Destinada a ellos -
Capítulo 42
Capítulo 42:
Retorcía sus dedos dentro de mí, haciendo contacto con un punto en el cual sus dedos me proporcionaban un inmenso placer, yo nunca había logrado alcanzar esa zona erógena.
Sus dedos se deslizaban dentro y fuera de mi húmeda vag!na. Se echó hacia atrás. Sus dientes mordisqueaban mi cuello.
De repente retiró la mano con la que había estado sujetando mi cintura y abrió con ella los dos botones superiores de mi blusa, dejando mi pecho al descubierto.
Sus dientes rozaron la parte de mis senos que no estaba cubierta por mi sostén. Clavé las uñas de una de mis manos en su hombro, y las de la otra en su pecho.
Sentía que mi piel ardía y lancé un gemido entrecortado mientras sentía que mi piel se ruborizaba.
Estaba a punto de tener un orgasmo. Comenzó a mover sus dedos con más rapidez mientras frotaba con su pulgar mis sensibles terminaciones nerviosas.
“Vente para mí”, me susurró.
Su voz junto a mi oído bastó para llevarme al borde del clímax. Sentía que las paredes de mi vag!na presionaban sus dedos, agitándose mientras oleadas de placer recorrían mi cuerpo al alcanzar el orgasmo,
Ralentizó sus movimientos mientras mi cuerpo se estremecía durante el orgasmo y yo me quedaba sin aliento.
Finalmente retiró sus dedos. Mi rostro se enrojeció mientras veía cómo chupaba sus dedos hasta dejarlos limpios.
Luego, agarró mi rostro y oprimió sus labios contra los míos. Pude saborear mis secreciones en su lengua cuando la introdujo en mi boca. Gimió y luego se echó hacia atrás.
“¿Aún no sientes el vínculo de pareja?”, me preguntó con una sonrisa maliciosa en sus labios.
De repente Cyrus entró, haciéndonos salir de nuestra pequeña burbuja. Me bajé del regazo de Eli, sintiéndome avergonzada. Eli se burló de mí al ver mi rostro sonrojado.
Cyrus se acercó a Eli, se inclinó sobre el respaldo de su silla y metió la mano en el bolsillo delantero del pantalón de Eli. Este lo miró y Cyrus lo besó.
Me sentí excitada al ver aquella escena. ¿Por qué era tan libidinosa? Cyrus se echó hacia atrás y sacó las llaves del bolsillo de Eli.
“Algo huele muy bien aquí, me encantaría comerlo”, murmuró y luego me miró, sus ojos se habían tornado de un rojo carmesí.
Aparté la mirada, pues sabía muy bien qué sabor acababa de percibir Cyrus en su lengua.
“Olvidaste tus llaves”, dije haciendo tintinear las llaves del auto de Eli antes de salir.
Volvía a trabajar en la computadora, tratando de ignorar el dolor que sentía entre mis piernas. Esperaba que desapareciera pronto.
El resto del día transcurrió en un suspiro. Eli me hizo permanecer en su escritorio. Incluso durante la hora del almuerzo estuvo conmigo, rehusándose a permitirme ir sola a cualquier parte.
Taylor se ajustaba lentamente al trabajo, pero aprendía rápidamente las cosas, así que estaba segura de que al cabo de una o dos semanas se habría adaptado por completo a su labor.
Por la tarde Cyrus regresó y llamó a Eli fuera de la habitación. Aproveché esa oportunidad para enviarle un mensaje a Sam, pero este no llegó a su destinatario.
“¿Acaso has bloqueado mis mensajes?”, le pregunté a Eli cuando entró.
“Si, así es. Bloqueé los mensajes que le enviaste a Sam, y a mi teléfono llegará el texto de cualquier mensaje que envíes”, repuso. Irritada, arrojé mi teléfono en mi bolso.
“¿Por qué le has estado enviando mensajes a Sam?”, me preguntó.
“Solo quiero estar segura de que está bien después de lo que sucedió anoche”, respondí.
“Se encuentra bien. Aunque me encantaría matarlo, ese b$stardo está bien. Por desgracia, no puedo tocarlo, porque en ese caso toda su organización iría tras nosotros”, declaró.
“Mi padre era un cazador”, le dije, tratando de comprender aquella nueva información.
“¿Lo conocías?”, le pregunté. Gruñó suavemente.
“Desde luego que no lo conozco: yo no voy por ahí tratando de atraer la atención de los cazadores, Addelyn”, repuso.
“No te enfades, solo te estaba haciendo una pregunta”, repuse mientras tomaba mi morral y me lo echaba al hombro.
Cyrus entró en ese momento, llevando un tubo transparente que contenía unas pastillas. Noté que eran rojas.
“Quiero saber qué hay exactamente en esas pastillas, aparte de tu sangre”, le dije mientras se las guardaba en el bolsillo.
“Solo son pastillas azucaradas”, respondió y asentí. Me tomó de la mano y me llevó a la planta baja, donde Taylor y Bella estaban esperando.
“¿Podríamos recoger a Maya de camino a casa?”, preguntó ella.
“Tu madre ya la recogió”, respondió Eli.
Taylor asintió, confusa. Caminamos hasta el automóvil y me subí en la parte trasera del mismo con mi hermana.
Bella hizo un gesto de despedida con la mano mientras Eli salía del estacionamiento. Cyrus se volvió en su asiento para mirarnos y le lanzó una mirada a Taylor.
“Ven aquí”, le dijo.
Obedeció de inmediato, moviéndose hacia el borde de su asiento. Cyrus agarró su rostro mientras sostenía el tubo de píldoras.
“Debes tomar una de estas píldoras diariamente hasta que se acaben. Si tu madre te pregunta qué son, solo dile que son pildoras para el control de la natalidad”, respondió.
Sus ojos eran de un color rojo oscuro, y sacudí la cabeza, hipnotizada por su mirada, al igual que ella.
Entonces soltó su rostro y advertí que los ojos de mi hermana estaban vidriosos. Luego, ella sacudió la cabeza, Cyrus le colocó las píldoras en la mano y ella las depositó en su bolso.
La miré fijamente, pero fue como si la conversación que ellos acaban de tener nunca hubiera tenido lugar.
Ella simplemente hablaba alegremente acerca del trabajo. Guardé silencio, sin estar segura de sí me agradaba el cambio que había sufrido mi hermana.
Esperaba que algo saliera mal, pero no fue así. Advertí que Eli me miraba repetidamente a través del espejo mientras yo intentaba escuchar a mi hermana.
En el momento en que nos detuvimos Maya estaba afuera en el porche, esperando en compañía de mi madre.
Al salir del automóvil escuché que mi madre decía
“Se ha escapado. Llamé a la estación de policía y me dijeron que alguien pagó su fianza”.
La otra puerta trasera del carro se abrió y mi madre se veía desconcertada al observar que Taylor salía del automóvil.
“Tengo que hablar contigo, Debbie”, dijo Cyrus y ella lo miró.
“¿Sobre qué? Taylor, tú…”.
No concluyó la frase y sacudió la cabeza. Taylor corrió a su lado y la abrazó. Luego, alzó a Maya, que abrazó a su madre, emocionada por poder tener su atención.
Tragué saliva, se había formado un nudo en mi garganta. Todos entraron, me apenaba saber que pronto este ya no sería mi hogar.
Me entristecía saber que ya no vería a Maya ni a mi madre todos los días. Maya ya no correría emocionada hacia mí y ese pensamiento me dolía mucho más de lo que yo habría podido imaginar anteriormente.
Se me había concedido su custodia poco antes de su tercer cumpleaños y durante ese tiempo habíamos forjado un intenso vínculo.
Para mí era como una hija y me disgustaba un poco la facilidad con la que había aceptado el regreso de su madre a su vida, sin demostrar mucho interés en mí.
Entonces sentí que Eli apoyaba su mano en mi espalda baja, lo que me hizo mirarlo. Cyrus se alejó con mi madre hacia la cocina y Taylor entró en la sala de estar con Maya, la cual le mostró a su madre el dibujo que había hecho.
“¿Podemos quedarnos en tu casa?”, le pregunté a Eli, que pareció un poco sorprendido.
Todo estaba sucediendo demasiado deprisa y para mí resultaba desconcertante el hecho de que mi familia volviera a estar juntas mientras me hacían a un lado.
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