Destinada a ellos -
Capítulo 23
Capítulo 23:
Mientras salía, Eli estaba a mi lado, arreglando la chaqueta de su traje gris. A todo esto, podía sentir los olores de la gente y su sudor cuando de repente noté el auto de Addie estacionado al otro lado de la calle. Inmediatamente le di un codazo a Eli y él miró hacia arriba.
“Espera, hoy es viernes, ¿No?”, dijo él mientras yo miraba hacia las ventanas del restaurante al otro lado de la calle.
Inmediatamente gruñí al pensar que mi compañera estaba con otro hombre: eso no era aceptable.
Aunque entendía que ella no sabía qué es un vínculo de pareja, aunque no sabía lo que ella era para nosotros, de todas formas no lo podía aguantar: Addie era nuestra y de nadie más.
“Cyrus, espera”, me gritó Eli mientras yo cruzaba la calle. Luego me agarró del brazo, tirando de mí hacia atrás.
“Yo me ocuparé de ella, pero no mates a nadie”, dijo, dando un paso adelante.
Luego entramos en el restaurante y su olor me golpeó antes de que mis ojos se posaran en ella, que estaba en una cabina en la parte de atrás, junto a un hombre con quien hablaba alegremente.
En ese momento mis encías hormiguearon con las ganas de destrozar a ese b$stardo, especialmente cuando lo vi inclinarse sobre la mesa y poner sus sucios labios en lo que es mío.
A todo esto, Eli gruñó suavemente, afortunadamente lo suficientemente suave como para que nadie lo escuchara por encima de la música.
Luego observé a Eli caminar hacia ellos y sentarse en la cabina junto a ella. Al notar su sorpresa y vergüenza luego de ser descubierta, sonreí y la tensión llenó el aire del lugar mientras el acompañante de ella miraba, confundido, a mis compañeros.
“¿Hola, puedo ayudarle en algo?”, preguntó el tal Sam, mirando a uno y a otro alternativamente.
“¡Adelina!”, exclamó luego, mientras el rostro de Addie se volvía un poco más oscuro a medida que la vergüenza y la ira la consumían.
“Hola, soy Eli. El jefe de Addie”, dijo Eli cortésmente, pero yo sabía que él no quería nada más que hacerlo pedazos y castigar a nuestra pareja por su comportamiento.
Le habíamos dejado claro, el otro día en casa de su madre, que la queríamos, sin embargo, ella igual había ido a buscar a ese.
“¿Estás bien, Adeline?, ¿Qué está pasando?”, preguntó.
“Siento mucho todo esto, mejor vámonos”, le dijo Abbie, mientras yo pensaba: ´Oh, cariño, no irás a ningún lado con este hombre`.
Paralelamente, Eli la empujó hacia atrás en su asiento. Luego sus ojos se dirigieron a mí y yo no pude evitar mirarla fijamente: estaba enojado porque ella era nuestra y se permitía jugar con ese humano infame.
“Siéntate, Addie”, le advirtió Eli.
“Ok, no sé qué está pasando aquí, Adeline, llámame cuando lo averigúes”, dijo Finalmente Sam, incorporándose y pasando junto a mí torpemente.
Luego me miró con cautela antes de enviarle a ella una última mirada y salir rápidamente por la puerta.
“No puedo creer que acabas de hacer eso, ¿Qué carajo te pasa?”, gritó ella con ira, lo que hizo que su olor se hiciera más fuerte.
En ese momento pensé que desearía poder leer su mente y saber qué estaba pensando.
“Cuida tu tono, estamos en un lugar público”, le dije al notar que estaba empezando a llamar la atención.
“A la mierda con esto, Eli”, le gritó luego.
“Siéntate, Adeline, ahora”, le respondió él.
“No, tú me humillaste, todo porque tienes metido en la cabeza que estoy en una extraña relación de mierda contigo, no tenías derecho a hacer eso. Ahora muévete o gritaré y montaré una escena”.
Al escuchar esto Eli la dejó levantarse y ella tiró el dinero de la cuenta sobre la mesa. Por nuestra parte, la seguimos.
Luego Eli le arrebató las llaves de la mano y cerró el auto antes de agarrarla del brazo y arrastrarla con nosotros, hacia el otro lado de la calle.
“Dame mis malditas llaves y suéltame”, gritó mientras yo los seguía.
Vi que Eli tiraba de Addie mientras ella intentaba resistirse: era una tonta al pensar que podía escaparse de nosotros.
“Addeline”, espeté cuando de repente lo abofeteó y Eli gruñó.
En seguida noté cómo su cuerpo se tensaba mientras luchaba contra el impulso de transformarse en medio de la calle.
Para colmo, un grupo de adolescentes que merodeaban frente al edificio, observaban con horror, junto con la camarera, que veía cómo Eli empujaba a Addie.
Ya en el auto, mientras yo me subía al asiento del conductor, ella seguía luchando, pataleando y tratando de empujarlo mientras él se subía con ella.
“¿Qué estás haciendo?”, gritó cuando encendí el auto.
“Lo que debería haber hecho desde el comienzo”, gruñó Eli mientras yo trataba de detenerlo.
Pero era demasiado tarde: su bestia tomó el control y él hundió sus colmillos en su cuello. Unos segundos después ella gritó al sentir el dolor que la atravesaba y se desmayó.
Por mi parte seguí conduciendo, mirando a Eli en el espejo mientras se limpiaba la sangre de sus labios.
“Ahora sí que lo arruinaste”, le dije cuando se sentó.
“Ella necesita aprender, al menos ahora no podrá luchar contra el vínculo de pareja”.
“Tienes razón, va a estar obsesionada con nosotros cuando despierte, pero pensé que íbamos a hacer esto de la manera humana, seducirla y gustarle antes de revelar quién realmente somos”, le dije.
“Puedes borrar este recuerdo y plantarle uno nuevo”, dijo Eli, que parecía tener todo resuelto.
Solo tenemos que decirle que se sincere, pero sé que eso también será un desastre, nada está yendo de acuerdo con nuestro plan.
…
Al despertar, tuve un dejavu: sentía como si me faltara algo. Inmediatamente traté de recordar lo último que había ocurrido, pero los detalles eran confusos.
Recordaba haberme encontrado con Sam, haber cenado con él, y que luego volvimos a su casa y tomamos unas copas, o eso me parecía.
Aunque el recuerdo estaba allí, algo no estaba bien. No sentía como si hubiera tenido se%o, tampoco recordaba haber conducido a casa, aunque sí recordaba haber visto la puerta de entrada. ¿Acaso Sam me había traído?
Luego me senté y sentí un dolor fuerte que se irradiaba a través de mi cuello, me estiré y toqué la piel en esa zona, que se sentía como hinchada al tacto.
Miré mi reloj y decía que eran las 9 am, por lo que me levanté, fui al baño y oriné rápidamente antes de lavarme las manos y mojarme la rostro mirándome en el espejo.
Sorprendida por lo que estaba viendo, jadeé: tenía una gran marca redonda en el cuello, la cual comencé a frotar. Pero, al tratar de quitarla, comenzó a arderme.
´¡Qué carajo me ha hecho el p%rvertido de Sam, qué carajo!`, pensé y volví corriendo a mi habitación.
“Adeline, ¿Estás en casa?”, gritó, de repente, mi madre.
“Sí, mamá”, le respondí mientras agarraba mi teléfono y marcaba el número de Sam, pero la llamada ni siquiera entró: solo decía que su número había sido desconectado.
‘¿Qué diablos, me muerde y luego cambia su número? Voy a matarlo`, pensé.
Luego mi madre entró en mi habitación y me volví hacia ella mientras traía ropa de la secadora.
“¿Cómo estuvo tu noche?, oh, Dios mío, ¡Qué te pasó en el cuello!”, chilló, corriendo hacia mí y tirando de mi parte superior.
“¿Sam te mordió?”, preguntó.
“No recuerdo, recuerdo haberme encontrado con él, pero no recuerdo que se haya convertido en un caníbal y me haya dado un p%to mordisco”, le dije, mirándome en el espejo.
“Tienes que dejarme curar eso antes de que se infecte, cariño, ¿Por qué lo dejarías hacer algo así, con tantas bacterias que hay en la boca?”, dijo, mientras se ponía en modo enfermera y me examinaba.
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