Destinada a ellos -
Capítulo 47
Capítulo 47:
“Tu actitud me molesta mucho”, repuso.
“No estoy asumiendo ninguna actitud”, respondí antes de agarrar mis zapatos y ponérmelos. Cruzó los brazos sobre el pecho, lo que le confería un aire aún más grave. Puse los ojos en blanco y gruñó.
“Cálmense chicos”, intervino Cyrus mientras Eli y yo continuábamos mirándonos con hostilidad.
“¿Ella fue la que empezó?”
“No, tú lo hiciste, porque asumiste que estaba tratando de huir, pero solo quería ponerme mi maldita ropa para que pudiéramos irnos”, le dije a Eli.
El cual dio un paso adelante y lanzó un gruñido que brotó de lo más profundo de su pecho, ante mi lenguaje obsceno.
“No te detengas, no dejaré que te despidas”, señaló.
“No me iré: ahora date prisa, Maya debe partir hacia el colegio en una hora”, contesté.
Entreabrió los labios para responder, pero Cyrus agarró su brazo, forzándolo a mirarlo. Suspiró y se marchó.
Cyrus se acercó a mí y me miró arqueando una ceja. Aparté la vista, molesta. Volví a sentarme en la estancia y crucé los brazos.
“¿Por qué siempre están peleando?”,
“Oh, lo siento, ¿Acaso hice algún comentario que te pareció desagradable?”, le pregunté y pude percibir un destello rojo en sus ojos.
“Debes comportarte debidamente. No toleraré tus rabietas, eres una adulta, así que debes actuar con madurez”, me reprendió.
Luego, se dirigió a la habitación. Al cabo de unos minutos regresaron completamente vestidos, pero ninguno de los dos me dirigió la palabra. Eli llevaba una maleta en la mano.
Caminó hacia una pintura que pendía de la pared del pasillo y la quitó, dejando al descubierto una caja fuerte.
Agarré las llaves de la mano de Cyrus y salí por la puerta mientras ellos hacían lo que fuera que se propusieran hacer.
Desbloqueé el automóvil, me subí a la parte trasera del mismo, me abroché el cinturón de seguridad y coloqué mi bolso entre mis pies.
Cyrus y Eli pusieron algunas cosas en el maletero, se subieron al automóvil y le entregué las llaves a Eli.
El viaje hasta mi casa transcurrió en silencio. Solo se escuchaba la radio, que sonaba suavemente.
Cuando el automóvil se detuvo en el camino de entrada, vi que los automóviles de mi madre y de mi hermana aún estaban allí.
Me sentí muy aliviada al poder verlas antes de marcharme. Salí del automóvil, caminé hacia la puerta de entrada de la casa y entonces recordé que le había dado a mi hermana las llaves de mi vehículo.
Cuando me disponía a llamar a la puerta, Eli de repente quitó el seguro de la misma, lo que me impulsó a mirarlo.
Sostuvo en alto una llave y yo resoplé, molesta por el hecho de que tuviera en su poder una llave de mi casa.
Al entrar pude escuchar que todas se disponían a iniciar su rutina diaria. Taylor pronto llevaría a Maya al colegio.
Ella solo trabajaba de 9 a 5 para que Maya ya no tuviera que asistir a las actividades extracurriculares previas a la jornada escolar, y la recogía del colegio durante su hora de almuerzo, como solía hacerlo yo.
Mi madre levantó la vista cuando entré y una sonrisa iluminó su rostro. De repente recordé la discusión que habíamos sostenido hacía algunos días, pero de su mirada alegre deduje que había olvidado aquel incidente. Parecía estar muy feliz de verme. Eli fue a la cocina a preparar café.
“¿Qué sucede?”, me preguntó mi madre mientras me miraba.
Taylor también dejó de preparar el cereal de Maya y me escrutó con la mirada. Me resultaba extraño verla criar a su propia hija.
Sin embargo, la alegría que se reflejaba en el rostro de Maya indicaba que a esta última le encantaba despertar en compañía de su madre.
“Me marcharé a Soya hoy, así que vine a despedirme”, expliqué.
“¿Tan pronto?”, me preguntó mi madre. Asentí.
Su mirada se tornó vidriosa mientras se aproximaba a mí y me abrazaba. Llevaba puesta su bata y yo sabía que pronto tendría que irse a trabajar, pero tenía que despedirme de ella debidamente, aunque solo fuera durante unos cuantos minutos.
Cyrus subió las escaleras y advertí que Eli me observaba. Aparté la mirada, enfurecida por el hecho de que me estuviese obligando a hacer aquello.
“Bueno, a decir verdad esto es algo realmente sorprendente, pero al mismo tiempo emocionante”, me dijo mi madre mientras tomaba mi rostro entre sus manos.
“Nos las arreglaremos sin ti, pero de todos modos podrás venir a visitarnos”, añadió.
Asentí mientras miraba a Eli, quien súbitamente se volvió. Me pregunté por qué razón evitaba mirarnos. Tomó su café y luego subió las escaleras, quizás para buscar a Cyrus.
Taylor se aproximó a mí y me abrazó. Era sólo piel y huesos, me parecía estar abrazando a un esqueleto. Sin embargo, parecía diferente, casi feliz.
“Te echaremos de menos”, me dijo.
Correspondí a su abrazo. Cuando éramos niñas solíamos ser inseparables, y lo fuimos hasta que extravió su camino.
Había vuelto a mi vida, pero en ese preciso momento tenía que decirle adiós, lo cual se me antojaba injusto.
“Bien, ahora debo irme a trabajar. ¿Vas a empacar tus cosas?”, me preguntó mi madre.
La miré mientras tomaba sus llaves y su bolso. Dejé que Taylor saliera junto con mi madre. Ella colocó su bolso en el asiento del pasajero de su automóvil. Luego, se puso de pie y me dio rápidamente otro abrazo.
“Llámame en cuanto llegues, para que yo sepa que no has sufrido ningún contratiempo, y llámame todos los días”, me pidió.
“¡Oh! Olvidaba decirte algo: Sam me pidió que te diera esto”, añadió mientras se agachaba y tomaba algo de la guantera. Era un teléfono celular.
“¿Cuándo lo viste?”, le pregunté.
“Fue a mi consultorio ayer”, respondió.
“¿Tu teléfono se descompuso?”, me preguntó.
Recuperé de inmediato la compostura y asentí. Me dio una palmadita en el hombro y rápidamente guardé el pequeño teléfono en mi bolsillo, antes de que Cyrus y Eli lo vieran, pues a través de él Sam se mantendría en contacto conmigo.
“Te amo. Por fortuna, el comportamiento reciente de tu hermana ha sido ejemplar, es como si nunca hubiera sido drogadicta. Su repentina transformación es sorprendente. Al parecer fue una buena idea llamar a la policía, creo que eso fue lo que la hizo entrar en razón”, observó mi madre.
“Quizá tengas razón”, concordé, abrazándola y besándola por última vez, antes de verla marcharse en su automóvil.
Posteriormente, entré en la casa y vi a Cyrus hablando con Taylor. Cuando Maya terminó de comerse su cereal me aproximé a ella y coloqué el plato en el fregadero. Maya extendió los brazos hacia mí, y yo la alcé y la abracé.
“¿De veras te vas air, tía?”, me preguntó.
Asentí mientras presionaba mi rostro contra sus rizos y las lágrimas resbalaban por mis mejillas.
Sería a ella a quien más extrañaría, pues había estado conmigo durante mucho tiempo y ahora debía confiarla al cuidado de su madre.
Aquella idea me intranquilizaba, pero me alegraba el hecho de que Maya volviera a compartir la vida con su madre.
“No llores. Mami cuidará de mí”, me tranquilizó.
Asentí, incapaz de articular palabra alguna. Eli bajó entonces con una maleta, de lo que deduje que él y Cyrus habían estado empacando mis cosas.
Él salió de la casa llevando mi maleta. Dejé a Maya en el piso, tomé el cepillo de cabeza y empecé a hacerle unas colitas para el colegio.
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