Destinada a ellos -
Capítulo 14
Capítulo 14:
Al oír esto sus dedos se detuvieron, pero no se dio vuelta cuando lo miré. En cambio, me sostuvo la mirada hasta que yo la corté, girando la cabeza hacía otro lado.
“¿Tienes hambre?”, preguntó Cyrus y yo negué con la cabeza.
Nunca me había apetecido desayunar, encima era demasiado temprano para comer algo. Comer a primera hora siempre me había caído mal, lo único que necesitaba era mi dosis de cafeína y estaba lista.
“Bueno, entonces saldremos en cinco minutos, el avión ya está esperando en el aeropuerto”. Dijo Cyrus.
Inmediatamente mi corazón dio un vuelco ante la idea de subirme a un avión con ellos ya que no tendría dónde esconderme.
“Iremos directamente a la oficina cuando regresemos”, dijo Eli.
Al oír esto luché contra el impulso de poner los ojos en blanco sabiendo que tenía que cambiarme y ponerme ropa de trabajo.
Entonces me levanté del taburete.
“¿Adónde vas”“, preguntó Cyrus, dejando el periódico y mirándome.
“A cambiarme y ponerme mi ropa de trabajo”.
Como respuesta Cyrus hizo un gesto con la mano
“Te ves bien, solo usa lo que llevas puesto”, dijo, doblando el periódico y bebiendo el resto de su café antes de colocar la taza en el fregadero.
Por mi parte hice lo mismo, bebí el resto de mi café rápidamente porque no quería quedarme a solas con Eli.
Aunque el viaje al aeropuerto fue tranquilo, la tensión era tan espesa que sentí que me estaba asfixiando.
Durante todo el viaje puse los nudillos en el asiento mientras mis uñas mordían el tapizado de cuero y mi cuerpo estaba rígido.
Cuando el avión aterrizó, yo estaba temblando notablemente, pero me fue mejor que la vez anterior porque al menos permanecí consciente y no tuve un ataque de pánico.
Tan pronto como volvimos al trabajo, mis acompañantes fueron a sus respectivas oficinas, ignorándome y dándome tiempo para escribir mi carta de renuncia.
Sabía que mi madre me querría asesinar, pero luego me perdonaría. Tenía que hacerlo porque las madres siempre eran así
Por mi parte estaba segura de que podría encontrar un trabajo en una tienda local o algo así, no tan estresante.
Sin embargo, la idea de tener que usar una voz de servicio al cliente y aguantar a los compradores que se quejan no sonaba tan atractiva
Una vez que terminé de escribir mi carta, la imprimí antes de ponerla en un sobre y comenzar a hacer mi trabajo, contestar el teléfono y anotar mensajes.
También archivé algunos papeles y, antes de la hora del almuerzo, mi madre me llamó para decirme que se iría a casa porque no se sentía bien. Me dijo que recogería a Maya de la escuela temprano.
Cuando dieron las 5 en punto, pedí un Uber para que me recogiera y esperé el mensaje del conductor avisándome que estaba abajo.
A todo esto estaba un poco nerviosa por tener que darle la carta a Eli ya que quedarme mientras él la leía no era mi plan.
Sin embargo, no había otra opción porque Cyrus había bajado en el ascensor hacia alguna parte.
Cuando recibí el mensaje que esperaba, respondí rápidamente para informarle al conductor que estaba por bajar.
Pero antes me acerqué y llamé a la puerta de Eli. Luego esperé a que respondiera y entré cuando lo escuche gritar:
“Adelante”.
Cuando entré él levantó la vista y yo me dirigí a su escritorio para entregarle el sobre. A todo esto mis palmas sudaban tanto que me di la vuelta y salí de la oficina casi corriendo.
Luego agarré mi bolso, tomé el ascensor hasta el vestíbulo y vi el Uber esperándome en la entrada. Mi corazón mancillaba en mi pecho mientras empujaba la puerta de vidrio que daba al exterior.
Unos instantes después abrí la puerta del auto y entré, saludando al conductor. Cerrando la puerta solo para que se volviera a abrir al instante: era Cyrus.
Cuando lo vi junto al coche, con la oreja pegada al teléfono, tragué saliva. Además, el conductor parecía sorprendido por su aparición repentina. Inmediatamente Cyrus colgó la llamada, agarró mi brazo fuertemente y me sacó del auto.
“La muchacha ya tiene quien la lleve”, le dijo al joven conductor antes de arrojar algunas billetes en su regazo y cerrar la puerta.
Por mi parte traté de soltarme de su agarre. Mientras tanto, unos adolescentes que estaban sentados en los bancos del jardín, holgazaneando alrededor del edificio, nos miraron mientras él me jalaba.
“Suéltame, me estás lastimando”, le dije, pero él me ignoró, tirando de mí hacia el interior del edificio y hacia el ascensor.
Cuando las puertas se abrieron me empujó adentro. A todo esto, el guardia de seguridad vino corriendo para impedir que las puertas se cierren y yo intenté huir. Sin embargo, Cyrus me agarró del brazo y me mantuvo en el lugar.
Entonces el guardia de seguridad lo miró, sus ojos azules expresaban preocupación, pero no estaba segura de por quién: si por mí o por su jefe.
“¿Todo bien, jefe?”, preguntó, mirándome.
Probablemente pensaba que yo había robado algo.
“Si, Matt, todo está bien, puedes irte”, dijo Cyrus, antes de presionar el botón.
Inmediatamente el guardia de seguridad se alejó de las puertas y lo vi pasar una mano por su cabeza rapada. Parecía estar preguntándose qué ocurría y si debería hacer algo.
Entonces, tan pronto como las puertas se cerraron por completo, Cyrus se volvió hacia mí. Por mi parte di un paso atrás ya que su mirada me asustó. A todo esto, sus manos temblaban visiblemente a los costados de su cuerpo:
“No vas a renunciar”, dijo, volviéndose hacia el lado de la puerta,
“No es tu decisión, no puedes obligarme a trabajar aquí”, le dije.
Como respuesta, giró sobre sus talones tan rápido que casi me da un latigazo. Luego se acercó a mí y yo retrocedí hasta que mi espalda entró en contacto con la fria pared de acero inoxidable.
Unos segundos después las puertas se abrieron mientras yo las miraba con pánico y, de repente, me agarró del brazo y me arrastró hacia la oficina de Eli.
Luego abrió la puerta, arrojándome al sofá bruscamente, Inmediatamente vi cómo Eli se levantaba de su silla detrás del escritorio y agarraba una carpeta de manilla de su escritorio para arrojármela.
Entonces el contenido de la misma se desparramó por el suelo mientras yo me incorporaba y me daba cuenta de que se trataba de fotos mías.
Entonces las tomé y las observé: en una estaba recogiendo a Maya de la escuela, en otra estaba caminando dentro de mi casa. En fin, eran fotos mías en diferentes lugares y, al verlas, se me heló la sangre.
“¿Acaso me has estado espiando?”, pregunté antes de agarrar también la carpeta.
Allí encontré mi acta de nacimiento, una verificación de antecedentes penales, no es que los tuviera. Incluso tenían archivos médicos, la escritura de la casa de mi madre, el acta de defunción de mi padre y hasta mis extractos bancarios.
¿Cómo habían conseguido todo eso? Por otra parte, dirigían una empresa de tecnología, por lo que no era difícil para ellos conseguir información de las personas.
“Podemos hacer lo que queramos, nos perteneces”, dijo Eli, obligándome a mirarlo.
“No, no les pertenezco, no tienen derecho a indagar en mi información personal”, respondí, poniéndome de pie. Luego agarré la carpeta y caminé hacia la salida.
“Si sales por esa puerta, confiscaré todos los bienes que posees, incluida tu casa”, dijo Eli, dejándome helada.
¿De qué mierda estaba hablando?
“¿Cómo es eso?”, les dije, girándome.
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