Destinada a ellos -
Capítulo 55
Capítulo 55:
Cuando finalmente aparté mi boca de su mi$mbro mis labios produjeron un sonido claramente audible.
“Puedes usarme para vengarte de Eli cuando gustes”, me dijo Cyrus riendo.
Escuché que Eli gruñía, lo que hizo que lo mirara por encima de mi hombro. Cyrus se subió los pantalones y me di cuenta de que Eli ardía de deseo.
“¿Disfrutaste del espectáculo? Tendrás que pedirle a Cyrus que satisfaga tus deseos se%uales”, le dije al tiempo que señalaba con la cabeza sus abultados pantalones.
Cruzó los brazos sobre el pecho y aquella postura le confirió un aspecto aún más imponente que de costumbre.
“Lo haré si me lo pide con amabilidad, tal vez si se muestra obsequioso”, repuso Cyrus riendo al tiempo que me hacía sentar en su regazo y me rodeaba la cintura con sus brazos.
“Creo que ustedes dos ya se han divertido lo suficiente. Primero resulto embriagado y ahora ambos quieren provocarme”, resopló Eli, molesto.
Su rabieta infantil me arrancó una sonrisa.
“Bueno, tal vez sea mejor que haga algo para calmarlo. Por favor ve hasta el otro lado de la calle por unos cafés para nosotros”, indicó Cyrus al tiempo que sacaba de su bolsillo trasero su tarjeta de crédito y me la entregaba.
“No me gusta que ande sola por ahí”, se inquietó Eli.
“Solo irá al otro lado de la calle, no sufrirá ningún contra tiempo”, lo tranquilizó Cyrus.
Me levanté de su regazo y salí de su oficina. Reía y meneaba la cabeza al recordar la frustración de Eli mientras avanzaba por el pasillo hasta el vestíbulo.
Al salir del edificio me dirigí rápidamente a la pequeña y agradable cafetería, cuya marquesina era azul y blanca. En aquel lugar se percibía un intenso olor a café recién preparado, el cual permeaba el aire.
Me aproximé al mostrador, pedí nuestras bebidas y luego esperé a un lado a que me las entregaran.
Saqué el teléfono celular de mi bolsillo y le envié a mi madre un mensaje de texto preguntándole cómo marchaban las cosas en casa.
Puesto que a esa hora ella se encontraba trabajando, no esperaba que me respondiera de inmediato.
La calle principal estaba llena de personas que se dirigían a sus diferentes destinos. De repente escuché un débil silbido detrás de mí y luego escuché una voz inconfundible. Era Sam.
“No te vuelvas”, me ordenó a mis espaldas.
“¿Cuál es el motivo de tu presencia aquí?”, le pregunté sin apartar la mirada del mostrador del café.
“Volé hacia acá esta mañana tras enterarme de que tu teléfono celular estaba descompuesto”, explicó.
“¿Eh?”, repuse, confundida.
“Tu teléfono tenía un rastreador incorporado. De repente la señal que emitía se interrumpió, así que decidí volar hacia acá”, explicó.
“¿Cómo lograste encontrarme?”, le pregunté, ligeramente preocupada.
Me agradaba, pero el hecho de que llegara a aquellos extremos para lograr dar con mi paradero me resultaba inquietante. Me preguntaba cómo se había enterado de mi ubicación precisa.
“He estado aquí aguardando tu llegada”, respondió.
“¿Por qué?”, le pregunté.
Un espectador desprevenido habría pensado que estaba hablando conmigo misma. Retrocedí y choqué contra una silla que estaba detrás de mí. Sam me tocó la pierna con el brazo y entonces supe que estaba sentado detrás de mi.
“¿Tu teléfono está en su poder?”
“No, te bloquearon. El teléfono celular que les entregué … bueno, se enteraron”.
“No te preocupes, me mantendré en contacto contigo de todos modos”, me dijo.
“¿Y cómo piensas hacerlo?”, quise saber.
“Me las arreglaré, pronto podremos comunicarnos”, respondió en el momento en que un empleado de la cafetería me llamaba para que recogiera mi pedido.
Di un paso adelante, agarré la bandeja en la que me habían servido los cafés y me volví, esperando ver a Sam, pero este ya se había marchado, la silla y la mesa ahora estaban vacías.
Salí a la calle y miré en ambas direcciones, pero ni él ni su automóvil estaban en las cercanías. Caminé hasta el semáforo, presioné el botón del mismo y esperé un momento antes de cruzar la calle para regresar al edificio de oficinas de Eli y Cyrus.
Mientras me dirigía por el corredor hacia la oficina de ellos vi a su secretario, un hombre de cabello oscuro. Sobre el puente de su nariz pendían unos anteojos. Levantó la vista y me dijo:
“Me temo que tendrá que esperar, Señora”.
Sin embargo, ignoré sus palabras y entré en la oficina, a pesar de la expresión preocupada de aquel hombre.
Noté que Eli se estaba abrochando los pantalones y sonreí, pues sabía qué era lo que acababa de suceder entre ellos.
“Su secretario trató de impedirme la entrada”, les dije.
“El sentido del oído de Peter es muy agudo”, indicó Eli. Sentí que mi rostro se ruborizaba.
“¡No puede ser!”, exclamé, sorprendida y avergonzada.
“Es un hombre lobo, así que nada de lo que suceda en esta estancia constituye un secreto para él”, explicó Eli.
Sentí que me sonrojaba, pues era muy probable que hubiera escuchado mis jugueteos con Eli y la felación que le había hecho a Cyrus.
“No creo que seas tan arrogante ahora que sabes que es muy probable que todo el edificio haya escuchado lo que le estabas haciendo a Cyrus”.
“¿Acaso todos los que trabajan aquí son seres sobrenaturales?”, pregunté. Eli asintió mientras Cyrus sonreía maliciosamente.
“Así que lo sabías pero no quisiste advertirme al respecto”, le dije en tono acusador, pero se limitó a reírse.
“Me estaba divirtiendo. Además, a nadie le importa”, indicó Cyrus mientras tomaba su bebida de la bandeja.
Le di a Eli la suya y tuve la sensación de que ahora ya nunca sería capaz de mantener mi rostro seria frente a ninguno de los que presentes
…
Observaba desde la azotea del café con mis binoculares, pero no conseguía ver a través de las ventanas de vidrio polarizado del edificio situado frente a nosotros, así que necesitaba encontrar una manera de colocar micrófonos ocultos allí.
Por desgracia, me resultaba muy difícil hacerlo, pues muchos de los que trabajaban en ese lugar eran seres sobrenaturales. Me urgía verla y averiguar dónde vivían para poder trazar un plan de acción.
Siempre había amado a Addie y la había visto convertirse paulatinamente en la mujer maravillosa que era ahora.
Se me revolvía el estómago al pensar en que ella estaba allí en compañía de esos monstruos, haciendo cosas verdaderamente horribles con ellos.
Su padre se revolcaría en la tumba si supiera de las andanzas de su hija, la habían convertido en una mascota con la que se divertían.
Me había interesado en Addie desde que solo era una adolescente, aunque seguramente jamás se habría imaginado todo lo que estaba dispuesto a hacer por ella.
Seguí a su padre y hermana cuando se dirigían a casa una noche después de la reunión mensual de nuestra organización de cazadores.
Su hermana siempre era muy escandalosa en tales ocasiones, pues ansiaba complacer a su padre. No comprendía por qué Michael la había preferido, desdeñando a Addie.
¿Por qué su padre había decidido compartir nuestros secretos con una hija vociferante y fastidiosa cuando tenía en casa otra hija que era una mujer modelo y perfectamente capaz?
Mi padre siempre decía que Michael había elegido a Taylor porque quería que asumiera responsabilidades y para tranquilizarla un poco.
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