Destinada a ellos -
Capítulo 40
Capítulo 40:
“¿Qué demonios estás haciendo?”, le pregunté.
Le lanzó una mirada a Eli, el cual gruñó, haciendo que ella se sobresaltara. Luego, sacudió violentamente la cabeza.
“¿Podemos hablar a solas?”, me susurró y luego miró mi cuello.
Apartó mi cabello de mi hombro y se quedó mirando mi marca. Entonces se llevó las manos a la boca. De repente me di cuenta de la ira de Eli, lo que hizo que lo mirara.
“No podemos perder el tiempo con esta clase de cosas, debemos ponernos a trabajar de inmediato. Haz lo que sea que tengas que hacer”, dijo Eli haciendo un ademán con su mano.
Entonces Taylor se levantó de su asiento con una expresión de pánico mientras miraba a Cyrus, el cual sacó su silla y se dispuso a rodear la mesa para llegar hasta ella.
“¡Esperen un momento!”, les dije, pues quería saber de qué quería hablar mi hermana conmigo.
Eli caminó hacia el otro lado de la mesa e impidió que mi hermana saliera corriendo. Me puse de pie, presa del pánico, al advertir su ira.
“¿Qué sucede”?”, me preguntó Taylor mientras agarraba con fuerza mi espalda, parapetándose detrás de mí.
“Aguarda un momento, Cyrus. Déjame calmarla”, le dije, pero él ignoró mis palabras y trató de atraparla.
Aparté bruscamente su mano para impedir que pudiera aferrarla. Entonces Eli gruñó, lo que hizo que la piel se me pusiera de gallina.
El sonido que había brotado de su garganta era tan amenazante que Taylor, atemorizada, tomó una lámpara que reposaba sobre el aparador del pasillo y la blandió como si fuera un arma.
“Tranquilízate, Taylor”, le dije al tiempo que me volvía hacia ella. Pero entonces nos lanzó una mirada enloquecida a los tres.
“Al parecer no comprendes la gravedad de la situación, no puedes andar en compañía de ellos”, me dijo.
Eli se abalanzó sobre ella, que trató de asestarle un golpe con la lámpara, pero falló por centímetros.
“Cálmate. Cyrus solo quiere ayudarte”, le dije con la intención de tranquilizarla.
“¿Ayudarme? No necesito ayuda de nadie, y mucho menos de seres como ellos”, chilló mientras volvía a blandir la lámpara, pero esta vez Eli se la arrebató y la dejó en la encimera, detrás de él. Avanzó hacia ella pero me interpuse entre ellos.
“¡Apártate!”, me espetó él.
“No lo haré. Déjame explicarle la situación”, repuse.
“¿Qué tienes que explicarme?”, bramó Taylor mientras Cyrus la agarraba, rodeando sus hombros con sus brazos. Ella lanzó un alarido y agitó sus piernas, tratando de liberarse.
Agarré entonces su rostro, tratando de tranquilizarla, pero me dio una patada en el estómago, haciéndome caer al piso.
“Solo quiere ayudarte para que puedas ser una mejor madre para Maya”, le dije mientras me ponía de pie.
“Seré buena, te lo prometo”, me aseguró llorando mientras luchaba contra Cyrus.
Echó la cabeza hacia atrás, golpeando con la nuca el rostro de Cyrus, que gruñó debido al fuerte Impacto.
Taylor gritaba mientras él la aferraba cada vez con más fuerza. Observé que su rostro se ponía morado mientras se esforzaba por respirar, pues le estaba oprimiendo el pecho con la fuerza de sus brazos.
“¡Suéltala! La vas a matar”, le grité mientras trataba de liberarla de sus brazos. De repente Eli me tomó por la cintura y me apartó bruscamente de ella.
“¡Encárgate de ella!”, le ordenó Eli mientras yo observaba horrorizada cómo la arrastraba desde la habitación mientras ella me llamaba a gritos.
Traté de liberarme de los brazos de Eli para correr a ayudarla, el pánico que se reflejaba en su rostro me rompía el corazón. Eli me arrastró por el pasillo en dirección a la sala de estar.
“Basta, él no la lastimará”, me espetó Eli.
“¡Ya lo ha hecho! Déjame calmarla”, le grité mientras me retorcía entre sus brazos y le daba golpes en el pecho.
Eli tropezó con la mesa de café y caímos al piso, giró y caí encima de él. Me incorporé y me dispuse a correr hacia mi hermana, pero entonces me aferró por el tobillo, impidiéndome avanzar.
Un ruido verdaderamente aterrador brotó en ese momento de su garganta mientras él tiraba de mi pie.
Comencé a agitarlo para tratar de liberarme, mientras veía aterrorizada que aparecían en su boca unos sobresalientes caninos y que sus ojos adquirían un color negro que les confería un aspecto demoníaco.
Podía ver mi expresión aterrorizada reflejada en sus ojos mientras colocaba su cuerpo entre mis piernas y sujetaba mis brazos contra el piso.
“¡Cálmate!”, gruñó mientras yo luchaba para liberarme.
“¡Déjame ir!”, grité mientras abundantes lágrimas resbalaban por mi rostro y humedecían mi cabello.
“¡Basta! Teníamos un acuerdo, ¿No es así? Habíamos convenido que él la ayudaría y, a cambio, tú vendrías con nosotros. Ha cumplido su parte del trato, así que debes honrar tu palabra y dejar de luchar”, tronó. Sus brazos aferraban los míos cada vez con más fuerza,
“¡Ya es suficiente!”, exclamó Cyrus, forzándome a mirarlo.
Vi que nos miraba con desprecio a ambas, los brazos cruzados sobre el pecho. Estaba visiblemente irritado. Eli me liberó y se sentó sobre las rodillas.
Me puse de pie como pude y corrí a toda velocidad hacia la cocina. Vi allí a mi hermana, sentada a la mesa, mirando hacia la pared con aire ausente.
“¿Taylor?”, la llamé mientras corría a su lado. Me miró y su rostro se iluminó como si fuera la primera vez que me veía aquel día.
“Ada”, repuso mientras se ponía de pie y me abrazaba. Retrocedí y me mantuve a escasa distancia de ella, mientras la contemplaba.
“¿Estás bien?”“, le pregunté. Me miró como si yo tuviera dos cabezas.
“Desde luego. ¿Por qué me lo preguntas?”, repuso.
Cyrus entró caminando y se recostó en la encimera. Se quedó mirándonos. Eli entró tras él y le lancé una mirada hostil.
“¿Qué querías decirme?”, le pregunté a ella, con la esperanza de hacerla reaccionar.
Parecía estar bien, pero percibí algo extraño en ella, pues daba la impresión de estar feliz, y hacía mucho tiempo que no veía la alegría reflejada en su rostro. Frunció las cejas, confusa.
“¡Oh, sí! Cyrus prometió conseguirme un empleo en la empresa donde trabajas”, repuso. Entonces lo miré, pero se limitó a encogerse de hombros.
“No era eso lo que querías contarme, sino algo sobre ellos”, aclaré. Sacudió la cabeza en ademán de negación.
“Jamás dije eso. Por cierto, ¿A qué horas debo recoger a Maya?”, me preguntó. Retrocedí y dejé que se marchara, mientras yo miraba a Cyrus, confundida.
“¿Qué fue lo que le dijiste?”, le pregunté mientras ella caminaba hacia su antigua habitación. Se detuvo en lo alto de la escalera y miró hacia abajo, por encima de la barandilla.
“¿Podrías prestarme algo de ropa?”, me preguntó.
La miré desde la planta baja y respondí:
“Claro que sí: elige las prendas que quieras”.
Me sentía confusa por su radical cambio de personalidad. Esperó a que se perdiera de vista y luego me respondió:
“Borré de su mente todos sus recuerdos relacionados con el abuso de las drogas. También eliminé de su memoria a Ethan, por lo que probablemente también tendré que eliminarlo de la mente de tu madre”.
“¿De la mente de mi madre?”, repliqué, sorprendida.
“Pero mi hermana no recuerda los últimos cuatro años de su vida y tampoco guarda ningún recuerdo de Ethan, con quien se crio”.
Me resultaba difícil de creer que él pudiera borrar de un plumazo de su memoria sus recuerdos de aquella parte tan importante de su vida.
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