Destinada a ellos -
Capítulo 5
Capítulo 5:
Tal vez aquello guardaba relación con la demencia de la otra secretaria. No me extrañaría que estuviesen urdiendo un plan siniestro.
Cuando terminé de llenar aquella interminable pila de documentos mi mano estaba acalambrada.
Me preguntaba por qué demonios necesitaban saber cuántas parejas se%uales tenía y cuáles eran las alergias y enfermedades que había padecido.
No creía que fuera necesario que una asistente personal revelara tantos detalles de su vida.
Eli tomó los documentos cumplimentados y caminó de regreso a su oficina con aire de enfado. Por fortuna, no volví a verlos durante el resto del día.
Aquel día mi madre recogería a Maya de la escuela, pues era su día libre, lo que significaba que no debía aprovechar mi hora de almuerzo para ir a recogerla.
Cuando el reloj marcó las cinco empaqué mis cosas y me precipité hacia el ascensor. Había sido un día lleno de sobresaltos y no veía la hora de llegar a casa y tomar un relajante baño caliente.
Cuando llegué al pisa del vestíbulo mi teléfono celular comenzó a sonar. Miré la pantalla pero no reconocí el número. Contesté rápidamente y sostuve el teléfono junto a mi oído.
“¿Dónde estás?”, me preguntó con voz estruendosa a través del teléfono, haciendo que me sobresaltara.
Me quedé petrificada preguntándome cuál sería el motivo de su llamada, pues ya era la hora de la salida y habían comenzado a cerrar el edificio.
Miré a mí alrededor preguntándome si me estarían observando a través de las cámaras. En ningún momento me habían dicho que no podía salir del lugar.
“Hola, Addeline”, me dijo Cyrus en tono impaciente.
“Estoy en el vestíbulo”, tartamudeé nerviosamente.
¿Acaso se suponía que no debía salir? No me habían dicho exactamente a qué horas debía salir, así que asumí que podía hacerlo al mismo tiempo que todos los demás.
“Regresa de inmediato. Tienes dos minutos para regresar. De lo contrario estás despedida”, me dijo en tono amenazante y luego colgó abruptamente.
Me quedé mirando la pantalla de mi teléfono celular.
¡Maldición! ¿Solo un par de minutos?
Presioné el botón del elevador, que estaba de nuevo en el piso superior. Eché un vistazo nerviosamente a mi reloj y luego me fijé en las escaleras.
Me quité los tacones rápidamente y comencé a subir las escaleras a todo correr. Los músculos posteriores de mis piernas me ardían cuando llegué a la mitad del recorrido y estaba sin aliento.
Definitivamente necesitaba hacer ejercicio. Acababa de descubrir que estaba fuera de forma. Eché un vistazo a mi reloj y vi que me quedaban 30 segundos y otros dos tramos de escaleras.
Entonces aceleré el paso mientras sentía que mis pulmones iban a estallar y finalmente entré apresuradamente en su oficina. Jadeaba como si estuviera a punto de morir o de sufrir un ataque cardiaco.
Eli miró su reloj e hizo una mueca burlona mientras yo sentía que mi corazón estaba a punto de detenerse.
Sentía el rostro muy acalorado mientras aferraba mis rodillas, las cuales me temblaban como gelatina y estaban a punto de ceder. Y los miré.
Ambos sonrieron como si verme en ese estado les pareciera divertido. ¿Acaso esto era un juego para ellos?
Jamás me había estado tan enfurecida en toda mi vida. Quería propinarles un puñetazo en sus varoniles y apuestos caras.
“No puedo creer que lo haya hecho”, le dijo Cyrus riendo a Eli, el cual tenía la misma expresión estúpida en su rostro.
Sentía todo el cuerpo adolorido después de aquel intenso ejercicio, pues no estaba acostumbrada a realizar actividad física.
Levanté un dedo para indicarles que me esperaran un segundo. Me recosté sobre los fríos baldosines, lo cual me ayudó a refrescarme.
No me importaba el desastroso y poco profesional aspecto que ofrecía después de que me habían hecho subir doce tramos de escaleras. Necesitaba tiempo para recuperarme.
Cyrus caminó junto a mí mientras me miraba tendida en el piso. Mi pecho subía y bajaba mientras yo trataba de recuperar el aliento.
Se arrodilló junto a mí y apartó el cabello de mis ojos. Posteriormente me tomó por la mandíbula.
“Si hubieras corrido esta mañana como lo hiciste hace un rato, seguramente no habrías llegado tarde”, se burló.
Luego, se puso de pie.
¿Acaso ese idiota me estaba sometiendo a una prueba de resistencia? Me ofreció su mano y la tomé a regañadientes.
Sentí que ascendían chispas por mi brazo y luego aparté mi mano bruscamente mientras miraba la palma de la misma.
Luego, sacudí la cabeza. Cyrus tenía un extraño semblante.
Tal vez experimentaba la misma sensación que yo. Probablemente era estática producto de mi carrera.
“¿Para qué querías verme?”, pregunté mientras trataba de recuperar el aliento.
Eli dio un paso adelante y me entregó algunos papeles, los cuales le arrebaté. Al mirarlos vi que contenían números direcciones e información sobre la gente que trabajaba para ellos.
Eché un vistazo a los documentos. Abrí los ojos desmesuradamente al ver el horario de trabajo que me habían impuesto.
Esperaban que estuviera disponible para ellos desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la noche, y además pretendían que estuviera a su disposición los fines de semana.
No podía aceptar ese horario. ¿Quién iba a cuidar a Maya cuando mi mamá estuviera de turno?
“¿Acaso algo está mal?”, me preguntó Eli.
Fruncí los labios y apreté los dientes. No podía soportar una mayor carga laboral. El edificio cerraba a las 5.
Me preguntaba por qué tenía que permanecer allí dos horas después de que todos los demás se habían ido y por qué razón debía empezar a trabajar dos horas antes que todos los demás.
¿Acaso era un castigo por haberles hecho pistola? Seguramente me habían reconocido y ahora querían castigarme haciéndome trabajar durante una gran cantidad de horas.
Definitivamente algo está mal”, dijo Cyrus. Los miré mientras me observaban.
“Me resulta imposible trabajar durante todas esas horas, pues tengo otros compromisos que cumplir”, le respondí con sinceridad, aunque sabía muy bien que estaban a punto de despedirme.
“¿A qué compromisos te refieres?”, me preguntó Eli.
Sin embargo, no estaba dispuesta a contarles nada acerca de mi vida o de la difícil situación por la que atravesaba mi familia, pues no quería que me criticaran ni que me lanzaran miradas de reproche.
“Está bien, acepto. Me las arreglaré”, dije. Suspiré mientras trataba de pensar cómo iba a poder trabajar durante todas esas horas.
“Pero tendré que almorzar a las 2:30”, señalé
“¿Y por qué razón?”
“Porque a esa hora debo recoger a Maya del colegio”, repuse.
Ambos parecían estar sorprendidos. Durante unos instantes se miraron mutuamente.
“¿Maya?”, me preguntó Cyrus con frialdad mientras me lanzaba una mirada hostil, como si hubiese hecho algo indebido.
Fruncí las cejas.
“Es la hija de mi hermana”, expliqué.
Pareció aliviado al oír mi respuesta. Soltó un suspiro y vi que Eli le daba un empujoncito.
“Está bien, pero mantén tu teléfono contigo”, aceptó, alejándose.
Asentí con la cabeza.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar