Destinada a ellos
Capítulo 24

Capítulo 24:

“No lo dejé, mamá, y no te preocupes, le daré mi opinión cuando lo vuelva a ver”, le respondí, a lo que ella asintió.

Luego dejó caer el cesto de ropa doblada a los pies de mi cama y anunció:

“Iré a buscar el botiquín de primeros auxilios, ven a la cocina”, y se retiró.

Al quedarme sola g$mi, pensando cómo diablos iba a esconder un moretón así en el trabajo. Luego me quité la ropa arrugada y me puse unos pantalones de yoga y una camiseta.

Intenté llamar a Sam nuevamente, pero el número seguía desconectado.

Al bajar las escaleras me senté en el taburete y mi madre se acercó untando la herida con un poco de Dettol. Siseé al sentir la crema quemándome.

“Lo siento, Dios mío, es muy profundo para una mordedura común”, murmuró sacudiendo la cabeza antes de cubrir la marca con una gasa antiadherente.

“De verdad, Addie, esto es extraño, ¿Te había mordido así antes?”, preguntó, a lo que yo negué con la cabeza.

Aunque a Sam le gustaban algunas cosas raras, morder no era una de ellas, él era más de tirar del cabello, no de literalmente devorarte.

“Creo que tal vez debas buscar en otro lado, esto no está bien”, dijo mi madre, y no pude hacer otra cosa que estar de acuerdo.

El problema era que yo no recordaba nada y eso era lo que más me molestaba. En fin, debido a la enorme marca de la mordida, terminé quedándome en casa todo el fin de semana, rezando para que sanara antes del lunes.

Nos entreteníamos holgazaneando por la casa y viendo películas y, aunque Maya todavía estaba enferma de gripe, mi madre se sentía mejor gracias a las pastillas que había tomado.

Finalmente, el lunes por la mañana, cuando saqué mi trasero de la cama, me sentí aliviada de encontrar que la marca casi había desaparecido, se había desvanecido.

En ese momento me di cuenta de que iba a cicatrizar bien y no se iba a notar, que era justo lo que necesitaba.

Entonces me puse mis pantalones negros y me abroché la camisa junto con mi chaqueta, decidiendo dejar mi cabello suelto para cubrir la horrenda marca que sobresalía como un pulgar dolorido.

Unos minutos después estaba dejando a Maya en el colegio de camino al trabajo, antes de detenerme en el estacionamiento superior y tomar el ascensor hasta mi piso.

Otra vez intenté llamar a Sam desde el teléfono del trabajo, pensando que tal vez sería un problema de mi línea, pero no tuve suerte: el número estaba desconectado, lo que me parecía bastante extraño.

Pensé que tendría que ir a verlo una noche después del trabajo y exigirle una explicación. Sin embargo, el hecho de que hubiera cambiado de número era un poco preocupante, ¿Acaso yo había hecho algo mal?

“Hola, Addie”, dijo Cyrus de repente, acercándose sigilosamente desde atrás.

A todo esto, estaba tan sumida en mis pensamientos que no había escuchado el ascensor que indicaba su llegada. Inmediatamente me di la vuelta y los enfrenté, pero había algo diferente en ellos.

Cuando Cyrus se inclinó más cerca de mí con una sonrisa en sus labios, su olor varonil me hizo dar ganas de acercarme más.

Luego se aclaró la garganta y su mano se movió hacia mi cuello mientras su pulgar rozaba la línea de mi mandíbula.

En ese momento sentí unas chispas corriendo por mi piel y haciéndome jadear. Inmediatamente frunció las cejas.

Estaba completamente impresionada por él. Si bien siempre me habían atraído ambos, ahora había algo diferente: les temía, pero no podía alejarme.

“Ese es el tipo de reacción que he estado esperando de ti”, susurró, inclinándose hacia mí.

Luego sus labios rozaron los míos suavemente, yo g$mi cuando su lengua se deslizó en mi boca y se presionó contra mí, luego sentí mis bragas humedecerse de excitación.

De repente sonó el teléfono, sacándome del extraño trance en el que estaba y salté, empujando a Cyrus hacia atrás, confundida.

¿Por qué lo había dejado hacer eso?

Luego me vio retroceder mientras rodeaba mi escritorio para contestar el teléfono, dejándolo caer con mis dedos de mantequilla por el estado nervioso en que estaba.

A todo esto, Cyrus lo agarró y me lo entregó con una sonrisa en sus labios. Mientras tomaba el aparato, me sorprendí una vez más al ver sus hermosos ojos color caramelo.

“¿Vas a contestar?”, dijo, levantando una ceja hacia mí.

Por mi parte, negué con la cabeza y tartamudeé mientras contestaba. Luego lo escuché reírse entre dientes antes de alejarse en dirección a su oficina y de repente me di cuenta de que Eli también estaba allí, parado en el vestíbulo, observándonos.

En ese momento sentí que mi rostro se sonrojaba por mi reacción hacia él, sintiéndome culpable de que esa fuera la segunda vez que lo había dejado besarme, la segunda vez que Eli me había encontrado besando a su esposo.

¿Qué diablos estaba pasando?

Sentí que mi vida se estaba desmoronando lentamente. No podía entender lo que sucedía: había perdido el recuerdo de toda una noche de la que no podía discernir nada, Sam me había mordido y luego cambiado su teléfono.

Luego, había estado pensando en mis jefes todo el día y, literalmente, no había hecho nada de trabajo. Además, apenas podía concentrarme cuando estaba cerca de ellos, lo que, por otra parte, parecían estar disfrutando.

¿Qué diablos me pasaba? Probablemente necesitaba una buena charla con mi madre. Tal vez, finalmente, estaba empezando a perder la cabeza.

Justo antes de mi hora de almuerzo, Cyrus vino hasta mi escritorio.

“¿Vas a recoger a Maya pronto?”, me preguntó.

“Sí, necesito dejarla con mi madre, ¿Por qué, qué pasa?”.

“Me preguntaba si puedo ir contigo, necesito dejar algo en ese lado de la ciudad”.

“¿Cuándo te quieres ir?”, pregunté yo.

“Tan pronto como estés lista”, me sonrió él.

“Podemos ir ahora y recoger a Maya de camino”, propuse. Al instante, él asintió y yo tomé mi bolso.

De todos modos, mientras caminábamos hacia el ascensor, noté que Eli se apoyaba en el marco de la puerta y nos observaba.

Subimos al automóvil y partimos rumbo a la dirección dada por Cyrus. Se trataba de una oficina de correos. Allí él se dirigió hacia los apartados postales, abrió uno y sacó el correo.

“¿Haces enviar tu correo aquí?”, le pregunté cuando regresó al auto.

“Algo así. En general, recibimos todo en la oficina, solo que no lo he revisado por un tiempo. Pensé que venir contigo me daría la oportunidad de hablarte”.

“¿Acerca de qué?”,

“Soya City”, nombró y se abrochó el cinturón.

“Te dije que no puedo ir, cuántas veces tengo que repetirlo, y no me gustó que fueras a mis espaldas y trataras de usar a mi madre para persuadirme”.

“Me gusta tu madre, parece muy… ¿Cómo se dice? Actualizada a estos tiempos”.

“¿Actualizada a estos tiempos?”, me sorprendí y sacudí la cabeza. .

“Sí, ella parece muy abierta a una relación de a tres, también muy abierta con nuestra se%ualidad, es bastante refrescante”, comentó.

“¿Relación? ¿Te refieres a nuestra no-relación?”, lo corregí.

“Porque odiaste besarme esta mañana”, insinuó.

Ante sus palabras, sentía arder mi rostro.

“No, no sé qué me pasó. Tal vez, tomé demasiado café, me pusiste nerviosa”, me justifiqué y él se rio.

Me detuve en la escuela de Maya justo al toque de la campana, él salió y me siguió hasta la puerta.

“Puedes negarlo todo lo que quieras, Addie. Sin embargo, al final dirás que sí”, aseguró.

“¿A mudarme a Soya City, o a estar con ustedes?”, pregunté antes de poner los ojos en blanco ante su arrogancia.

“A ambos”, aseveró, con su mano en mi cadera tirando de mí contra él. Ni me molesté en sacar su mano, pues sabía que no tenía sentido.

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