Destinada a ellos -
Capítulo 48
Capítulo 48:
Taylor se preparó rápidamente su almuerzo y yo entré a la cocina para ayudarla. Observé que miraba a su alrededor, inquieta.
“Las bolsas para los sándwiches están en el último cajón”, indiqué. Asintió y, frunciendo el ceño, respondió:
“Sí, lo recuerdo”.
Yo sabía que mentía, pero de todos modos no podría haberlo recordado, pues había estado ausente durante mucho tiempo.
Siguió preparando su almuerzo mientras yo la observaba.
“Recuerda que durante tu hora de almuerzo debes recoger a Maya. Se quedará sentada dibujando mientras sales del trabajo. También debes recordar que los jueves son los días de educación física, así que debe utilizar una camiseta amarilla en el colegio ese día. Los alumnos visitan la biblioteca los viernes y deben devolver los libros los lunes”, expliqué.
Asintió, pero yo era consciente de que era demasiada información, así que, para facilitarle las cosas, tomé un lápiz y escribí todo aquello en una hoja, además de otros datos importantes que debía recordar.
Como, por ejemplo, que Maya debía ser vacunado dentro de dos semanas, el nombre de su profesora y el número telefónico de su colegio, y luego se la entregué.
Tomó la hoja, le echó un vistazo y la guardó en su bolso. Puesto que yo sabía que ella no dispondría de dinero antes de que le hicieran su primer pago, le di todo el efectivo que tenía en mi billetera, aproximadamente $500 de mi pago de la semana anterior. Miró el dinero, confusa.
“Tómalo, lo necesitarás hasta que te paguen. Utilizalo para cargar combustible y para cubrir los gastos de Maya”, indiqué.
Como no lo tomó, saqué su billetera de su bolso y lo guardé en ella. Luego, volví a colocar la billetera en su bolso. Taylor encontró en su bolso el frasco de pastillas, tomó una de ellas y se la llevó a la boca.
“¿Para qué son estas pastillas?”, preguntó Maya mientras sacudía el frasco. Taylor tomó el frasco de las manos de Maya y lo volvió a guardar en su bolso.
“Son pildoras para el control de la natalidad”, repuso Taylor. Miré a Cyrus y vi que soltaba una risita tonta, como indicando, te lo dije.
Su voluntad parecía estar cumpliéndose, pero ello planteaba un inquietante interrogante: ¿Acaso en alguna ocasión me había obligado a hacer algo?
“Toma tu bolso, Maya”, le dije cuando vi la hora que era. La llevé al automóvil y le abroché el cinturón de seguridad.
Mi hermana dejó de abrazarme cuando Cyrus se acercó a ella y le entregó un teléfono celular. Ella le echó un vistazo y luego lo miró a él.
“Utilízalo para llamar a tu hermana. También te servirá en caso de que quieran llamarte del colegio”, explicó.
“Llamaré al colegio hoy y les daré tu número”, le dije a ella.
“Eli ya se ocupó de eso”, indicó Cyrus. Moví negativamente la cabeza, frunciendo los labios.
“Cuida muy bien de Maya, Taylor”, le rogué mientras miraba a Maya, sentada en la parte trasera de mi viejo automóvil.
Tragué saliva a través del nudo que se me había hecho en la garganta.
“Por supuesto que lo haré, soy su madre”, replicó.
“Lo eres, pero espero que en esta ocasión no lo olvides”, la amonesté.
Pareció confundida al oír mi declaración. Sacudió la cabeza y luego me dio un beso en la mejilla.
“¿Tendré la oportunidad de verte más tarde”?”, me preguntó mientras yo agarraba la puerta.
“Sí, Recuerda que hoy me marcharé, pero espero verte pronto. Te amo”, repuse.
“Yo también te amo, Siswa”, replicó.
Sentí como si algo se hubiera quedado atascado en mi garganta. No me había llamado así hacía mucho tiempo. Era como si hubiera vuelto a ser la misma de antes.
“Pásala bien”, añadió, cerrando la puerta. La observé mientras se alejaba, llevándose a Maya con ella. Seguirían adelante con sus vidas sin mí, mientras la mía se desmoronaba.
Salimos hacia Soya, en realidad condujimos, lo que fue un alivio, aunque todo mi cuerpo estaba entumecido cuando por fin llegamos a la casa.
Estaba oscuro, la noche había caído hacía horas y ya era casi medianoche. El viaje me llevó todo un día y una noche de mi vida que no podría recuperar.
Cyrus y Eli se turnaban para conducir mientras yo permanecía en la parte de atrás ignorándolos. No había hablado con ellos.
No entendía su deseo de volver tan pronto. Sabía que era inevitable que no tuvieran más remedio que obligarme a venir, pero ¿Por qué con tanta urgencia?
Al salir del auto me estiré, mi espalda crujió dolorosamente al ponerme de pie. Cyrus se dirigió al maletero y agarró mi bolso, en tanto yo seguía a Eli al interior.
Él entró en la cocina y encendió las luces. Mientras tanto, subí a la habitación en la que me metieron la primera vez que vine. Cyrus subió las escaleras pasando por delante de la puerta antes de pararse y mirar dentro.
“¿Qué estás haciendo?”, me preguntó.
“Me siento, ¿Qué te parece?”
“¿Quieres quedarte aquí?”, preguntó y yo asentí con la cabeza.
“A Eli no le gustará eso”, dijo, pero yo me encogí de hombros sin importarme lo más mínimo lo que le gustara.
“Bueno, todos tenemos que hacer cosas que no nos gustan, ¿No?”, le dije y él suspiró antes de irse y llevarse mi mochila con él. Refunfuñé, no pensaba quedarme allí con ellos.
“¡Addie!”.
Escuché que Eli me llamaba desde abajo. Me levanté y caminé hacia la puerta, Cyrus salió de su habitación por el pasillo detrás de mí.
Entré en la cocina y me quedé parada en el marco.
“¿Qué?”, pregunté, solo quería irme a la cama.
“Actitud o te dejaré el trasero rojo”. Puse los ojos en blanco a punto de irme, pero me tropecé con Cyrus, que estaba justo detrás de mí.
“Muévete”, le dije, pero no se movió.
“No le hablarás así a tus compañeros”, espetó Eli detrás de mí, haciendo que me diera la vuelta para mirarlo.
“¿Qué quieres? Estoy cansada”, le contesté.
“¿Por qué escuché hablar que no te quedarías en nuestra habitación?”.
“Porque no voy a dormir en una habitación con ustedes dos”, le respondí.
“Anoche dormiste bien con nosotros”, me dijo.
“Sí, pero anoche no me obligaron a salir de mi casa para mudarme a maldita villa ahora ¿Verdad?”, le contesté.
“Quédate con nosotros, no hace falta que te escapes por la noche”.
“¿Y adónde iría?”. No había manera de que los autobuses salieran tan lejos y había dejado mi auto con mi hermana.
“A ningún lado porque donde vamos nosotros, vas tú”, dijo Eli caminando hacia mí.
“Como quieras”, le respondí dándome la vuelta y yendo hacia la salida.
“Cyrus, ¿Quieres moverte por favor?”, le dije cuando me impidió salir de nuevo.
“Sé que no estás contenta con esto, pero mejorará, solo dale una oportunidad”, dijo.
Pero yo lo fulminé con la mirada. Eso era fácil para él decirlo, no acaba de renunciar a toda su vida por mí.
“¿Puedo irme?”
“Sí, pero a nuestra habitación”, dijo Eli y Cyrus se hizo a un lado dejándome pasar.
Entonces subí las escaleras y volví a la habitación. Cerré la puerta con llave. Al no escuchar ningún movimiento en las escaleras, saqué el teléfono que tenía en el bolsillo e intenté encontrar algún sitio donde esconderlo.
Al encenderlo, me cercioré de que estuviera en silencio, tal como ya estaba. Vi un mensaje de Sam.
[Sam: Avísame cuando recibas esto. Decía].
Le contesté
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