Destinada a ellos -
Capítulo 41
Capítulo 41:
“Querías que corrigiera el comportamiento de tu hermana, ¿Verdad? Bien, pues ya lo hice. Ahora tienes trabajo que hacer”, me dijo al tiempo que giraba sobre sus talones y subía las escaleras.
Subí las escaleras detrás de él y encontré a Cyrus dejando mi ropa en la cama. La tomé rápidamente y me vestí.
Tenía el extraño presentimiento de que lo que fuera que mi hermana había estado tratando de decirme era algo importante.
No me explicaba cómo sabía acerca de ellos, pues yo sabía muy bien que Eli y Cyrus no iban por ahí revelándole sus secretos a todos los que se cruzaran en su camino, y mucho menos a una drogadicta, a pesar de que su comportamiento fuera errático y desordenado,
“¿Ya estás vestida? Tu hermana está en la planta baja. Deberías presentársela a Bella. Podrían trabajar juntas en el mostrador de la entrada”, me dijo Eli.
Asentí. Cyrus hacía que todo pareciera demasiado simple. ¿No sufriría crisis de abstinencia? ¿Acaso bastaba que le dijera que abandonara las drogas para acabar de una vez por todas con su adicción a las drogas?
Cuando llegamos al trabajo le presenté rápidamente a Taylor a Bella. Luego, Cyrus me tomó por el brazo y me llevó hacia el ascensor. Presionó el botón de apertura y me empujó al interior.
“¡Cálmate! ¿Por qué estás con ese humor de los mil demonios?”, le pregunté mientras me frotaba el brazo, pues me lo había apretado con demasiada fuerza, y noté que se estaba poniendo morado.
Eli entró en el ascensor y presionó el botón correspondiente a nuestro piso. Cuando llegamos a la oficina me dirigí a mi escritorio y entonces Eli me tomó por el brazo.
“Este no será tu sitio de trabajo. Desempeñarás tus labores en mi oficina para que te pueda supervisar”, señaló.
“¿Por qué quieres hacerlo?”, le pregunté, confundida.
“¿Acaso crees que no he leído tus correos electrónicos? Sé muy bien que has estado comunicándote con Sam de esa manera”, respondió mientras me llevaba hacia su oficina.
Cyrus acercó una silla y la colocó junto a la de Eli, el cual me arrojó sobre ella. La silla giró ligeramente y estuvo a punto de caer al piso, por lo que tuve que agarrarme al borde de su escritorio para no caer de espaldas.
Se sentó junto a mí y arrojé mi bolso al piso a mi lado. Me sentía muy enfadada por el hecho de que me hiciera sentar allí como si fuera una niña malcriada a la que un adulto castiga.
Era como si fuese una escolar a la que hacen sentar en el escritorio de la profesora como una forma de reprenderla por su mal comportamiento. Cyrus entró y dejó su computadora portátil frente a mí.
“Puedes usar esta computadora, ya que estaré ausente la mayor parte del día”, indicó. La abrí y la encendí.
“¿Adónde vas?”, le pregunté mientras lo miraba.
“Aunque eliminé los recuerdos de la mente de tu hermana, ello no impedirá que sufra el síndrome de abstinencia, así que tendré que entregarle algunas píldoras placebo, las cuales contienen mi sangre. De esa manera evitaré que sufra crisis de abstinencia mientras su organismo vuelve a funcionar con completa normalidad. Luego, haré los preparativos para el viaje a Soya. Partiremos el fin de semana”, explicó. Luego, giró sobre sus talones y se marchó.
Volví a mirar la pantalla de la computadora y recordé que no me había revelado la contraseña.
“¿Sabes cuál es su contraseña?”, le pregunté.
“Es la fecha de tu cumpleaños”, respondió.
Fruncí las cejas y escribí 15/07/95. Entonces la pantalla de la computadora se desbloqueó y vi que su salva pantallas era una foto suya durmiendo. La miró y bufó.
“Caramba, todavía usa esa foto”, me dijo sacudiendo la cabeza.
Me conecté al portal de la empresa y revisé mis correos electrónicos. Vi que había aproximadamente veinte correos electrónicos de Sam.
Cuando los vio me arrebató la computadora portátil, sin que yo tuviera tiempo de abrir ni siquiera uno de ellos. Los eliminó y luego bloqueó su dirección de correo electrónico de mi bandeja de entrada.
“No debiste hacer eso: Sam es mi amigo”, le dije al tiempo que le arrebataba la computadora portátil.
“Pronto estarás marcada por nosotros dos. Entretanto no quiero que te comuniques con Sam”, declaró.
“¿Por qué? Entiendo que es un cazador, pero a pesar de ello lo aprecio mucho porque fue mi primer amigo”, repliqué.
“¿Acaso estás enamorada de él?”, me preguntó, lo cual me sorprendió. Su pregunta me hizo reflexionar. Me preguntaba si amaba a Sam. Creía amarlo, pero no estaba segura de ello.
“Mientras no hayas aclarado tus sentimientos hacia Sam y Cyrus no te haya marcado, no te permitiré hablar con Sam”, señaló.
Luego, volvió a trabajar en su computadora, mientras yo me acomodaba en mi silla.
“¿Por qué no me puedo comunicar con él antes de que Cyrus me haya marcado?”, le pregunté mientras removía los documentos de trabajo enviados y los archivaba en la computadora portátil de Cyrus.
“Porque una vez que te haya marcado, el vínculo será indisoluble y ni siquiera el vudú hechicero de Sam podrá romperlo. Una vez que seas marcada no vas a volver a querer estar con él, En cuanto se haya consolidado el vínculo solo te interesarás en nosotros. Actualmente tienes una conexión conmigo pero no con Cyrus. Aunque el vínculo es cada día más fuerte, no se consolidará hasta que te hayamos marcado y nos hayamos apareado contigo”, explicó.
“Pienso lo mismo”, repuse mientras leía el documento que acababa de abrir.
Posó su mano en mi rodilla y entonces lo miré, arqueando una ceja. Aparté su mano y volví a concentrarme en la lectura.
Al cabo de un rato colocó su mano en mi muslo y la deslizó por debajo de mi falda, haciéndome estremecer.
Sentí que saltaban chispas en el centro de mi cuerpo y cerré las piernas con fuerza mientras sentía que mi excitación crecía.
“Sientes exactamente lo mismo, ¿No es así?”, me dijo. Le lancé una mirada.
“Eso es porque me estás tocando, aparte de eso mis sentimientos no han cambiado”, contesté.
Giró mi silla hacia él. Luego, separó mis piernas con su pie, levantando mi falda. Vi que sus ojos parpadeaban y supe que estaba mirando mis bragas de encaje.
Se inclinó hacia adelante. Sus manos recorrieron mis muslos y sentí que sus pulgares rozaban la tela del encaje.
Su rostro estaba a solo unos cuantos centímetros del mío y una sonrisa maliciosa se dibujaba en sus labios.
“Detente tenemos que trabajar”, le dije.
Su olor varonil invadió mis fosas nasales y lo inhalé profundamente. Rio, haciendo que me diera cuenta de lo que acababa de hacer.
Y luego juntó sus labios con los míos, deslizando su lengua por mi labio inferior, con la clara intención de introducirla en mi boca, a lo cual no pude resistirme.
Nuestras lenguas se fundieron en un beso apasionado, como si trabasen combate, y g$mi de placer.
Su pecho se agitaba mientras reía divertido ante mi reacción. Entonces me tomó por las caderas y me sentó a horcajadas en su regazo.
Eli me levantó la falda, su mano se deslizaba sobre la fina tela que cubría el centro de mi cuerpo, que vibraba a su propio ritmo mientras sentía crecer en mí la excitación.
No estaba segura si era yo o él. Me tomó por el cabello y tiró de mi cabeza hacia atrás, mientras mordisqueaba mi cuello.
Entretanto, deslizó los dedos de su otra mano sobre mi raja, mi excitación hizo que se humedeciera la delgada tela. Luego, apartó la tela y deslizó sus dedos entre mis pliegues húmedos.
Soltó mi cabello y yo agarré su rostro, acerqué sus labios a los míos y lo besé apasionadamente. Sentía que sus dientes rozaban mis labios, haciéndome temblar.
Rodeaba mi cintura con su brazo. De repente insertó su dedo en mi vag!na, lo que hizo que me sobresaltara.
Luego, lo extrajo e introdujo otro. Moví mis caderas contra sus dedos mientras su pulgar frotaba mi clítoris.
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