaba las manos detrás de su cabeza.
Acababa de darme cuenta de que realmente debería haber leído esos documentos más a fondo.
“Me temo que no podré ir con ustedes porque tengo que dejar a mi sobrina y luego recogerla. Mi madre tiene que trabajar mañana”, expliqué.
“Pues entonces dile a tu hermana que recoja a su maldita hija. Después de todo es su hija, ¿No es así”, repuso en tono de enfado.
“Sí, es hija de ELLA, pero tampoco puede ocuparse de ello”, contesté enfatizando el pronombre, enojada ante la forma en que se había referido a mi sobrina.
“Al parecer hoy su actitud no es la mejor, Eli”, se mofó Cyrus detrás de mí.
Me volví y le lancé una mirada hostil antes de darme cuenta de que se había movido y ahora estaba parado justo detrás de mí.
Tragué saliva al tiempo que un escalofrío recorría mi cuerpo. Se inclinó sobre mí, haciendo que los latidos de mi corazón se aceleraran.
“¿Acaso mi presencia te pone nerviosa?”, preguntó.
Podía sentir su aliento en mis labios. Desprendía un aroma muy agradable. Retrocedí y lo miré sin molestarme en responder a su pregunta.
“¿No tienes puestos los lentes de contacto hoy?”, pregunté.
Esbozó una sonrisa burlona y le lanzó una mirada a Eli.
“Veo que es muy observadora”, dijo Cyrus, haciéndome fruncir el ceño.
Se aproximó a mí y la piel de mis brazos se puso de gallina al sentir su aliento en mi cuello.
“¿A qué hora dejas a tu sobrina en el colegio?”, me preguntó Eli, haciendo que le dirigiera una mirada mientras estaba sentado a su escritorio.
“A las seis y media”, contesté.
“¿Tan temprano”?”, preguntó con evidente sorpresa.
“No. A esa hora comienzan sus actividades extracurriculares de inicio del día, ya que ahora mi jornada laboral aquí comienza más temprano”, expliqué. Se rascó la barbilla.
“Bien, entonces me encargaré de que una niñera la recoja del colegio”, repuso. “¿A dónde debe dirigirse?”
“Al consultorio médico de mi madre”, contesté.
“De acuerdo, me encargaré de ello. Podemos dejarla de camino al aeropuerto”, indicó en un tono que no admitía réplica, como desafiándome a encontrar otro pretexto.
“Puedes irte a casa temprano hoy. Pasaremos la noche aquí, así que ve a casa, empaca tus cosas y envíame un mensaje de texto en cuanto llegues a casa, con los detalles de tu sobrina”, me dijo al tiempo que se despedía de mí agitando la mano.
Protesté para mis adentros, pues odiaba volar y había logrado evitar hacerlo. Me volví para marcharme pero Cyrus se interpuso en mi camino, aferró mis brazos y se inclinó hacia mí. Su rostro estaba a solo unos cuantos centímetros del mío.
“Y espero que cuando te recojamos mañana hayas depuesto tu mala actitud”, me susurró al oído antes de dejarme ir y dar un paso atrás.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro mientras mi corazón latía frenéticamente. Lo fulminé con la mirada, pasé junto a él y salí de la oficina a toda prisa.
Conduje a casa. Tras bajarme del automóvil llevé los contenedores de basura hasta el borde de la acera para el hombre de la basura.
Luego, caminé hacia la casa y noté el daño que había sufrido mi auto. Lo había olvidado por completo.
La puerta se había estropeado y la pintura blanca del poste ahora cubría todo el costado de mi automóvil. No podía creer que hubiera olvidado aquello.
Al entrar sacudí la cabeza en señal de negación. Mi madre, sentada en el salón, veía la televisión.
“¿Dónde está Maya?”, le pregunté al ver que no estaban juntas.
“En su habitación”, repuso,
“Hoy llegaste temprano a casa”, añadió.
“Sí, mañana viajaré a Soya City para atender ciertos asuntos de trabajo”.
Mi madre se disponía a protestar, pero levanté la mano en señal de que me dejara explicarle las cosas.
“Mi jefe me dijo que de camino al aeropuerto la dejaremos para que desarrolle sus actividades extracurriculares de inicio del día y que más tarde alguien la recogerá para dejarla contigo”, le expliqué. Ella suspiró.
“De acuerdo. Al parecer han planeado todo muy bien. ¿Por qué te avisaron del viaje con tan poca antelación? ¿Cómo vas a enfrentar tu miedo a viajar en avión?”“, me preguntó, inquieta.
Me limité a encogerme de hombros, pues aquel viaje no estaba incluido en mi programa de actividades laborales. Seguramente se trataba de una decisión impulsiva.
“De todos modos no me puedo rehusar a viajar, así que no tendré más remedio que afrontar el vuelo”, contesté con cierto aire de resignación.
Mi madre asintió con la cabeza. Sabía muy bien que la idea de volar me aterraba. Toda mi vida me había negado obstinadamente a abordar una de esas trampas voladoras.
“Bueno, ahora debo ir a empacar mis cosas”, indiqué.
“Pedí una pizza para la cena. No debe tardar. No tenía ganas de cocinar”, dijo en voz alta.
“¿Pan de ajo con queso?”, le pregunté al tiempo que asomaba mi cabeza por la puerta y ella me sonreía.
“Desde luego”, respondió antes de fruncir los labios y lanzarme un beso.
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