Destinada a ellos
Capítulo 49

Capítulo 49:

[Yo: Recibido]

[Sam: Mantenlo oculto. Mándame un mensaje cuando puedas]

Me contestó al instante, como si estuviera esperando mi mensaje.

Eché un vistazo a la habitación antes de decidirme a ponerlo debajo del colchón, ya que necesitaría llegar a él fácilmente, sin que nadie se diera cuenta. Justo cuando aplanaba la sábana sobre la cama, escuché unos golpes en la puerta.

“Abre”, la voz de Eli entró por la puerta. Me acerqué y abrí la puerta, él me agarró del brazo y tiró de mí hacia su habitación.

“¿Por qué no puedo quedarme en la otra habitación?”, pregunté, molesta de que me obligara a meterme en su cama con ellos.

“El vínculo de pareja se hará más fuerte cuanto más tiempo pasemos contigo”, me respondió, empujándome hacia la cama. Cerró la puerta con llave.

“Sí, pero yo no quiero que el vínculo se haga más fuerte, ojalá no hubiera un p*to vínculo invisible”, le dije y él gruñó con fuerza.

“Contrólate”, le espetó Cyrus haciendo que lo mirara.

Al voltear a verlo, su rostro estaba contorsionada, sus caninos resbalaban de su boca y sus ojos habían tomado una mirada demoniaca.

“¿Vas a ladrar ahora o a orinar en la alfombra?”, repliqué sarcásticamente.

“Cuidado con lo que dices, me estás poniendo de los nervios”, dijo, haciendo que la piel se me pusiera de gallina. Sin embargo, no me importó, sabía que no me harían daño.

“¿O qué? ¿Me azotarás otra vez? Sé que ladras, pero no muerdes. No me harás daño”, le contesté.

“No estés tan segura de eso, ahora mismo no estás tratando con Eli”, respondió Cyrus detrás de mí, levantándose.

“¿Qué?”, pregunté mientras lo miraba. Caminé hacia él, sus ojos observaban cada uno de mis movimientos. Le pasé las manos por el pecho y se estremeció bajo mi contacto.

“A mí me parece que es él”, le dije antes de agacharme y agarrarlo por los pantalones.

Retiré la mano de un tirón cuando me percaté de lo er$cto que estaba. Su er$cción era enorme.

“Sí, es él, pero así es más animal que hombre, estás mordiendo más de lo que puedes masticar”, me advirtió Cyrus.

Eli rugió y mis ojos se clavaron en los suyos cuando de repente me agarró de los brazos y sus uñas, como puntas afiladas, se clavaron en mis brazos.

Las chispas que estallaban sobre mi piel se hacían más fuertes, más intensas, conforme me apretaba con más fuerza.

“Ahora no pareces tan segura de ti misma, cariño”, exclamó Eli, acercándose un poco más.

Su voz era más grave, más áspera, demoníaca, pero excitante. Maldita sea, podría hablar todo el día con esa voz y yo no me quejaría,

Retrocedí, me agarró con más fuerza y mis rodillas chocaron contra el respaldo de la cama, lo cual me obligó a sentarme.

Se alzó sobre mí, sus ojos se clavaron en mi pecho cuando, de repente, pasó su uña por delante de mi camiseta, y la cortó como un cuchillo caliente sobre mantequilla.

“¡Eli!”, dijo Cyrus y sus ojos se desviaron hacia él, que se encontraba detrás de mí.

“No, ella quería hacerme enojar. Ella puede lidiar con las consecuencias”, dijo, haciéndome tragar saliva.

“No mientras estés así, le harás daño”, respondió Cyrus moviéndose detrás de mí.

Sentí que su brazo me rodeaba la cintura antes de que, de repente, me tirara hacia atrás y me colocara entre sus piernas.

Eli, sin hacerle caso, se arrastró por la cama y me agarró por los tobillos, empujándome hacia él. Un chillido se escapó de mis labios ante la embestida y el gruñido que salió de él.

Pasó su nariz por mi barbilla hasta mi cuello, lamió mi marca haciéndome g$mir y luego apreté los labios, estúpido lazo.

Sus manos me tocaron el pecho bruscamente, sus uñas se clavaron en mi piel como puntas de aguja que me hicieron gritar. Le aparté la mano y noté los moretones de su rudeza.

“¿La estás lastimando?”, dijo Cyrus, pero Eli lo ignoró.

Sus dientes rozaron mi piel mientras bajaba hasta morderme el pecho. Sentí cómo se me desgarraba la piel, cómo se me llenaban los ojos de lágrimas mientras intentaba apartarle el rostro de un tirón.

Pero él me agarró las manos con una de las suyas, las colocó por encima de mi cabeza y las inmovilizó contra el colchón.

“Me haces daño, detente”, grité al tiempo que volvía a morderme el otro pecho.

Continuó su tortura mordiéndome la piel, Cyrus le agarró del hombro y lo empujó hacia atrás, pero no se detuvo.

“Detente, la estás asustando”, le suplicó.

“¿Dónde estás durmiendo, Addie?”, gruñó Eli entre mordiscos en mi piel, me mordió la cadera y traté de apartarme, luego le agarré el cabello con mis manos que estaban libres.

Eli me abrió las piernas de un empujón y, arrodillándose, me arrancó los pantalones. Intenté darle una patada y me retorcí en la cama hacia Cyrus, pero me echó hacia atrás y me bajó los pantalones de un tirón hasta quitármelos.

Me mordió el interior del muslo, con dientes como cuchillas. Sentí su aliento en mi cuerpo y gruñó antes de acomodarse entre mis piernas.

“¿Dónde estás durmiendo, Addie?”, me preguntó y sentí cómo sus caninos rozaban mi clítoris. No quería que me mordiera ahí.

“Por favor”

“¿Dónde Addie?”, gruñó y pude sentir su ira golpeándome, dura y caliente.

“Aquí dentro, me quedaré aquí dentro”, grité mientras sentía sus caninos presionando con más fuerza contra mi piel,

“Buena chica”, me dijo y luego hundió su lengua en mi interior.

Su enfado se disipó y me separó aún más las piernas para chuparme el clítoris. De repente, Cyrus se inclinó sobre mí y sus labios se acercaron a los míos y luego me chupó el pezón haciéndome arquear la espalda.

Sentí chispas por todas partes y me abandoné a la sensación de sus manos y sus labios. Mis piernas empezaron a temblar y mi piel se calentaba al sentirme subir cada vez más alto cuando, de repente, Eli se detuvo justo cuando estaba a punto de correrme.

Me besó los labios de mí se%o y luego se bajó de la cama y se metió en la ducha. Le escuché reírse de haberme excitado para luego salir.

“Aprenderás Addie, Cyrus, si la tocas serás castigado”, dijo, quitándose la ropa mientras Cyrus se movía entre mis piernas, podía sentir su er$cción presionándome, y moví mis caderas contra él deseando que me liberara.

Él g$mía besándome cuando la voz de Eli sonó desde el baño.

“¿Qué he dicho?”, Cyrus g!mió antes de levantarse, pero le rodeé la cintura con las piernas y lo besé.

“Addie no”, dijo, soltando mis piernas de su cintura.

“¿No estarás hablando en serio?”, se rio mirándome. De repente se bajó de la cama provocándome un intenso dolor entre las piernas.

Sentada, resoplé molesta. Me acerqué a la puerta y giré el pomo, pero seguía cerrada y sólo tenía un ojo de cerradura para abrirla.

Entré en el armario, tomé mi maleta y empecé a rebuscar en ella para encontrar algo con lo que dormir. Saqué ropa interior y una camisa y me las puse antes de meterme en la cama.

Mi corazón palpitaba de deseo y odiaba que el vínculo te hiciera necesitarlos hasta el punto de que resultaba casi doloroso.

Podía oír la ducha en marcha, el vapor saliendo por la puerta que aún no estaba cerrada del todo.

Una extraña sensación se apoderó de mí, haciendo que mi excitación fuera diez veces peor, aunque yo no estaba haciendo nada para provocarla.

Escuché a Eli hacer un ruido, mis ojos se desviaron hacia la puerta del baño. ¿Qué estaban haciendo? Por la extraña sensación que me invadía, sabía que estaban haciendo algo.

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