Destinada a ellos
Capítulo 25

Capítulo 25:

Además, me gustaba la sensación de su mano sobre mí, aunque no pensaba confesárselo. En ese momento, Maya salió corriendo emocionada.

“Señor Cyrus ¿Por qué estás aquí?”, indagó ella, mirándolo.

Él le sonrió y le extendió su mano, que ella tomó de buena gana para caminar de regreso al automóvil.

“Vine con Addie”, explicó él.

Divertida, ella se metió en el auto. Luego, él le ajustó el cinturón de seguridad en su asiento, antes de volver a subirse al auto.

Más tarde, dejamos a Maya con mi madre en el consultorio y volvimos al auto para regresar al trabajo.

“Parece que a Maya le gustan ustedes dos”, admití.

“Eh, no me gustan las personas ni los niños en general, pero me gusta tu sobrina. Parece bastante dulce y se porta muy bien. Por lo que he observado, me está conquistando”, confesó.

“¿Cómo es posible que no te gusten los niños?”, pregunté, para su sorpresa.

“Simplemente no me gusta la gente en general. Me gustas tú y tu familia, aparte de eso, no suelo molestarme y me quedo con Eli. Él es más una persona humana, a mí los humanos me molestan”.

“¿Humanos? Te das cuenta de que eres uno, ¿Verdad?”, me reí.

“Supongo que tienes razón”, reconoció. Sus labios tiraban hacia arriba en una sonrisa.

“¿Qué es tan gracioso”?”, pregunté, curiosa.

“Si tan solo supieras…”, exponía en forma misteriosa justo cuando el Bluetooth de mi auto comenzó a sonar.

Presioné el botón de respuesta, pero no reconocí el número que apareció en la pantalla de mi estéreo.

“¡Hola!”, contesté, pero no me respondieron. Solo se podía escuchar una respiración.

“¡Hola! ¿Puedes oírme?”, volví a intentar a los gritos, en tanto doblaba una esquina.

“¿Ada?”“. La escuché antes de que comenzara a toser y tener arcadas.

“¿Taylor?”, Entré en pánico ante la voz de mi hermana.

“Ada, no me siento muy bien”, murmuró ella.

Mientras tanto, Cyrus me observaba luchar contra las ganas de largarme a llorar ante su voz.

“¿Taylor dónde estás?”, pregunté, con la esperanza de mantenerla despierta al teléfono.

“Estoy en casa de Ethan”, afirmó ella.

Apenas entendí que estaba con su antiguo traficante de drogas, hice un giro en U para volver por donde venía en dirección a su casa. Debido a mi modo de manejar errático, Cyrus se agarró del tablero.

“Taylor, voy a buscarte. Quédate despierta por mí, por favor”, supliqué, pero el teléfono se quedó en silencio.

“¡Taylor!”, la llamé, pero el teléfono se cortó de repente, de modo que apreté más el acelerador,

“¿Adónde vamos?”, preguntó Cyrus.

“A la casa de su traficante”, le informé.

“Disminuye la velocidad”, recomendó mi acompañante.

No obstante, yo no lo escuché, sino que doblé en la siguiente esquina hacia el antiguo suburbio a toda prisa.

Como ese lado de la ciudad era sórdido, él miraba con disgusto las casas destruidas y las calles arruinadas.

Luego, disminuí la velocidad tratando de recordar en qué calle era. Todas me parecían iguales y la mayoría de las señales de las calles habían sido eliminadas.

Por fin, encontré la casa y detuve el motor. En cuanto desabroché mi cinturón de seguridad, Cyrus tomó mi mano.

“¿Qué estás haciendo? No puedes entrar allí. Parecen matones”, me advirtió.

Mirando la casa con carrocerías muertas que ensuciaban el césped con hierba alta y basura por todas partes.

Tres hombres se pararon en el frente con sus tatuajes hechos en casa y sus camisetas, lucían cada parte de la escoria que eran.

Uno se levantó la camisa para mostrar su arma, lo reconocí como Ethan. La música golpeaba con el bajo demasiado fuerte.

“Mi hermana está allí, y Ethan no se atrevería a hacer nada en su casa. Sabe que atraería a la policía y lo último que quiere es que se tropiecen con su casa de cultivo”, argumenté, pero él no me soltó.

“Iré a buscarla”.

“¿Estás loco? ¡Te van a disparar!”, objeté y quité mi mano de la suya.

“Espera en el auto, volveré en un segundo”, prometí y me apresuré a salir.

O Ver video y ganar 6 Vales

Los tres hombres me observaron cruzar la calle. Ethan avanzó hacia mí, precedido de un fuerte olor a hierba, con su cabeza rapada, lucía amenazador.

Sin embargo, esos aspirantes a mohosos no me asustaban. Muchas veces, había sacado a mi hermana de casas rodeadas de hombres como esos que pensaban estar por encima de la ley.

Cuando me acerqué, Ethan agarró mi cintura y trató de tirar de mí contra él.

“¡Addie, bebé! ¿Qué haces aquí?”, ronroneó él,

“Manos fuera, Ethan. ¿Dónde diablos está mi hermana?”“, exigí y lo alejé de un empujón.

Sus ojos se lanzaron sobre mi hombro.

“¿Quién es ese tipo? ¿Traes un maldito narco a mi casa?”, me increpó él.

“No es asunto tuyo”, respondí.

Como vi que Cyrus se había bajado del auto, le hice señas para que se volviera a subir al coche. Él me miró fijo un momento, pero luego hizo lo que le pedía.

Lo último que necesitaba era explicarle a Eli que le habían disparado a su esposo porque yo lo había llevado a la casa del traficante de mi hermana.

Me abrí paso a los empujones entre los otros dos hombres hacia la casa de ladrillos. La puerta principal de madera apenas colgaba de las bisagras, incluso el marco estaba suelto, como si la hubieran pateado varias veces.

El aire se sentía denso con el olor a hierba y metanfetamina. Me tapé la nariz, en tanto caminaba por la casa y entraba a la cocina.

Allí, había otro hombre de pie con un delantal y una máscara, parecía estar cocinando drogas. Sobre la mesa, tenía varias macetas con plantas de hierba bajo una luz.

“¿Quién eres?”, me preguntó el hombre, pero lo ignoré y seguí en busca de mi hermana.

Entré en el dormitorio principal y la encontré desmayada en el suelo, en camiseta y ropa interior, con espuma saliendo de su boca, su piel llena de marcas de agujas y moretones. Ella también tenía un enorme ojo morado, como si alguien la hubiera golpeado.

“Taylor, despierta”, la llamé, sacudiendo sus hombros.

Ella g!mió antes de toser y vomitar, sobre la sucia alfombra con quemaduras de cigarrillo. La senté derecha, en tanto buscaba unos pantalones y tiraba de ellos por sus delgadas piernas.

Si bien éramos gemelas idénticas, ahora no nos parecíamos en nada, su piel, cubierta de llagas, lucía tan pálida que parecía mortalmente enferma. Era solo piel y huesos y había perdido bastante más de la mitad de su peso.

La levanté para ponerla de pie, ella apoyó su peso sobre mí y pude subirle los pantalones. Envolví su brazo alrededor de mis hombros y la sacudí. Ella murmuró mi nombre y dejó caer su cabeza hacia adelante.

“Sí, Taylor, necesitas ayudarme, necesito que camines”, la convencía a medida que salíamos de la casa.

La dejé caer en los escalones, pesaba demasiado para alzarla. Ethan intentó apartarla de mí, pero lo detuve señalándolo con el dedo.

“Ya has hecho suficiente”, le recriminé.

“Ella no irá contigo Addeline, solo correrá de vuelta conmigo”, sentenció él, tratando de tomarla de nuevo, pero lo empujé.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar