Destinada a ellos -
Capítulo 30
Capítulo 30:
“Entra donde hace calor, te prepararé café y podemos hablar”, recomendó, detrás de mí, antes de que Eli tirara de mi mano. Los seguí, aunque mis ojos querían irse con mi coche.
“Ni siquiera lo pienses, tengo tus llaves”, musitó Cyrus, con su mano sobre mi espalda baja.
Cuando caminaba hacia los escalones, Eli me apretó la mano con más fuerza, como si pensara que yo iba a escapar en cuanto viera la puerta.
Eso sería una tontería, pues sabía que Cyrus estaba justo detrás de mí. En cambio, los seguí adentro.
Esa casa era muy diferente a la de Soya y me recordaba a una cabaña de troncos, solo que un poco más grande.
Sus pisos de pizarra y vigas a la vista le daban un aire rústico moderno, muy diferente a la sensación que ellos daban en la oficina. Los seguí hasta la cocina, donde Cyrus sacó un taburete.
“Siéntate”, me indicó.
Me senté apoyándome en el banco de mármol negro. Luego, él se dedicó a hacer café: mientras tanto, yo miraba a mí alrededor.
“Este lugar es diferente a su casa en Soya”, comenté,
“Preferimos Soya, menos gente y más lejos”, admitió Eli, y yo asentí.
“No podemos dejar que te vayas ahora, no ahora que sabes lo que somos”.
“¿Por qué? Incluso si dijera algo, la gente pensaría que me falta un tornillo, Pienso que ni siquiera mi madre me creería”, expresé.
Permanecieron en silencio, solo intercambiaron unas miradas, hasta que Cyrus me pasó una taza. Como la olí, él levantó una ceja hacia mí.
“No lo envenené si eso es lo que te estás preguntando”. Me encogí de hombros,
“No me sorprendería si lo hubieras hecho, acabo de verlo convertirse en un perro”, repliqué.
Eli gruñó y puse mis ojos en blanco mientras bebía mi café.
“Hombre lobo”, me corrigió Eli.
“La misma ligera diferencia, tenías cola y pelaje”, puntualicé.
Él se quedó pensativo por un segundo y Cyrus se rio.
“Entonces, ¿Ambos son hombres lobo?”.
Las palabras sonaban alocadas en cuanto salían de mis labios.
“No, soy diferente”, aseguró Cyrus, captando toda mi atención.
“¿Cómo es eso?”, pregunté, Para mí, ambos parecían humanos, hasta que a uno le empezó a salir cabello y comenzó a gruñir.
De alguna manera, hubiera deseado no saberlo, parecia más fácil permanecer ajena a su realidad. En cambio, mi cabeza se había llenado de preguntas y temor a la muerte.
“Él es un vampiro”, informó Eli, como si no fuera gran cosa.
“Diría que es una locura, pero después de lo que acabo de ver”, sacudí la cabeza en negación, perdiendo el hilo de mis pensamientos. Ambos me miraron haciéndome sentir incómoda.
“¿Espera, tú matas gente?”, pregunté, de repente, asustada.
Había visto Drácula y me aterrorizaba más que ser destrozada por Eli.
“No, yo obtengo sangre de Eli”, respondió Cyrus, ladeando la cabeza hacia un lado y mirando mi rostro. Dejé que sus palabras se registraran.
“¿Duele?”, pregunté.
“¿De todos los misterios, te preguntas si te duele ser mordido por un vampiro?”, preguntó Eli, sonriente y sacudiendo la cabeza.
“No, Addie, no duele, todo lo contrario en realidad”, contestó.
“¿Alguna pregunta más?”, sugirió Cyrus.
Yo tenía una, pero era un poco infantil. Miré a Eli y él puso los ojos en blanco, como si supiera lo que iba a preguntar.
“Vamos, pregunta”.
“¿Qué?”.
“Estás demasiado avergonzada para preguntar algo, así que asumo que es algo que voy a encontrar divertido”, auguró.
“¿Cómo lo sabes?”, indagué, pero él puso los ojos en blanco.
“Esa marca en tu cuello, siento lo que sientes”, declaró.
Por instinto, mis manos cubrieron la marca.
“¿Todo lo que siento?”, pregunté.
“Sí, Addie, todo incluso pude sentirte con Sam esta tarde”, confesó.
Sus ojos se oscurecieron un poco y se me puso la piel de gallina. El miedo me inundó. La preocupación me atormentaba y mi cabeza estaba empezando a dolerme por todo lo que trataba de procesar.
“No tienes que temernos”, intentó calmarme.
“Tú dices eso, pero no tengo permitido irme”, argumenté.
“Si te dejamos ir, querrás escapar”, intervino Cyrus. Negué con la cabeza, pero Eli gruñó y mis ojos se dispararon hacia él.
“Puedo sentir lo que sientes, Addie, incluso antes de que sepas lo que estás sintiendo y una cosa de la que estoy seguro es que intentarás escapar”, aseveró Eli.
Él estaba en lo correcto, yo tenía toda la intención de echarme a correr, pero me preguntaba si alguna vez tendría la oportunidad.
También me preguntaba qué pasaría con mi familia. Si yo corría, ¿Matarían a Maya y a mi madre? ¿Qué pasaría con ellas si no lo hacía?
Sin duda, mi hermana se iría de nuevo, había renunciado a pensar que alguna vez se recuperaría de sus adicciones aunque lo intentamos, siempre era el mismo resultado: se mantenía limpia y luego caía en la misma espiral,
“¿Qué estás pensando?”, preguntó Cyrus.
“Nada, no importa”, minimicé.
“Por qué te preocupas, te hemos dicho que no te haremos daño”, insistió Eli.
“Quiero irme a casa”, explicité, y él suspiró.
“Bien, pero uno de nosotros va contigo”.
“No le diré a nadie, lo prometo. Tengo que llevar a Maya a la escuela en la mañana”, manifesté.
“O podrías quedarte aquí y podemos recogerla de camino al trabajo”, propuso Cyrus.
“No te dejaremos ir a ninguna parte sin nosotros”, advirtió Eli.
“Llama a tu madre y dile que pasaremos por la mañana a buscar a Maya antes de que comiencen las clases”, indicó Cyrus, entregándome su teléfono.
“Yo no me quedo aquí”, me obstiné.
“Entonces, uno de nosotros va contigo”, repitió Cyrus.
Cyrus agarró mis llaves del banco, salió un rato para regresar luego con un traje, se lo dio a Eli antes de pasarle mis llaves.
“Vamos”. Miré a Eli que doblaba el traje sobre su brazo.
“Puedo ir sola Eli, no me escaparé, no le diré a nadie”, prometí.
“Sé que no lo harás porque estaré contigo”, afirmó, giró y besó a Cyrus en los labios.
Cyrus lo tomó de la nuca y profundizó el beso, incluso, pude ver su lengua deslizarse dentro de su boca cuando se acercaba más a su esposo.
La excitación me inundó al verlos así, de todos modos, también me extrañó un poco excitarme tanto.
Cyrus lo dejó ir y Eli se alejó de mala gana, ambos se volvieron hacia mí. Cyrus sonreía satisfecho.
“¿Te gusta lo que ves, Addie?”, preguntó Eli, sus labios tiraban un poco de las comisuras.
“No”, mentí, apretando mis piernas juntas.
“Por el olor de tu esencia diría lo contrario”, aseveró Cyrus, y sentí subir la temperatura de mi rostro.
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