Destinada a ellos -
Capítulo 31
Capítulo 31:
“¿Puedes oler mi aroma?”, pregunté, confundida acerca de qué era exactamente lo que podían oler.
“Sí, y tu excitación. Finge todo lo que quieras que no nos deseas, Addie. Tu cuerpo te delata cada vez”, pregonó Cyrus, haciendo que mis mejillas se pusieran rojas.
Seguí a Eli hasta el coche, como se negó a dejarme conducir, debí subirme en el asiento del acompañante y me abroché el cinturón. El viaje a casa fue incómodo y silencioso.
“No lo entiendo, ¿Cómo es que Sam no tiene que ser vigilado por saber lo que eres?”, indagué cuando nos detuvimos en mi calle. Eli gruñó pero no respondió.
“¿Cómo lo sabe?”, pregunté, en voz alta.
“No importa, no lo volverás a ver”, sentenció Eli, una vez estacionado el auto.
“No puedes decirme a quién puedo y no puedo ver”, reclamé. Sin embargo, en cuanto puse mi mano sobre la manija de la puerta, él tiró de mí hacia atrás.
“Eres nuestra, Addie. No te acercarás a él o lo mataré”, amenazó.
“Lo que sea, ¿Qué vas a hacer, pegarle pulgas?”, le espeté. Él gruñó, me agarró del brazo y me hizo acercarme más.
“Harías bien en no provocarme, Addie. Si fuera por mí, estarías encerrada en nuestra casa en Soya. Trata de recordar eso”, remarcó él. Luego, me soltó.
Salí del auto, cerré la puerta y me dirigí hacia la puerta de entrada a la casa, extendiendo mi mano para tomar mis llaves.
No obstante, él no me las entregó, sino que se detuvo para fulminarme con la mirada, me tomó de la barbilla y me obligó a mirarlo, mientras me amonestaba:
“Cambia de actitud, o te llevaré de vuelta a casa. Entonces, ¿cuál es?”, preguntó. Luché contra el impulso de poner los ojos en blanco.
“Como pensé, ahora todos duermen tranquilos”, comentó, empujando la puerta para abrirla.
Aunque entramos a la casa en completa oscuridad, Eli agarró mi mano y caminó por la casa con facilidad hacia mi habitación.
“¿Eres tú, Adeline?”, llamó mi madre, desde su habitación al final del pasillo. Caminé hacia su puerta y la abrí.
“Sí, mamá”, la saludé.
“Taylor se ha levantado un par de veces, le di unas pastillas para dormir. Maya sabe que está aquí”, comunicó mi madre, con cansancio.
“Puedo quedarme con ella”, ofrecí, pero mi madre negó con la cabeza.
“No, ella se va, ella se va. Honestamente, estoy cansada de eso, no podemos ayudarla si ella no quiere ayuda. Veremos cómo está en la mañana si no se ha escabullido”, propuso.
“¿Ada?”. La suave voz de Maya venía detrás de mí, ella caminaba por el pasillo frotándose los ojos y acurrucándose en su peluche.
“Oye, ¿Te desperté?”, le pregunté y ella asintió, mientras la levantaba.
“¿El Señor Eli se quedará aquí?”, bostezó ella.
“¿Eli está aquí?”, preguntó mi madre y él empujó la puerta para abrirla un poco y saludarla con la mano.
“Hola, Debbie”, saludó.
“Solo trata de no ser demasiado ruidoso ahí dentro”, indicó ella, y él se rio.
“Entendido”, confirmó él. Luego, mi madre se volvió a acostar y apagó la lámpara.
“Ven, te arroparé de nuevo”, le mencioné a Maya.
“Quiero acostarme con la abuela”, declaró ella y Eli abrió la puerta.
Mi madre escuchó a Maya y retiró la manta, yo coloqué a la niña en la cama con ella, la besé en su cabecita y salí.
Eli caminó de regreso a mi habitación, pero yo fui a la habitación de invitados, abrí la puerta y miré adentro.
Como mi hermana todavía estaba dormida, cerré la puerta en silencio, antes de retirarme a mi habitación.
Allí, Eli colgaba su traje en la parte trasera de la puerta de mi armario. Saqué mi pijama del cajón y fui al baño a cambiarme.
A mi regreso, encontré a Eli sentado en el borde de mi cama con solo sus pantalones cortos puestos. Tiré de la manta hacia atrás, subí a la cama y me acerqué a la pared,
“Mantén tus manos quietas”, le previne, me di la vuelta y quedé de espaldas a él.
A pesar de mi advertencia, él no me hizo caso, en lugar de eso, se acostó y tiró de mí contra él. El calor de su cuerpo se filtraba en mí, igual que sus suspiros.
“Tendrás que acostumbrarte a dormir en nuestra cama, de todos modos, habrá contacto físico”, afirmó, obviando que yo trataba de alejarme de él en lugar de acercarme más.
A la mañana siguiente, una gritería me despertó, mi hermana y mi madre discutía y me desperté sobresaltada.
Eli se movió tan rápido que en cuestión de segundos ya estaba vestido, mientras yo corría hacia la puerta, pues sabía bien lo violenta que podía volverse mi hermana cuando dejaba las drogas.
Corrí y pasé a Maya que también chillaba, corrí escaleras abajo y entré a la cocina.
“Dame las llaves mamá”, bramaba Taylor.
Solo llevaba ropa interior y una camiseta, mi madre estaba en un lado de la mesa y mi hermana gritaba desde el otro lado.
“Ya basta, están asustando a Maya”, reclamé. Mi hermana volvió su atención hacia mí.
“Esto es tu culpa, ¿Por qué me trajiste aquí? Dame tus llaves, Adeline, ahora. Voy a volver a casa”, gritó ella, antes de lanzarse contra mí.
Las drogas la habían arruinado, sus ataques de ira se hacían impredecibles. Ella me golpeó y yo la empujé hacia atrás.
Maya berró, pero por el rabillo del ojo vi que Eli la levantaba y se la llevaba. Taylor agarró mi cabello, me tiró tan fuerte que se me escapó un alarido. Mi madre corrió a tratar de separarnos.
“Basta, déjala ir, Taylor”, exigió mi madre, sin aliento.
“Dame las malditas llaves y me iré”.
“Él está muerto, Taylor”, vociferé y ella me soltó.
“Maldita p$rra mentirosa”, me insultó y me abofeteó la mejilla. Podía sentir la huella de su mano en mi piel.
“Eso es Taylor, voy a llamar a la policía, he terminado con esta mierda”, anunció mi madre, caminando hacia el teléfono en la mesa auxiliar.
Como mi hermana arremetió de nuevo contra ella y la agarró, yo la golpeé. En ese momento, mi madre cayó al suelo y aterrizó sobre su cadera.
Debido al golpe, mi hermana se tambaleó hacia atrás, luego volvió a atacarme, justo cuando iba a golpearme, Eli la sujetó y ella se dio vuelta hacia él al instante.
“¿Quién diablos eres tú? Sal de mi casa”, gritó Taylor, desgarrada, pero Eli no la soltó, incluso le dio un golpe en el costado de la cabeza, la empujó hacia el salón y la obligó a sentarse en una silla. Apenas ella intentó levantarse, él le gritó:
“Te atreves a golpear a tu madre y a tu hermana, cuando no hacen nada más que tratar de ayudarte y criar a tu hija porque eres incapaz de hacerlo”, vociferó él, inclinándose sobre ella.
“Ni siquiera me conoces, así que vete”, bramó ella, señalando la puerta. Vi a mi madre tomar el teléfono de la casa para llamar a la policía.
Todavía se escuchaba el llanto de Maya arriba.
“Perturbas a tu hija, ahora siéntate ahí y cállate”, le advirtió él, pero ella no escuchó, Como trató de levantarse, él la empujó hacia atrás.
“No puedes tocarme, ¿Quién te crees que eres?”, reclamó ella, luego, me miró.
“Este es tu nuevo juguete para f&llar, hermanita: conseguiste un guardián justo ahí”, recalcó.
En ese momento, sonó el timbre, mi madre respondió pensando que sería la policía, pero se trataba de Cyrus.
“¿Todo bien?”, preguntó él y entró en la casa.
Miró alrededor de la habitación, mi hermana respiraba rápido en tanto trataba de encontrar una manera de escapar. Como no podía, comenzó a gritar y pelear de nuevo: hasta golpeaba a Eli.
“Taylor, detén eso”, le gritó mi madre trataba de comunicarse con ella.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar