Destinada a ellos -
Capítulo 29
Capítulo 29:
“Viniste aquí por una razón y ahora quiero saber cuál es”, reclamó, a la vez que su mano se movía debajo de mi blusa y me rozaba el v!entre.
Me quedé boquiabierta ante las chispas que corrían por todas partes donde sus manos encendían mi piel en la placentera sensación de su contacto sobre mi cuerpo, aunque eso no me hacía temerlas menos. Algo en mis entrañas me decía que algo andaba muy mal.
“Hablé con Sam”, susurré, tan bajo que no pensé que me escucharan.
Eli retrocedió y retiró sus manos de mi cuerpo, entonces, me di la vuelta para mirarlos.
“¿Y qué dijo Sam?”, preguntó Cyrus, acercándose.
Yo me estremecí por el veneno en sus palabras.
“Que hicieron algo, que estaban allí”.
Mierda, no tenía idea de lo que debía preguntar, igual, por la expresión de sus caras, ellos sabían algo.
A pesar de todo, yo no entendía su disgusto y la ira que sentían por Sam, no tenía sentido para mí, sabía que yo les gustaba, lo habían dejado claro, pero su posesividad me hacía retorcer.
Cyrus miró a Eli antes de murmurar algo muy por lo bajo, demasiado bajo para que yo lo escuchara.
“Te lo explicaremos cuando lleguemos a Soya City”, admitió Eli.
Sin ninguna intención de irme con ellos, negué con la cabeza.
“No voy a ir a Soya City con ustedes. Uno de ustedes hizo algo, uno de ustedes me mordió. Quiero saber qué pasó y por qué Sam ya no me habla más”, manifesté,
“Irás porque no tienes opción y segundo Eli no te mordió, te marcó, ahí hay diferencia”.
“Si se trata de dientes, me mordió”, espeté, con sarcasmo.
“No, Addie, hay una diferencia muy grande que no podemos explicarte en este momento. Así que entra”,
“No iré a ninguna parte con ustedes”, insistí y giré hacia mi auto.
Sin previo aviso, mis pies se levantaron del suelo, mientras unos brazos se envolvían alrededor de mi cintura y tiraban de mí hacia atrás.
Grité y me sacudí, tratando de escapar de ellos, pues cada célula de mi cuerpo me pedía que me echara a correr. Nunca debí haber venido aquí, pensé para mis adentros.
“Cálmate, no te haremos daño, Addie”, trató de tranquilizarme Cyrus, agarrando mi rostro.
Con todo, yo me sentía bastante sensata y no prestaba atención a sus palabras, no con sus ojos enrojecidos, rojos, justo delante de mis ojos.
Sentí que mi ritmo cardíaco se aceleró tanto que me sorprendió que no se me saliera el corazón. Le di una patada y él gruñó.
Espera, en realidad, gruñó, gruñó como un depredador. Mi adrenalina lanzó un grito yo no tenía idea de lo que sucedía, pero una cosa sí sabía: que no eran como yo no, eran monstruos.
Tenía la piel de gallina cuando el miedo me hizo luchar por zafarme. Eché mi cabeza hacia atrás, conectando un buen cabezazo en el rostro de Eli, él también gruñó.
En cuanto sus brazos se deslizaron de mi cintura, me golpeé contra el suelo, de inmediato, me levanté y huí de ellos, en dirección a la carretera.
De repente, Cyrus se materializó frente a mí y me hizo resbalar en el camino de tierra hasta detenerme.
Como escuché un terrible ruido, como carne desgarrada y huesos rotos, grité y miré hacia atrás: allí vi a un lobo monstruoso.
Sus dientes brillaban bajo la luz de la luna eran afilados y puntiagudos, amenazaban con desgarrar mi carne en pedazos si me atacaban. Cyrus extendió sus brazos como para atraparme.
En cuanto salí corriendo en la otra dirección, recibí un empujón por detrás que me hizo caer estampada contra el suelo.
Cuando traté de levantarme, se me congeló la sangre, pues aparecieron unas patas a cada lado de mi rostro y una nariz húmeda comenzó a olfatear la parte posterior de mi cuello.
Sus gruñidos me pusieron los cabellos de punta y me paralizaron en el acto. Sentí una lengua sobre mi cuello y me di vuelta sobre mi espalda.
No obstante, hubiera deseado haberme quedado boca abajo, para no ver cómo me mataba. Igual, la bestia no atacó, sino que se dejó caer.
Apoyó su cuerpo sobre el mío, apretó su nariz contra mi barbilla y me olfateó, sus ojos negros fijos en mi rostro.
En ese momento, Cyrus entró en mi campo visual. Él le dio una palmadita al lobo que le lamió la muñeca.
“Eli te deja levantarte, solo no corras”, anunció Cyrus, mirándome, pero mis ojos confundidos saltaron al lobo.
Solo pude fruncir el ceño cuando la bestia g!mió y rozó su nariz sobre mi mejilla.
“El lobo es Eli, Addie, es un hombre lobo”, puntualizó Cyrus.
Mi cerebro trataba de funcionar, para captar las palabras que acaban de salir de su boca: hombre lobo, mi mente revisaba cada película de terror vista, mientras el pánico se apoderaba de mí.
“¿Addie?”, pronunció Cyrus, en tanto mi presión arterial aumentaba.
Pronto, puntos negros comenzaron a bailar ante mi visión, amenazando con envolverme en la oscuridad.
Con su nariz, el lobo movió mi mano de mi pecho, para frotarse el rostro en mi palma. Mi mano permanecía paralizada, pero él ronroneaba suavemente. Su pelaje lucía suave y espeso, tan oscuro que parecía azul bajo la luz de la luna.
“Él no te hará daño”, aseguró Cyrus.
Se arrodilló y acarició el pelaje del lobo. Luego, tomó mi mano, aunque yo la retiré hacia atrás, él la volvió a agarrar con tanta delicadeza que saltaron chispas. Por fin, la colocó en el cuello del lobo y me hizo frotarlo hasta su rostro.
“Mira, él no te hará daño. No te haremos daño”, susurró Cyrus.
Mientras yo sentía su pelaje, el lobo se inclinó hacia mi toque. Antes de sentir al lobo moviéndose sobre mí, escuché el horrible sonido de nuevo.
El ruido me hizo doler los dientes, de modo que cerré mis ojos. Solo cuando los volví a abrir, vi a Eli mirándome, él tomó mi mano temblorosa y besó mis nudillos.
“No te haré daño, Addie, eres nuestra”, declaró, en voz baja, y me besó en los labios.
Su cuerpo duro presionaba contra el mío, pero no respondí, pues todo mi cuerpo se tensaba por lo que había presenciado o creía que acababa de presenciar.
Tal vez fuera solo un sueño, sin embargo, se sentía muy real. Además, el sonido de mi pulso en mi oído hacía que eso fuera inadmisible.
“Quiero irme a casa”, expresé, con voz mansa, incluso para mis propios oídos.
“No podemos dejar que hagas eso, no ahora que lo sabes, ¿Eli?”. Susurros tiraban de mí.
“No, no diré nada, solo permítanme dejarlos, no tienen que matarme. Olvidaré lo sucedido”, propuse. La risita de Cyrus me hizo mirarlo.
“Sé que no lo dirás, Addie, pero eso no cambia nada. No te dejaremos ir. Nos perteneces, por eso Eli te marcó. Estabas destinada a estar con nosotros, incluso si no lo sientes ahora, lo sentirás”, remarcó él y mis ojos buscaron a Eli.
“¿Qué?”, pregunté lo único que se me ocurrió, en mi mente en ruinas.
“Podemos explicarte, pero por favor entra. Está haciendo frio”, sugirió Eli.
Luego, sentí que quitaba su peso de encima mío para ponerse de pie. Me tendió la mano y yo también me incorporé.
Solo que me topé con su p&lla justo en mi rostro, miré hacia otro lado, casi ahogada en mi propia sorpresa, pues lucía enorme, intimidante.
“Puedes mirar. Cada vez que me transformo, mi ropa se destruye, lo cual es una pena porque solo traje esos pantalones”, expuso Eli, sin dejar de sostener mi mano.
Yo lo miraba atónita. Él envolvió su brazo alrededor de mi cintura y tiró de mí contra él, hasta ponerme de pie.
“Pareces estar bien”, consideró, mirándome a mi rostro.
En ese instante, sentí las manos de Cyrus sobre mis hombros.
“Está conmocionada, no durará mucho”, murmuró él.
Salté, tan pronto como me besó el cuello.
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